¿Cómo determina China si una persona se contagió con el nuevo coronavirus? Desde exámenes de laboratorio hasta radiografías pulmonares, estas son las principales informaciones para entender el reciente cambio de los métodos de detección adoptado por Pekín.
La epidemia COVID-19, que deja ya más de 1.500 muertos y unos 66.000 contagiados en China, surgió en la provincia de Hubei (centro), que la semana pasada anunció un cambio de método, crucial en la lucha contra la neumonía viral, para contabilizar a los enfermos.
En China es la técnica llamada "amplificación de ácidos nucleicos", que permite detectar el coronavirus en la sangre del paciente o en las muestras extraídas en sus vías respiratorias (nariz o garganta).
Un video publicado la semana pasada por un hospital de Wuhan, capital de Hubei y epicentro de la epidemia, detalla el procedimiento, un poco doloroso.
Se ve a un miembro del personal médico hundir, a varios centímetros de profundidad, un hisopo en la cavidad nasal de un colega, y luego efectuar movimientos circulares a fin de recolectar la muestra que es enviada a un laboratorio para su análisis.
Cada día, entre 6.000 y 8.000 personas son sometidas a pruebas en Wuhan, según Zhang Hongxing, director de la Comisión Municipal de Salud.
A quienes están clasificados como "casos sospechosos". Es decir, los pacientes que presentan síntomas típicos de la neumonía covid-19, como fiebre, o un bajo número de glóbulos blancos.
Otras enfermos especialmente vigilados son los que han visitado Hubei o las regiones vecinas, especialmente afectadas por el coronavirus.
Las casos "sospechosos" son también quienes han tenido contacto con personas que viajaron a esas regiones o con pacientes ya confirmados.
En la actualidad, las autoridades sanitarias de la provincia también utilizan radiografías de los pulmones para realizar un "diagnóstico clínico" de los pacientes.
Si las imágenes médicas muestran una infección pulmonar, los pacientes sospechosos se vuelven automáticamente "confirmados", incluso sin haber pasado la prueba de amplificación de los ácidos nucleicos.
Alrededor de 17.000 personas ya han sido declaradas infectadas con el coronavirus a través de este "diagnóstico clínico".
El objetivo es conseguir "una detección y un tratamiento más tempranos" y "mejorar la tasa de éxito del tratamiento", declaró el viernes Zeng Yixin, vicedirector de la Comisión Nacional de Salud -que actúa como ministerio.
Solo Hubei adopta este método. Los hospitales de la provincia están desbordados. Hacer que cada paciente se someta a la prueba de detección llevaría mucho tiempo, especialmente si se tiene en cuenta la falta de equipo.
"Es un enfoque muy interesante y lógico", según Jessica Justman, profesora de epidemiología de la Universidad de Columbia en Nueva York.
El único punto débil, según ella, es que el uso de radiografías sólo es útil para detectar a "las personas con síntomas más graves", aquellas cuyas infecciones son visibles en las imágenes médicas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) llama por otra parte a discernir. "Estamos a la espera de una aclaración sobre cómo son hechos los diagnósticos clínicos", indicó el viernes su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Como los síntomas pueden parecerse, se debe "asegurar que otras enfermedades respiratorias como la gripe no estén contabilizadas en los datos de la epidemia del COVID-19", advirtió.
Realizar las pruebas en China es complicado, afirman los expertos, principalmente en momentos en que el número de casos sigue aumentando.
La prueba de ácido nucleico exige equipos especiales, un ambiente limpio y "personal muy calificado" para evitar toda contaminación de las muestras, subrayó Justman.
Otro problema es la rapidez. Este método sólo entrega su resultado después de dos o tres horas.
También hay un margen de error. En algunos casos, las pruebas con ácidos nucleicos pueden tener un resultado "negativo", pero los enfermos están efectivamente contaminados.
Esto puede ocurrir en caso de incidente con el material, de mala manipulación o si las muestras son mal recolectadas, explicó Ben Cowling, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong.