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Cuando los habitantes de El Paso, en la frontera de Texas con México, recuerdan lo que hace unos días dijo el presidente Donald Trump sobre su ciudad, su primera reacción suele ser una risa.
El mandatario de Estados Unidos aseguró en cadena nacional, durante su discurso del Estado de la Unión, que su ciudad solía tener "tasas extremadamente altas de delitos violentos".
Pero la edificación de una valla fronteriza cambió el rostro de la ciudad texana, según Trump, quien visita la localidad este lunes.
"El Paso solía tener extremadamente altas tasas de crímenes violentos. una de las más altas de todo el país, y era considerada una de las ciudades más peligrosas", señaló el presidente el pasado 4 de febrero ante el Congreso.
"Ahora con una poderosa barrera en el lugar, El Paso es una de las ciudades más seguras de nuestro país. En pocas palabras, los muros funcionan y los muros salvan vidas", afirmó.
El presidente llega a la ciudad como parte de su campaña de reelección, y para hablar a unos metros de la frontera sobre su demanda de recursos al Congreso para edificar un muro.
Pero para los habitantes de El Paso, se trata de una exageración del presidente.
"El problema es que Trump está exagerando, como con todo siempre", dijo a BBC Mundo Joseph Williams, un profesor estadounidense residente de El Paso.
Marc González, un conductor de taxi, toma como broma las afirmaciones de su presidente: "Ahora están saliendo camisetas que dicen 'yo vivía en El Paso, la ciudad más peligrosa de Estados Unidos'".
Las estadísticas de criminalidad en los registros del FBI no apoyan la idea del presidente, pues la tasa de delitos violentos en El Paso se redujo notablemente en las últimas tres décadas.
Y por el contrario, la ciudad se convirtió en una de las urbes con más de 500 mil habitantes más seguras antes de la edificación de la valla fronteriza, completada en 2009.
Varias fueron las claves que permitieron a esta ciudad convertirse en una de las más seguras.
¿Alguna vez fue "una de las ciudades más peligrosas"?
Durante el fin de semana, en El Paso se transmitieron varios reportajes de televisión sobre por qué la ciudad no es ni siquiera de las más violentas del país.
Un policía en el centro de la ciudad -quien pide no ser identificado porque no tiene autorizado hablar a la prensa- dice con una risa discreta que "hay más bostezos que crímenes" en sus turnos.
Y es que los registros de criminalidad que el FBI recopila a nivel nacional lo confirman.
Las tasas de delitos violentos por cada 100 mil habitantes -a los que se refirió el presidente- muestran que El Paso nunca tuvo altos índices como otras de las grandes ciudades del país.
El punto más álgido de las últimas tres décadas fue 1993, cuando en general todo Estados Unidos atravesaba por una ola de violencia que fue disminuyendo en los siguientes años, como muestra este gráfico.
Los delitos violentos son asesinato y homicidio no negligente, violación, robo, asalto agravado, hurto y robo de vehículos, delitos considerados como graves.
El Paso tuvo un descenso de delitos graves de 35% entre 1993 y 2006, y desde ese año hasta 2014 (el último registro disponible del FBI) se ha mantenido en una tasa media de 420 casos.
Y de hecho la ciudad ocupó el tercer lugar en cuanto a índices más bajos de criminalidad en Estados Unidos de las 35 urbes con más de 500.000 habitantes en 2005, 2006 y 2007.
En 2017 fue considerada como la segunda gran ciudad con menos criminalidad del ranking anual de la consultora SafeWise.
Para la doctora Irasema Corona, experta en asuntos fronterizos de la Universidad de Texas en El Paso, la narrativa política del presidente se ha dado con base en "generalizaciones", que todo lo que pasa en la colindancia con México es problemas.
"Se vive una vida muy binacional, muy bicultural y muy bilingüe en ambos lados de la frontera. Es una vida enriquecedora y eso no se proyecta, solo se quieren ver las cosas malas", señala.
Tres claves para la seguridad
De no ser porque los precios están en dólares, la calle El Paso St. bien podría ser una más de cualquier vía comercial -hasta con cierto toque de informalidad- de una ciudad mexicana.
Los gritos de los vendedores buscan la mirada de las decenas de transeúntes que no necesitan ni saber inglés porque ahí se habla y se lee en español.
La bulliciosa calle se conecta directamente con la avenida Benito Juárez de la ciudad mexicana vecina, Ciudad Juárez, donde sigue la extensión de comercios y restaurantes.
Las avenidas solo están divididas por la garita Paso del Norte, donde se dan más cruces de peatones (4,2 millones) que de vehículos (3,6 millones).
El Paso tenía una población estimada en 2017 de 840 mil personas, de las cuales 83% era de origen latino; Ciudad Juárez tenía ese año aproximadamente 1,4 millones de habitantes.
Las autoridades y analistas coinciden en que una clave para el mejoramiento de la seguridad en la ciudad de Estados Unidos fue la operación "Hold the Line" iniciada en 1993 (justo el año en que comenzó a decrecer la criminalidad), pero no por su objetivo en sí, los migrantes, sino por su efecto.
Fue un gran despliegue de agentes de la Patrulla Fronteriza que estaban "lo suficientemente cerca como para tener contacto visual con otros agentes", lo cual contribuyó a un descenso de 70% de detenciones de indocumentados, de unas 285 mil en 1993 a 79 mil en 1994, según cifras oficiales.
La llegada masiva de agentes fronterizos aumentó considerablemente la seguridad de la ciudad, por lo que los habitantes de El Paso ya no solo tenían una sola policía, sino dos o hasta tres.
"Aquí hay tres corporaciones de policía, la de la ciudad de El Paso, la oficina del Sheriff, y la Patrulla Fronteriza", destaca el residente de la ciudad Joseph Williams.
Otra clave fue la Operación Bloqueo, la cual permitió identificar 125 puntos en los que pandillas que actuaban de los dos lados de la frontera podían usarlos para cometer delitos.
Uno factor más, señala la doctora Coronado, es el factor de la cohesión social característica de las comunidades latinas, el cual sociológicamente es visto como un factor que disminuye el crimen.
"En las ciudades fronterizas la familia es muy importante, hay mucha interacción entre los vecinos. Tenemos lo mejor de las dos sociedades, de las dos culturas", destaca Coronado.
Tres factores en los que una barrera, metálica o de concreto, no tenía un peso preponderante.
¿Qué tuvo que ver el muro?
La construcción de 90 km de valla fronteriza -que actualmente está reforzándose por iniciativa de Trump- se realizó entre 2008 y 2009.
Como muestran las estadísticas de delitos violentos, justamente durante esos años (y en los años previos y posteriores) se dio un incremento de la criminalidad.
Por ello, diversos análisis de revisión de hechos, o fact checking, consideran que la edificación de un muro no tiene relación con la baja del crimen.
"No hubo una caída inmediata de los delitos violentos en El Paso después de que se colocó un muro. De hecho, la tasa de delitos violentos de la ciudad aumentó un 5,5% de 2007 a 2010", apunta Robert Farley, del Centro de Políticas Públicas de Annenberg.
Aun así, en la víspera de la visita de Trump a la ciudad, vendedores de productos con la imagen y eslogan del presidente, Make America Great Again, atraían a unos cuantos simpatizantes del presidente.
Un par de compradores, que pidieron no ser identificados por ser servidores públicos, se acercaron a comprar camisetas y estampas de Trump.
"La valla es algo que necesitamos", dice el más decidido a pronunciarse, pero aclara que no solo la barrera por sí misma es suficiente, según le han dicho amigos de la Patrulla Fronteriza.
"Los agentes lo que necesitan es infraestructura para el muro, drones, pero todos se enfocan en el muro. Mucha gente aquí dice 'no lo necesitamos, no lo necesitamos', pero sí lo necesitamos, es un componente de un todo", añade el hombre que vino acompañado de su esposa y su hija.
Para la doctora Coronado, cómo es la vida de la frontera es algo que se desconoce en el resto de Estados Unidos y por ello es fácil de usar para generalizar un problema.
"Me encanta vivir una vida binacional, bilingüe, dinámica. Es muy enriquecedora esa experiencia a nivel personal y social", dice.
Es por eso que, si pudiera tener la atención del presidente en su visita a El Paso, dice que trataría de convencerlo para que se diera "un tour en la frontera".
"Para que sepa cómo se vive".