Bruselas

Ante la falta de una estrategia por parte de la Unión Europea (UE), Moscú se erige como el único actor externo capaz de influir en el conflicto desencadenado por la incursión armada de Turquía en el noroeste de Siria.

“Rusia es el gran ganador, nadie más. Esta situación ha dañado la credibilidad de Estados Unidos y su posición en el Medio Oriente, incluso más allá de las fronteras de Siria”, dice a EL UNIVERSAL Asli Aydıntasbas, investigadora del European Council on Foreign Relations.

“Turquía se quedará estancada, con una opinión pública global extremadamente negativa, y al tener que administrar un área extensa y extremadamente rezagada, Rusia emerge como la mente maestra de todo esto”, apunta.

En entrevista con este diario, Sven Biscop, experto del Royal Institute for International Relations con sede en Bruselas (EGMONT), no identifica “ganadores”; afirma que la ofensiva emprendida por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, añadirá mayor inestabilidad a la región; sin embargo, considera que ante la retirada de las fuerzas estadounidenses de territorio sirio y la incapacidad de actuar de la UE, Moscú emerge como el árbitro del conflicto.

“Por el momento, los rusos son los actores externos con mayor influencia en la región”, asegura. Los jefes de la diplomacia comunitaria se reunieron el lunes en Luxemburgo para debatir cómo frenar la ofensiva turca en suelo sirio. El encuentro concluyó con un comunicado condenando la ofensiva en Siria, pero sin aplicar ningún tipo de castigo.

Las sanciones europeas a Turquía serán, por lo pronto, unilaterales y no colectivas. Francia, Holanda y Alemania han tomado la iniciativa de suspender la venta de armas a los turcos. “El presidente estadounidense Donald Trump nos advirtió hace un año que retiraría las tropas, nos dio tiempo suficiente para reemplazarlas con fuerzas europeas, pero no fue el caso y Europa perdió su oportunidad”, asegura Biscop.

“Si los europeos hubieran intervenido, muy probablemente esto no estuviera ocurriendo, así que es hipócrita de nuestra parte criticar a Trump, porque si sabíamos que era importante tener ahí tropas debimos de haber actuado”, declara.

En el tablero internacional, Europa tiene el instrumento más fuerte para presionar al régimen de Erdogan: el económico.

La UE es por excelencia el principal socio comercial de Turquía, los intercambios sumaron 153 mil millones de euros en 2018; así como la principal fuente de inversión directa, los europeos inyectaron en el gigante musulmán 68.7 mil millones de euros en 2017. Aunque en el marco de las relaciones bilaterales, Erdogan es quien tiene la carta más fuerte.

En otras épocas, cuando la perspectiva de la adhesión a la Unión estaba sobre la mesa, muy probablemente Bruselas no hubiera titubeado en emprender acciones para disuadir al gobierno de Erdogan.

Pero conforme la ilusión de formar parte de la familia comunitaria se diluyó, la capacidad de intervenir por parte del bloque comunitario también se difuminó.

No sólo el régimen turco ya no anhela con la membresía comunitaria, logró cambiar las reglas del juego; aprovechó la crisis migratoria de 2015 para convertirse en guardián de las fronteras externas de la UE.

“En Ankara existe la sensación de que los europeos gritarán y darán de patadas, pero en última instancia no se atreverán a implementar sanciones por el tema migratorio”, sostiene Aydıntasbas, experta en política turca.

“El acuerdo sobre los refugiados colocó las relaciones en punto muerto, las transformó de unas basadas en valores compartidos [el proceso de adhesión] a una transaccional. Un tipo de relación que resulta insostenible (...) La decisión de reducir a mínimos la colaboración de alto nivel en los últimos años fue irracional, redujo aún más la influencia de Europa”.

Biscop, director del Programa Europa en el Mundo, sostiene que la incursión turca ha evidenciado nuevamente la desventaja que enfrenta la Unión Europea con respecto a otros actores globales para actuar ante las crisis internacionales, debido a las dificultades que hay para alcanzar una posición común.

Sostiene que más allá de la condena, a la UE no le queda mucho por hacer en esta crisis, que ha dado un giro imprevisto luego del acuerdo entre las milicias kurdas y el régimen del presidente sirio Bashar al-Assad, quien tiene como principales aliados a Teherán y Moscú.

“Esta crisis nos demuestra que la UE necesita tener la capacidad de actuar militarmente en solitario, porque en el futuro será necesario”, explica el autor de Estrategia europea en el siglo XXI.

“También nos dice que debemos emprender las iniciativas diplomáticas que coloquen a la UE como un actor en la región, de lo contrario volverá a ser muy tarde y nos quedaremos de nuevo mirando”, asegura el experto.

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