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San José.- Después de más de 8.6 millones de víctimas tras el alzamiento en armas de las guerrillas comunistas de Colombia en 1964, una mayoría de los 48.2 millones de colombianos detesta la guerra y… añora una paz completa.
Los recuentos de 1964 a 2016 mostraron que la factura del conflicto bélico quedó en rojo: más de 225 mil muertos, unos 45 mil desaparecidos, más de 6.4 millones de desplazados a la fuerza y un saldo de centenares de miles que sufrieron terrorismo, secuestro, torturas, ataques a la libertad sexual, pérdida de propiedades, así como abandono o expulsión de tierras.
“El país está cansado de tanta violencia como la que se ha vivido en los últimos años”, declaró el colombiano Rubén Sánchez, profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la (no estatal) Universidad del Rosario, de Bogotá.
“El 90% de los desmovilizados de las FARC [unos 6 mil 750 excombatientes] sigue comprometido con lo que se acordó en La Habana y aunque ha habido retrasos en los compromisos del gobierno, se ha avanzado y no se piensa retroceder”, agregó durante una entrevista con EL UNIVERSAL.
El sueño de silenciar los fusiles volvió a alejarse en la madrugada del pasado 29 de agosto, cuando un bloque disidente de las insurgentes y comunistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), disueltas y convertidas en partido político legal en agosto de 2017, anunció que decidió volver a levantarse en armas contra el Estado colombiano, porque la paz fue traicionada.
El 24 de agosto de 2016, y tras intensas gestiones en Cuba desde 2012, el gobierno colombiano y la exguerrilla pactaron la paz para terminar con más de 52 años de guerra civil, en una labor que comenzó en diciembre de 2016 para reubicar, desmovilizar, desarmar y reinsertar socialmente a los rebeldes.
El proceso avanzó con dificultades y ahora casi sin expectativa real de lograr un pacto con organizaciones guerrilleras colombianas todavía alzadas en armas.
Al anunciar que retomarán la ruta bélica al “amparo del derecho universal de levantarse” contra la opresión y alegar que continuarán “la lucha guerrillera” por la “traición del Estado” al acuerdo de Cuba, los disidentes informaron que planean aliarse al Ejército de Liberación Nacional (ELN), la otra guerrilla comunista colombiana que se alzó luego de que las FARC lo hicieron en 1964.
El retorno a las armas de sectores de las FARC “hiere muy sensiblemente el proceso de paz”, afirmó la venezolana Beatriz Borges, directora del (no estatal) Centro de Justicia y Paz (Cepaz), de Venezuela.
“Grupos armados irregulares de las FARC y del ELN participan en forma activa en el control de alimentos en Venezuela. Reina la impunidad”, acusó.
“Son una disidencia claramente encabezada por miembros del Secretariado General y Tradicional de las FARC y eso las hace importantes”, aseveró la colombiana Sandra Borda, profesora e investigadora del Departamento de Ciencia Política de la (no estatal) Universidad de Los Andes, de Bogotá.
“Pero no significan desde ningún punto de vista un retorno a las FARC como las conocimos en el pasado”, aclaró a este periódico.
Sobre la denuncia de Bogotá, rechazada por Caracas, de que el ELN y los rearmados de la exguerrilla actúan en suelo venezolano amparados por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, Sánchez explicó a este periódico que esa situación “no detendrá el proceso de paz en Colombia, si bien puede hacer más difícil su avance”.
El presidente de Colombia, Iván Duque, canceló en enero de este año la negociación con el ELN, luego de que esa insurgencia reconoció que ejecutó un atentado terrorista ese mes en una escuela policial en Bogotá, con más de 20 muertos.
El primer candado al diálogo con el ELN lo colocó Duque al asumir en agosto de 2018, tras advertir que esa guerrilla nunca cesó sus actos terroristas. Las pláticas de 2018 entre el anterior presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y la cúpula del ELN se realizaron en Cuba, eterno refugio de las guerrillas colombianas.