La última vez que tuvo lugar una epidemia como la del que vive China estos días, muchos terminaron con el trasero desteñido.

En 2003, cuando el brote de Sars (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) estaba en su punto álgido el transporte público en China fue rociado con desinfectante.

Las autoridades lo hicieron como una forma de combatir el virus pero también para mostrarle al público que se estaba haciendo algo sobre esta nueva enfermedad de la que entonces se conocía muy poco.

Los felices y despreocupados viajeros se sentaban en asientos recién lavados para descubrir un poco después que sus pantalones habían quedado blanqueados por el potente desinfectante.

Esta vez, las cosas son diferentes.

Los científicos que trabajan para comprender el virus dicen que todos los datos disponibles sugieren que el virus tiene una mortalidad menor que Sars.

Pero mientras los investigadores se esfuerzan por desarrollar una vacuna, los residentes en cuarentena están encontrando sus propias soluciones a los problemas que plantea el virus.

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