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Después de recorrer durante casi una semana las calles de Wuhan, filmando muertos y hospitales desbordados por pacientes con el coronavirus, Chen Qiushi empezó a sentir el desgaste físico y también psicológico en un país donde no hay mucho espacio para las personas que no cuentan la versión oficial de los hechos.
Chen se veía demacrado y desaliñado en sus publicaciones, una sombra casi irreconocible del joven vital que llegó al epicentro del brote con el objetivo de contar lo que estaba pasando justo cuando las autoridades bloqueaban el ingreso y las salidas de la ciudad hace casi tres semanas.
Hasta que desapareció la semana pasada, este abogado de 34 años fue uno de los pioneros más prominentes de un pequeño pero perseverante movimiento que desafía el monopolio de la información que impone el Partido Comunista.
Armados con teléfonos de usos múltiples y cuentas en las redes sociales, difunden sus historias y las de los residentes de Wuhan y de otras zonas con brotes del virus que han sido aisladas en la provincia de Hubei. La escala de estos testimonios sin el visto bueno de las autoridades no tiene precedentes en China y plantea un serio reto al PC, que quiere controlar todo lo que se dice en el país, como viene haciendo desde su llegada al poder en 1949.
“Nunca vimos nada como esto”, dijo Maria Repnikova, profesora de comunicaciones de la Universidad Estatal de Georgia que estudia los medios de prensa chinos.
Jamás tantos chinos, incluidos víctimas y trabajadores del campo de la salud, han usado sus teléfonos para transmitir sus experiencias de un desastre, aseguró Repnikova. Las más de 50 millones de personas que no pueden salir de ciudades donde imperan cuarentenas se sienten “ansiosas y aburridas, sus vidas prácticamente se han detenido”, agregó.
Los medios oficiales destacan los esfuerzos del PC por construir nuevos hospitales de la noche a la mañana, disponer de miles de trabajadores de la salud e incrementar la producción de mascarillas sin dar demasiados detalles de las condiciones que justifican todas estas medidas.
Chen lo hizo en más de 100 posts desde Wuhan a lo largo de dos semanas. Mostró a los enfermos esperando en los corredores de los hospitales y las penurias por que pasa la gente para ser atendida.
“¿Por qué estoy aquí? He dicho que es mi deber hacer periodismo ciudadano”, expresó al filmarse a sí mismo con un palo para selfies en una estación de trenes. “¿Qué clase de periodista eres si no te adentras en la zona de batalla durante un desastre?”.
Un video difundido el 25 de enero mostró lo que Chen describió como un cadáver cubierto por una manta afuera de una sala de emergencia. Adentro de otro hospital, filmó a un individuo muerto sentado en una silla de ruedas, con su cabeza colgando y el rostro pálido.
“¿Qué le pasa?“, le preguntó a una mujer que sostenía al hombre con un brazo cruzado sobre el pecho.
“Está muerto”, respondió la mujer.
Los posts, blogs y videos de Chen fueron vistos millones de veces y llamaron la atención de la policía.
En un angustiante video que publicó al final de su primera semana en Wuhan, dijo que la policía lo había llamado, le había preguntado dónde estaba y había interrogado a sus padres.
“Estoy asustado”, afirmó. “Tengo el virus enfrente mío y a mis espaldas el poder judicial y administrativo de China”.
Con la voz temblorosa por la emoción y lagrimeando, afirmó que continuaría “mientras esté vivo en esta ciudad”.
“¡La muerte no me asusta!”, aseguró. “¿Piensas realmente que le temo al Partido Comunista?”.
La semana pasada Chen dejó de transmitir información. Su madre rompió su silencio el viernes y transmitió en vivo un video en el que dijo que no sabía qué era de su hijo y pidió ayuda para encontrarlo.
Ese mismo día, su amigo Xu Xiaodong, un conocido experto en artes marciales, dijo en una transmisión en vivo por YouTube que Chen había sido puesto en cuarentena obligada por 14 días, el tiempo máximo de incubación del virus. Agregó que estaba bien de salud, sin signos de estar infectado.
El domingo Xu dijo en un tuit que las autoridades no permitían llamadas a Chen y que ni él ni nadie se había podido poner en contacto con él.
La policía también golpeó las puertas de Fang Bin, quien estuvo publicando videos desde hospitales de Wuhan, incluidas imágenes de cadáveres en bolsas apilados en un minibús, esperando ser llevados a un crematorio.
Feng, quien vende ropa tradicional china, filmó una tensa conversación a través de la reja metálica de la puerta de su casa con cuatro o cinco agentes. El video publicado en YouTube dio una idea de cómo funciona el aparato de seguridad para tratar de contener el malestar por la propagación del virus.
“¿Por qué vinieron tantos de ustedes?”, preguntó Fang. “Si abro la puerta, ¡me llevan!”.
Chen retransmitió ese video en su cuenta de Twitter. Fue uno de sus últimos tuits antes de desaparecer.
La muerte la semana pasada de un médico de Wuhan enfocó la atención en los esfuerzos por suprimir la libertad de información y en las consecuencias que puede acarrear eso. La policía había acusado al doctor Li Wenliang de difundir información falsa al expresar alarma por el virus en diciembre. Li sucumbió al virus, generando grandes muestras de dolor y un fuerte malestar por la forma en que había sido tratado por las autoridades.
La policía de Wuhan se abstuvo de hablar del tema, diciendo que le correspondía hacerlo a las autoridades provinciales.
Reiteradas llamadas a la oficina de asuntos internacionales de Hubei no tuvieron respuesta. Solo una grabación que decía: “No crea los rumores, no disemine rumores”.
Para Gao Fei, un trabajador migrante detenido por criticar al presidente Xi Jingping por el manejo del brote, la muerte del médico y la desaparición de Chen son “señales de alarma”.
“La principal razón por la que nuestro gobierno no pudo controlar esto es porque siempre oculta la verdad y bloquea la información de los ciudadanos”, declaró desde su casa en Hubei.
Gao, un soldador que regresó a su provincia desde el sur de China poco antes de que se prohibiese el ingreso y salida, visitó hospitales y farmacias y difundió lo que vio por las redes sociales. Luego de decir en un tuit que las medidas de Xi eran inhumanas, fue detenido.
Dice que admira al valor de Chen y su campaña a favor del progreso social. “Es la columna vertebral de China”, expresó, aludiendo a Chen.
Desde que terminó la carrera de derecho en el 2007, Chen trabajó como mesero, limpiando hoteles, como actor, como periodista policial y como presentador de televisión, lanzando una prometedora carrera como periodista. Se recibió finalmente de abogado en el 2014 y empezó a ejercer su profesión en Beijing.
En el 2018 lanzó un videoblog en el que ofrecía comentarios legales y pronto tuvo un millón de seguidores.
Se metió en problemas el año pasado por difundir videos de protestas a favor de la democracia en Hong Kong. En esa ciudad china semiautónoma asistió a manifestaciones patrióticas y a marchas de protesta, dando voz a ambos bandos y tratando de ofrecer una visión equilibrada de lo que sucedía. Las autoridades, sin embargo, cerraron sus cuentas en las redes sociales chinas y le dijeron que regresase a China continental.
En Wuhan, Chen transmitió a través de YouTube y Twitter, que están bloqueados en China. Solo personas con acceso a VPN pueden ver sus videos. Su página de YouTube tiene la consigna: “No elogies a los ricos y los poderosos, habla por la gente común”.