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Luiz Inácio Lula da Silva había previsto llegar a las elecciones como aspirante a la Presidencia de Brasil, pero la justicia y el destino le tenían guardados otros planes. Hoy, el mismo día en que los brasileños van a las urnas, el ex presidente más popular del país cumple seis meses en prisión por corrupción.
Sin candidatura e impedido de votar, el ex mandatario acompaña el pleito electoral desde su celda "especial" en la sede de la Policía Federal en Curitiba, donde se encuentra arrestado desde el pasado 7 de abril tras una condena en segunda instancia.
Allí ha pasado sus últimos seis meses, entre lecturas y visitas de correligionarios y líderes políticos llegados de diferentes partes del mundo, como el ex mandatario de Uruguay José "Pepe" Mujica, el ex presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz o el ex primer ministro italiano Massimo D'Alema.
Pero el principal contacto lo ha mantenido con su equipo de abogados, el cual pasó a integrar de forma estratégica el ex alcalde de Sao Paulo y exministro de Educación Fernando Haddad, su sucesor en la disputa electoral.
Aún estando entre rejas, Lula ha mostrado la garra del animal político que gobernó Brasil entre 2003 y 2010 y ha planeado cada milímetro de la campaña del PT, la formación que el mismo ayudó a fundar en la década de 1980 y que hoy lucha por mantenerse en pie a pesar de la prisión de su líder.
Desde su celda de 15 metros cuadrados ha controlado los tiempos del partido y el pasado 11 de septiembre bendijo la candidatura de Haddad, quien según prevén los sondeos se enfrentará en la segunda vuelta del 28 de octubre al líder ultraderechista Jair Bolsonaro.
El expresidente aterrizó en la sede de la Policía Federal de Curitiba la noche del 7 de abril, después de más de 24 horas atrincherado en el sindicato de los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, y cargando una condena a 12 años de prisión por haber recibido un apartamento como soborno de la constructora OAS.
Desde entonces batalló sin éxito para conseguir su libertad y, en un claro desafío a la Justicia, llegó a ser lanzado como candidato a la Presidencia, reuniendo alrededor de un 40 % de apoyos.
Pero la corte electoral le cerró el paso y decidió inhabilitarle en base a su condena en segunda instancia, rompiendo así su deseo de disputar su sexta carrera presidencial.
La foto de Lula no estará en las urnas este domingo y el Partido de los Trabajadores es consciente de que, sin su imagen, la victoria pude escapársele de las manos a Haddad, un académico estudioso del marxismo, pero que no cuenta con el tesón de su mentor.
El "político más popular de la Tierra", como llegó a calificarle Barack Obama durante la época dorada de Brasil, sigue hoy las elecciones con "indignación", según dijeron a Efe personas de su círculo.
"Ha sido impedido de disputar por un proceso falso y político", insisten sus allegados, siguiendo la línea defendida por Lula.
El extornero mecánico tampoco podrá ejercer su derecho a voto, ya que la ley electoral impide el traslado de urnas a las cárceles donde hay menos de 20 presos, como es el caso de la Policía Federal de Curitiba, donde Lula cumple su pena con algunos privilegios.
A diferencia de otros presos, Lula tiene en su celda una máquina de correr y una televisión donde ve las noticias, se entretiene con películas y asiste diariamente la misa de la tarde en el canal del Episcopado, según reveló el fraile dominicano Carlos Alberto Libânio Christo, más conocido como Frei Betto, durante una de sus visitas.
Divide su tiempo entre la lectura - uno de los últimos libros fue "Um defeito de cor", de Ana Maria Gonçalves- y la escritura de cartas a puño y letra con las que se comunica casi diariamente con el exterior.
En la pared de su celda ha colgado una foto en la que aparece junto a su familia, y sobre su mesita de noche ha improvisado un pequeño altar con obsequios religiosos, entre los que se encuentra un rosario bendecido por el papa Francisco.
El "hijo de Brasil" cumplió ayer 73 años y pidió un deseo: "Espero ganar de regalo el voto del pueblo brasileño en Haddad".