Confundidos, con miedo al señalamiento público, reviendo comportamientos machistas del pasado o disgustados: algo está cambiando en la masculinidad argentina.
Muchos guardan silencio en público, pero en confianza y por lo bajo sostienen que "ahora hay que cuidarse", porque ellas son siempre motivo de conflicto. Los más reflexivos piensan la forma en que se relacionan con las mujeres; los menos se radicalizan. Sabemos qué les está pasando a muchas mujeres argentinas, pero ¿cómo están viviendo los hombres el #MiraComoNosPonemos?
"Muchachos, tengan mucho cuidado con lo que está pasando, no se puede creer", comienza el audio que se difundió en un grupo de WhatsApp.
Menciona un acontecimiento ocurrido en el estacionamiento de un supermercado en San Isidro. El hombre discutió con una mujer que ocupó un puesto para embarazadas sin estar en esa condición. La disputa se trasladó más tarde a la caja donde, luego de otros intercambios, ella lo acusó a viva voz de acoso. Lo que comenzó como una insólita denuncia pronto derivó en la llegada de guardias de seguridad y una multitud de curiosos que obligaron al hombre a retirarse del establecimiento.
El episodio ocurrido en los últimos días ilustra el miedo que muchos hombres empezaron a sentir luego de la catarata de denuncias que surgieron en distintos ámbitos a partir del testimonio de Thelma Fardin, que el martes pasado acusó al actor Juan Darthés de haberla violado cuando era menor de edad, en Nicaragua.
Valeria Llobet, doctora en psicología e investigadora del Conicet, sostiene que los varones están casi tan conmovidos como las mujeres frente a la revelación de que el abuso estaba naturalizado en un montón de prácticas cotidianas.
"Estoy sorprendido por la cantidad de casos. Surgieron un montón de denuncias y parece una ola cada vez más grande -dice Alberto, un oficinista de 37 años-. Considero también que hay una caza de brujas que no es buena. Si funcionara la Justicia no pasaría esto porque los violadores y acosadores estarían más preocupados".
Para Mabel Bianco, presidenta de la Fundación del Estudio y la Investigación de la Mujer (FEIM), la gran mayoría de los hombres saben que se puede abrir un grifo de denuncias y están preocupados y temerosos. "Saben que tienen que cuidarse y, por eso, en el mundo del espectáculo, van a revisar sus conductas y métodos. Creo que sería positivo que adopten protocolos de conducta y los difundan, así se transparenta un mundo donde hay mucha consideración de la mujer como objeto", dijo.
Frente a las denuncias y los señalamientos en redes sociales, muchos hombres han comenzado a replantearse la manera en que se relacionan con las mujeres. "Si no tuviera pareja, hoy me generaría pánico entablar una amistad o un cortejo con una chica, porque se puede malinterpretar", cuenta Alfredo, un inmigrante venezolano. Aunque celebra que muchos casos de abusos salgan a la luz, teme que empiecen a surgir denuncias falsas. "Hay que buscar un equilibrio", afirma.
Llobet cree que, para aquellos varones que siguen construyendo la idea de la relación sexual como un proceso de conquista donde hay un conquistador y un sujeto a ser seducido, el no es no resulta inadmisible, porque no encuentran cómo construir otra forma de aproximación al cortejo y al encuentro sexual.
"Hay miedo a que ahora salga a la luz lo que muchos hombres hicieron impunemente pensando que era lo que les correspondía, ese derecho de pernada que convierte a las mujeres en algo a disposición del deseo masculino", dice el ensayista Sergio Sinay.
"Otros tienen un miedo más difuso de ser víctimas de un señalamiento producto de una bronca que, a veces, sale a la superficie de manera indiscriminada. Las violaciones tienen que ser denunciadas, puestas a la vista del público y recibir el castigo que merecen. Pero hay otras acusaciones que no necesariamente tienen que ver con violaciones, sino con relaciones tóxicas en una pareja", añade. En este contexto, advierte que si algunas mujeres no miden bien sus acusaciones, van a terminar invalidando las denuncias de quienes sí fueron violadas.
Según Eleonor Faur, doctora en Ciencias Sociales y autora del libro Mujeres y varones en la Argentina de hoy (Siglo XXI Editores), "hay quienes señalan que las mujeres estamos todas un poco desbordadas o locas, o que las denuncias son falsas cuando sabemos bien que la mayoría no lo es y que más bien lo que ha pasado hasta ahora es que la mayor parte de los abusos e incluso de las violaciones se mantenían sin denunciar".
A su juicio, todos los hombres se sienten "desorientados o, al menos, interpelados" frente a todas estas nuevas demandas de las mujeres. "Por un lado hay una reacción muy virulenta y casi agresiva que busca reafirmar la masculinidad hegemónica y, por el otro, algunas manifestaciones de hombres jóvenes y de edad media que están dispuestos a revisar sus comportamientos, jóvenes antipatriarcales que se están deconstruyendo".
En el medio, entre uno y otro extremo, Eleonor Faur observa una cantidad de zonas grises que será necesario profundizar en el conocimiento con investigación específica.
En tiempos de #NiUnaMenos, #MeToo y #MiraComoNosPonemos, cada vez son más los ámbitos que proponen cuestionar puertas adentro los mandatos de la masculinidad tóxica. Muchos varones, incluso nucleados en organizaciones como clubes que tradicionalmente no le daban espacio pleno a las mujeres, hoy están revisando sus prácticas con perspectiva de género.
"Ha llegado el momento de revisar los vínculos con las mujeres y con los varones, donde uno no obtenga los galones por lo macho que es frente a las mujeres. Hay una tarea de sanación, de rescate de la masculinidad que está muy pendiente y en la que se ha trabajado poco -agrega Sinay-. No ha habido lo que sí se da en las mujeres, un movimiento de género; esta es una oportunidad para abandonar el miedo y ser los primeros en denunciar este tipo de episodios porque esto que sale a la luz denigra a los varones".
En su opinión, "el desconcierto, el miedo y la bronca pueden ser puntos de partida, pero en sí mismos no producen ningún cambio", concluye.