Cuando a cualquier familia de América Latina y el Caribe llega la noticia inesperada de que una de las niñas o adolescentes de la casa está embarazada, nace el silencio mejor guardado del núcleo familiar.

El secreto aporta impunidad. La maternidad será por una continuada violación que, casi siempre por años, con una mordaza y bajo amenaza de revancha, soportó en la intimidad de su hogar o en la confianza de su escuela o colegio, en una agresión sexual de un perpetrador cercano a su entorno: padre, hermanos, abuelos, tíos, sobrinos, cuñados, primos, padrastros, hermanastros, amigos, compañeros o profesores. El sigilo también cubre al desconocido que viola por sorpresa en un rincón oculto.

“Todo queda en secreto”, dijo la colombiana Carmen Martínez, directora regional para América Latina y el Caribe del (no estatal) Centro de Derechos Reproductivos, grupo mundial defensor de derechos humanos. “El 93% de los culpables de violación sexual a niños, niñas y adolescentes es alguien del entorno íntimo de la víctima: familia, vecindario y colegio”, aseguró, basada en datos sobre América de organismos globales de población.

“Sin educación sexual, los países latinoamericanos y caribeños son la única zona del mundo en la que el embarazo adolescente incrementa la violencia sexual contra las menores. Es una violación de los derechos humanos con altas cifras de impunidad”, explicó Martínez a EL UNIVERSAL.

“Ellas tienen que dejar sus estudios y casi nunca los retoman. Tras el parto, nadie las ayuda a cuidar a hijos o hijas. Son forzadas a trabajar en lo que tampoco querían. Hay detrimento en la economía familiar y efectos gravísimos en su salud mental y social: les cuesta muchísimo construir lazos afectivos. Todo rompe el curso progresivo de su proyecto de vida”, subrayó.

En la prolongación de una vida que fue marcada al nacer por cadenas de miseria, exclusión social, desamparo y violencia intrafamiliar, “siguen en la pobreza ya con bebés, luego de la vulneración de sus derechos fundamentales. Es una agresión encadenada”, lamentó.

Sin fronteras

Un informe del Fondo de Población de la Organización de Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) de febrero de 2020 mostró el panorama del problema en América Latina y el Caribe.

“La tasa mundial de embarazo adolescente se estima en 46 nacimientos por cada mil niñas”, mientras que las de América Latina y el Caribe “continúan siendo las segundas más altas en el mundo, estimadas en 66.5 nacimientos por cada mil niñas de entre 15 y 19 años”. Las cifras “son sólo superadas por las de África subsahariana”, detalló.

“Aunque en los últimos 30 años en América Latina y el Caribe la fecundidad total —es decir, el número de hijos por mujer— ha disminuido, las tasas de fecundidad en las adolescentes se han reducido ligeramente”, aclaró. Tras reafirmar que es la “única región del mundo” con tendencia ascendente de embarazos en adolescentes menores de 15 años, indicó que cada año en esta área, 15% de todos los embarazos ocurre en adolescentes menores de 20 años y 2 millones de niños nacen de madres con edades entre 15 y 19.

Para el argentino Federico Tobar, asesor en salud reproductiva de la oficina en Panamá para América Latina y el Caribe del UNFPA, “el embarazo adolescente tiene un costo socioeconómico altísimo. Es un rezago para el desarrollo y un problema y una amenaza para las oportunidades de las madres adolescentes (...) Impacta en el nivel educativo de la madre, por la altísima relación retraso, deserción escolar. En algunos casos, deja la escuela cuando queda embarazada y, en otros, primero deja la escuela y luego queda embarazada.

“La madre temprana se priva de percibir ingresos personales, porque tiene 25% de propensión mayor a permanecer en actividades hogareñas que las que fueron madres ya adultas”, refirió. Al admitir que algunas salen del hogar y superan el desempleo, que es mayor en las madres tempranas que en las que lo fueron ya adultas, describió que las adolescentes “ganan de 20% a 30% menos que las que, siendo adultas, se convirtieron en madres”.

El costo sanitario de América Latina y el Caribe crece “porque el riesgo de una menor de 15 años de morir al parir es cuatro veces mayor que el de una mayor de 20”, recordó Tobar, al exponer una realidad fiscal: “Una mujer que, ya adulta se convirtió en madre, paga más impuestos que una que lo fue siendo adolescente”.

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