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Intenso, inteligente, enigmático. Para unos, la expresión última de la defensa de la libertad de expresión. Para otros, un hacker que puso en riesgo la seguridad de personas y en aprietos a más de un país al difundir información sensible.
Julian Assange, el australiano de tez pálida y cabello blanco detenido ayer en Londres, después de que Ecuador le retirara el asilo político, provoca reacciones encontradas. Sus problemas con la justicia comenzaron desde que era muy joven y vivía en Australia, donde formó parte de un grupo conocido como International Subversives (Subersivos Internacionales), con el que ingresó a sistemas protegidos de instituciones oficiales. En 1995 fue detenido, pero salió tras pagar una multa. Mucho antes que eso, con apenas 18 años, Assange, nacido el 3 de julio de 1971, ya era padre de un niño llamado Daniel.
Amante de la física, las matemáticas y la tecnología —estudió las dos primeras en la Universidad de Melbourne, aunque no se tituló—, internet se convirtió para Assange en la herramienta perfecta. En 2006 fue uno de los fundadores de WikiLeaks, una organización cuyo objetivo era subir información de interés público, que filtraran fuentes con la protección que les daba permanecer en el anonimato.
El australiano se convirtió en el enemigo público de Estados Unidos en 2010, tras ayudar al analista de inteligencia Bradley Manning —hoy Chelsea, tras haber cambiado de sexo—, a descifrar una contraseña para acceder a información clasificada sobre las guerras de Afganistán e Irak, información que evidenció WikiLeaks y que destapó torturas, abusos y otras violaciones cometidas por las fuerzas estadounidenses y las aliadas. Luego vendría la difusión de cables y comunicaciones del Departamento de Estado con sus embajadas en el mundo, incluyendo México, desatando un gran escándalo.
En 2012, temeroso de ser extraditado a Suecia por acusaciones de violación, o a Estados Unidos, se refugió en la embajada de Ecuador en Londres, pero sus desavenencias con el actual gobierno ecuatoriano derivaron en el retiro del asilo político a un personaje que se había convertido en “una piedra en el zapato” y que hoy enfrenta a la justicia británica.