Sri Lanka continúa la búsqueda de los responsables de la ola de atentados suicidas que causaron 310 muertos y 500 heridos el pasado domingo, un baño de sangre que el gobierno atribuyó ayer a un movimiento islamista local y cuya investigación intenta determinar posibles conexiones internacionales.

Aunque los ataques aún no han sido reivindicados, la presidencia decretó el estado de emergencia desde ayer en aras de la “seguridad pública”. Los atentados coordinados del domingo, en los que participaron siete kamikazes, sembraron el horror en hoteles e iglesias que oficiaban misa en varios lugares de la isla, que no había conocido tanta violencia desde el fin de la guerra civil hace 10 años.

Al menos 32 extranjeros, entre ellos indios, portugueses, turcos, británicos, australianos, japoneses, estadounidenses, daneses y un francés, figuran entre los muertos. Otros 14 siguen desaparecidos y podrían estar entre las víctimas no identificadas en la morgue.

El portavoz del gobierno de Sri Lanka, que apuntó a la autoría del grupo islamista local National Thowheet Jama’ath (NTJ), no entendía “cómo una pequeña organización en este país puede hacer todo eso (...) Estamos investigando una posible ayuda extranjera y sus otros vínculos, cómo forman kamikazes, cómo han producido estas bombas”, agregó.

La organización policial internacional Interpol anunció el despliegue de un equipo de investigación en Sri Lanka, a petición de las autoridades locales, para reforzar las pesquisas.

Por el momento, una veintena de sospechosos han sido detenidos en relación con los atentados, que no han sido reivindicados.

La incriminación del NTJ supone un ascenso fulgurante de este grupo extremista poco conocido, cuya principal hazaña hasta ahora era atacar estatuas budistas, el año pasado.

La policía recibió hace 10 días información de que el grupo planeaba ataques contra iglesias y la embajada de India en Colombo.

“Los servicios de inteligencia señalaron que hay grupos terroristas internacionales detrás de los extremistas locales”, afirmó el presidente Maithripala Sirisena durante un encuentro con diplomáticos extranjeros, y pidió ayuda internacional.

Las dos principales organizaciones yihadistas internacionales, Al-Qaeda y el grupo Estado Islámico (EI), intentan desde hace años reclutar en las comunidades musulmanes del subcontinente indio, usando las persecuciones de las que dicen son víctimas los musulmanes de la región.

El temor a nuevos ataques resurgió ayer por la tarde, cuando se reportó una explosión cerca de la capitalina iglesia de San Antonio, una de las atacadas hace dos días. La detonación tuvo lugar cuando un equipo de artilleros trataba de desactivar una bomba hallada a poca distancia de la iglesia, y no se produjeron víctimas.

La embajada de Estados Unidos en Colombo pidió no bajar la guardia y en una advertencia de viaje señaló que “grupos terroristas continúan tramando posibles ataques” en lugares públicos.Aunque las familias comenzaron a sepultar a sus seres queridos, el gobierno dijo que hoy se realizará un funeral oficial en Negambo para las más de 300 víctimas de las explosiones.

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