Washington.- El exvicepresidente Joe Biden hizo una revelación en el último debate de aspirantes presidenciales demócratas que, de no ser por la crisis del coronavirus que infecta el mundo, estaría ocupando todas las portadas de Estados Unidos. “Me comprometo a elegir a una mujer para ser vicepresidente”, sentenció.

Biden había jugado desde hace tiempo con la idea de elegir a una mujer como número dos. La mayoría de analistas apuntan que, en el contexto y con la base electoral que deberían movilizar, los demócratas cometerían un error tremendo eligiendo un ticket masculino y blanco, como es tradición.

Seleccionar a una mujer no sería algo histórico, pero sí altamente inusual. Hasta ahora, sólo dos mujeres han sido nominadas para la vicepresidencia en los dos grandes partidos del país: la exgobernadora republicana Sarah Palin en 2008 y la congresista demócrata Geraldine Ferraro en 1984. Ninguna de las dos consiguió el cargo.

Sin embargo, en caso de que Biden ganara las elecciones, la posibilidad de que por fin una mujer llegara a presidir Estados Unidos estaría más cerca que nunca, quizá más incluso que en 2016 y el favoritismo de la demócrata Hillary Clinton. Si no hay un descalabro y Biden hace lo que se espera de ser presidente de un único mandato, su compañera de fórmula tendría vía libre para adueñarse de la Casa Blanca, siempre y cuando tenga el favor electoral y supere las barreras de género que todavía existen entre los votantes estadounidenses, que han analizado numerosos estudios y han quedado suficientemente demostradas en las primarias de este ciclo electoral.

Las quinielas para el número dos de Biden hacía días que circulan, especialmente desde que el exvicepresidente renació de sus cenizas y se catapultó hacia la nominación. Ahora que está claro que será una mujer, la lista de candidatas va quedando cada vez más clara. Una de las primeras es una de las estrellas emergentes del partido: Stacey Abrams, afroamericana de Georgia que sorprendió a propios y extraños tras perder (entre dudas sobre la limpieza de las elecciones) la gubernatura del estado sureño de Georgia. “¡Claro que quiero el cargo!”, confesó hace un mes en un programa de televisión.

El nombre de Abrams es de los más comentados en los círculos políticos, ya que cumple varios requisitos que se auguran como claves: joven, afroamericana y del sur, tres cualidades que servirán para movilizar votantes. Se dice que Biden incluso quería presentarla como compañera de fórmula en su presentación como candidato presidencial, enviando el mensaje (erróneo) de que tenía la carrera ya ganada incluso antes de empezar.

Otra que ocupa puestos altos en la lista es la senadora Kamala Harris, hasta hace poco aspirante presidencial. “Está cualificada para ser presidenta”, dijo Biden de ella hace unos meses. Uno de los principales puntos en contra de Harris es que el estado que representa, California, no es necesario para ganar las elecciones. A cambio, es una figura contrastada a nivel nacional, feroz rival de Trump y todo lo que representa.

Parte del sector progresista desea que sea la senadora Elizabeth Warren, la última en aguantar el envite presidencial. Biden, en las últimas horas, ha abrazado algunas de las políticas de una mujer que es vista como una figura unitaria en el partido. También están en cola la senadora Amy Klobuchar, interesante para el voto industrial del medio-oeste, e incluso la exvicefiscal general Sally Yates, una de las primeras despedidas por Trump convertida en símbolo de la lucha contra el presidente.

El rival de Biden para la nominación demócrata, Bernie Sanders, dijo que “con toda probabilidad” elegiría una mujer como número dos, aunque sin tanto entusiasmo. Ahí la selección más natural sería la de la latina Alexandria Ocasio Cortez, quien dijo que sería un “honor” ser vicepresidenta. Enfrenta, sin embargo, un obstáculo ineludible: tiene 30 años y, como mínimo y por Constitución, tiene que haber cumplido 35.

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