“Es un robo a todas luces, pero qué le vamos a hacer, si el gobierno —de México— lo sabe y no hace nada para evitarlo”, comienza diciendo a EL UNIVERSAL Israel Concha Pérez, inmigrante mexicano que vivió más de 20 años en Estados Unidos y fue recientemente deportado.

 “Yo y muchos paisanos, miles de paisanos mandan dinero todos los días a sus pueblos y ciudades en México y todas esas empresas que reciben las remesas cobran altísimas comisiones; es un robo, un robo”, repite indignado este hombre, quien se recibió en Texas como licenciado en Administración de Empresas. “Ahí, en la recepción de nuestras remesas es donde comenzamos a ser abusados por nuestra propia gente”, señala.

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Foto: José Denis es de Yucatán y vive desde hace más de 20 años en Los Ángeles.

Los migrantes mexicanos, casi todos en EU, rompieron un nuevo récord en 2017, al sumar 28 mil 771 millones de dólares por las remesas enviadas. “Representamos el ingreso económico más alto del país si no me equivoco”, dice Israel. “Pero nos tratan muchas veces como si no fuéramos nada; sólo nos ven con signos de dólares”, comenta molesto este migrante originario de la Ciudad de México, donde vive ahora y busca defender los derechos de sus similares migrantes a través de su organización “New Comienzos”.

“Apenas el pasado 6 de febrero estuve con otros migrantes del Consejo de Federaciones Mexicanas (COFEM) que vinieron de Los Ángeles —California— y nos presentamos en el Congreso, donde hablamos con varios diputados exponiéndoles nuestros problemas”, comenta. “Casi nadie entiende aquí —en México— cómo le cambia la vida a los mexicanos que cruzamos, cambian nuestras necesidades, nuestros problemas, cambia todo y luego venimos a ver a nuestros parientes y amigos y ya ves, no faltan los que empiezan a criticar”, dice con un dejo de tristeza.

Sólo ven el dinero

“Lo peor”, afirma, “es cuando ya venimos con nuestros hijos que hablan más inglés que español con sus amigos y entonces aquí —en México— pues tienen acento al hablar y les hacen burla o entre hermanos o con sus papás hablan de repente en inglés y luego, luego —les dicen— que si son unos presumidos o que aquí se habla español y pues nada más los hacen sentir mal”, asegura Israel, y añade: “Luego a los muchachos pues se les quitan las ganas de estar viniendo y este es su país también; lo que es injusto es que no ven tampoco lo que significamos para el país, nada más ven el dinero que llega de allá —de la Unión Americana—”.

Algunos especialistas sostienen que el incremento de las remesas se debe a la baja tasa de desempleo en Estados Unidos, que ha favorecido mucho a los hispanos en ese país y también al temor que ha desatado el presidente Donald Trump sobre las deportaciones contra los indocumentados, quienes aparentemente han incrementado sus envíos para prevenir cualquier situación adversa en su contra, incluyendo la eventualidad de que terminen deportados a territorio mexicano, como le sucedió a Israel y a cientos de otros migrantes.

Sueños que se quedan atrás

“Es muy triste, casi insoportable, voltear atrás cuando estás dejando ese país —EU—, cruzando la frontera sin nada más que una bolsita que te dan los de Inmigración con tus cosas más importantes y ver cómo se rompe ese lazo de años y años, de sueños, de familia y amigos”, dice casi llorando este hombre de 38 años. “Y luego llegas y te tienes que enfrentar a promesas falsas del gobierno, de los políticos, pero también a malas actitudes de mucha gente, sólo porque estuvimos muchos años fuera del país; no es justo ni lo de allá ni lo de aquí”, dice.

Hay estados de la República Mexicana que son los más favorecidos por las remesas: este 2017 sumaron para Michoacán 2 mil 915 millones de dólares; para Jalisco fueron 2 mil 779 millones y el tercer lugar en recibir remesas del extranjero fue Guanajuato, con 2 mil 559 millones de dólares.

“El verdadero viacrucis de los migrantes que vamos a México” es para aquellos que viajan por carretera, comenta José Denis, originario de Yucatán y con más de 20 años en Los Ángeles, California. “Ahí sí que la cosa se pone fea”, asegura. “Si se sumaran a las remesas la cantidad de millones de dólares que anualmente cada migrante gasta pagando mordidas a autoridades y crimen organizado, ese número sería más grande, porque al final esos miles o millones de dólares también se quedan en México”, comenta este productor de radio que ha vivido en carne propia esta situación y ha escuchado muchísimos testimonios de mexicanos que ingresan por tierra a su país y la experiencia es atroz.

“El sólo ingresar a territorio mexicano por tierra es un suplicio; es obvio cuáles son los vehículos de migrantes que van de visita al país y, de verdad, a ninguno le toca el verde cuando aprietan el botón de aduanas en la garita de entrada”, dice riéndose Denis. “Es increíble y de ahí, las preguntas: ‘¿Y cuánto dinero trae?’, ‘¿y traes ropa nueva?’. Y ya sabes: ‘Me tiene que acompañar para abrir sus maletas’, y te ametrallan con mil cosas y lo único que están esperando es la famosa mordida. ¿De qué sirve todo lo que los mexicanos envían a sus pueblos si los tratan como ciudadanos de tercera?”, cuestiona José con frustración.

Desde 2014 las remesas que llegan a México han ido en una recuperación permanente, después del desplome de las mismas en 2009, debido a la crisis hipotecaria en Estados Unidos que, incluso, provocó que más de un millón de mexicanos regresarán al país, según cifras oficiales.

“Pero si creen que la frontera norte es lo peor, no para nada” asegura José. “Las garitas en Yucatán, Quintana Roo y Chiapas son espantosas, por cualquier cosa te quieren decomisar tus maletas o parte de lo que traes y la constante es buscar que les des dinero a los agentes y qué decir especialmente de los paisanos que viajan por autobús desde Estados Unidos, es para muchos un verdadero calvario y no importa el sexenio, siempre ha sido así; ninguna administración ha podido realmente controlar todo esto”, detalla, aunque reconoce que “las oficinas que funcionan en Estados Unidos del Programa Paisano sí se ponen las pilas y están atentos a denuncias y les dan seguimiento, me consta; pero me parece que no es suficiente porque la gran mayoría de los abusos no son reportados”.

De acuerdo con cifras oficiales del Programa Paisano, tan sólo entre junio y agosto de 2017, lo que llaman Operativo de Verano, cruzaron a territorio mexicano y solamente por tierra, a través de las garitas fronterizas, alrededor de 5 millones 300 mil personas. Entre las quejas más recurrentes de los mexicanos visitando su país, se cuentan maltrato por parte de oficiales o agentes, prepotencia de los mismos y extorsión.

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