Alguna vez Aung San Suu Kyi fue considerada un faro en la lucha por los derechos humanos en todo el mundo: una activista de principios que eligió perder su libertad para hacerle frente a los militares que gobernaron con mano dura durante décadas su país, Myanmar.
En 1991, "La dama", como se la apodó, recibió el premio Nobel de la Paz y el comité que le dio el galardón señaló que ella era "un ejemplo extraordinario del poder de los que no tienen poder".
Pero desde que se convirtió en la líder de facto de su país, en 2016 y tras la apertura democrática del mismo, Suu Kyi se ha visto condenada por los mismos líderes internacionales y activistas que alguna vez le dieron su apoyo.
Indignados por el éxodo de cientos de miles de musulmanes rohingya de Myanmar hacia el país vecino, Bangladesh, debido a una persecución militar, estos activistas han acusado a Suu Kyi de no hacer nada para detener las violaciones, los asesinatos y el posible genocidio.
La señalan por no condenar a los militares que perpetran estas acciones y dicen que conoce las atrocidades que se están cometiendo pero se niega a denunciarlas en alto.
De hecho, este martes se celebró la primera audiencia de tres que se realizarán durante el juicio por genocidio del pueblo rohingya que se lleva a cabo en la Corte Internacional de Justicia de La Haya (Holanda), contra ella y el gobierno de Myanmar.
Las pocas personas que la respaldan en el ámbito internacional señalan que ella es una política pragmática que está tratando de gobernar un país multiétnico con una compleja historia y una mayoría budista que tiene poca simpatía por los rohingya.
Y añaden que los militares aún tienen gran parte del poder político y no han soltado el control de las fuerzas de seguridad.
Pero sus críticos señalan que la otrora líder de los derechos humanos ha perdido su prestigio moral, así como la reputación de ser alguien dispuesto a luchar por esas causas pese al costo personal que tuviera que pagar.
Suu Kyi, de 73 años, pasó detenida la mayor parte de las dos décadas que van entre 1989 y 2010, debido a sus esfuerzos por llevar la democracia a un país gobernado por militares, lo que la convirtió en un símbolo internacional de resistencia pacífica frente a la opresión.
En noviembre de 2015, lideró la Liga Nacional de la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés), que logró la victoria en las primeras elecciones libres en Myanmar en 25 años.
Esa victoria llegó cinco años después de que hubiera sido liberada.
Aunque la constitución de Myanmar le prohíbe convertirse en presidenta porque tiene hijos que nacieron en el extranjero, Suu Kyi es vista como la líder de facto del país.
Su título oficial es Consejera Estatal. El presidente, Win Myint, es un ayudante cercano.
Suu Kyi es la hija del héroe de la independencia del país, el general Aung San.
Él fue asesinado en julio de 1947, durante el período de transición y justo seis meses antes de lograda la independencia, cuando Suu Kyi tenía solo 2 años.
En 1960, viajó a la India con su madre, Daw Khin Kyi, quien había sido nombrada embajadora de su país en Delhi.
Cuatro años más tarde viajó a Reino Unido para comenzar sus estudios en la Universidad de Oxford: filosofía, política y economía. Allí conoció a su esposo, el académico Michael Aris.
Se instaló en Reino Unido donde tuvo dos hijos, Alexander y Kim.
Cuando finalmente regresó a Rangoon (la ciudad más grande de su país, ahora llamada Yangon) en 1988 -para cuidar de su madre que estaba enferma-, Myanmar se encontraba en medio de una revuelta política.
Miles de estudiantes, trabajadores y monjes se habían tomado las calles para demandar una reforma democrática.
"No puedo, como hija de mi padre que soy, permanecer indiferente a lo que está pasando", dijo durante un discurso en Rangoon, el 26 de agosto de 1988.
Sus declaraciones la impulsaron a convertirse en la líder de la revuelta en contra del entonces dictador, general Ne Win.
Inspirada por la campaña por los derechos civiles en Estados Unidos de Martin Luther King y el impulso por la independencia de India de Mahatma Gandhi, Suu Kyi organizó movilizaciones alrededor del país que hacían un llamado a la reforma democrática y las elecciones libres.
Pero las marchas fueron brutalmente reprimidas por el ejército, que llegó al poder mediante un golpe de Estado el 18 de septiembre de 1988. Suu Kyi fue enviada a cumplir arresto domiciliario al año siguiente.
El gobierno militar convocó a elecciones en 1990, pero -a pesar de que el partido fundado por Suu Kyi, el NLD, ganó de forma convincente los militares se negaron a entregar el poder.
Suu Kyi permaneció bajo arresto domiciliario en Rangoon por seis años, hasta que fue puesta en libertad en 1995.
Pero volvió a quedar detenida y con prisión domiciliaria en septiembre de 2000, cuando intentó viajar a la ciudad de Mandalay, desafiando las restricciones de movimiento que le habían impuesto.
Fue liberada de forma incondicional en mayo de 2002, pero de nuevo fue enviada a la cárcel después de un enfrentamiento entre sus seguidores y militantes del gobierno.
Más tarde le permitieron regresar a su hogar, pero nuevamente bajo arresto domiciliario y con confinamiento solitario. De hecho tenía prohibido ver a sus dos hijos y a su esposo, quien murió de cáncer en marzo de 1999.
Las autoridades militares le ofrecieron que viajara a Reino Unido cuando él estaba gravemente enfermo, pero se vio obligada a rechazar la oferta por temor de que le negaran el reingreso al país.
Suu Kyi fue marginada de las primeras elecciones en 20 años, que se celebraron el 7 de noviembre de 2010, pero fue liberada de su arresto domiciliario seis días después.
Fue la primera vez que pudo ver a su hijo Kim Aris en más de una década.
Como el nuevo gobierno se embarcó en un proceso de reformas, Suu Kyi y su partido se unieron al proceso político.
En las elecciones parciales que se celebraron en abril de 2012, su partido logró 43 de los 45 escaños que estaban en disputa en el Parlamento.
De ese modo se convirtió en congresista y líder de la oposición.
Ese mismo año pudo salir de Myanmar por primera vez en 24 años, como un signo de confianza de que los nuevos líderes la dejarían regresar al país.
Sin embargo, pronto se frustró ante los escasos avances que mostraba el desarrollo democrático en su país.
En noviembre de 2014, denunció que Myanmar no había hecho ninguna reforma real y que EU -que había levantado la mayoría de las sanciones económicas contra el país en 2012- había sido "excesivamente optimista" en el pasado.
Además, en junio de 2015, no pudo lograr una votación mayoritaria para remover el veto del ejército sobre un cambio constitucional.
Pero cuatro meses después, el 8 de noviembre de 2015, se realizaron en Myanmar las primeras elecciones abiertas y libres en 25 años. El NLD obtuvo un abrumador triunfo.
Aunque no podía ser presidenta debido a una restricción constitucional que impide que se presenten candidatos con cónyuges o hijos nacidos en el extranjero, Suu Kyi se convirtió en líder de facto en 2016, en un rol de "consejera estatal".
Desde entonces, su liderazgo ha sido definido por la crisis rohingya.
Después de los ataques fatales contra las estaciones de policía en el estado de Rakhine, en agosto de 2017, el ejército de Myanmar comenzó una brutal represión contra esa minoría étnica, obligando a cientos de miles a huir a través de la frontera con Bangladesh.
Los críticos dicen que Suu Kyi no hizo ni ha hecho lo suficiente para condenar a los militares.
Por eso, ella y Myanmar enfrentan desde este martes un juicio por genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya.
Desde que asumió el poder, además de la crisis Rohingya, Suu Kyi y su gobierno también han enfrentado a críticas por enjuiciar a periodistas y activistas basándose en leyes de la era colonial.
El caso más conocido es el de los periodistas de la agencia Reuters que fueron condenados -aunque luego liberados- por cubrir los ataques en contra de los rohingya.
Los periodistas fueron acusados de violar una ley de Secretos Oficiales. Activistas han declarado que este tipo de leyes restringen el ejercicio periodístico.
Sin embargo, también se ha progresado en algunas áreas, aunque el ejército mantiene aún el control de una cuarta parte de los escaños parlamentarios y de algunos ministerios clave, incluidos los de defensa, asuntos interiores y asuntos fronterizos.
En agosto de 2018, Suu Kyi describió a los generales en su gabinete como "personas muy dulces".
Para muchos analistas, la transición democrática de Myanmar se ha estancado.