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John Walker Lindh, el estadounidense que a comienzos de siglo acaparó las portadas de medio mundo tras ser capturado en Afganistán por formar parte de los talibanes, fue puesto este jueves en libertad tras pasar 17 años en prisión, una decisión que ha generado gran polémica, informaron medios locales.
Lindh, conocido como "el talibán estadounidense", fue condenado en 2002 a veinte años de prisión tras declararse culpable de los cargos de prestar servicio al grupo insurgente y de manejo de explosivos.
Tras cumplir los últimos años de su condena en la penitenciaria de Terre Haute, en el estado de Indiana, Lindh ha visto reducida su pena en tres años por buena conducta.
Foto: AFP
A pesar de este hecho, a sus 38 años, Lindh deberá de pasar los próximos años en libertad bajo vigilancia y sometido a un control poco habitual en este tipo de situaciones, puesto que no está claro si aún profesa la misma ideología radical que, en el año 2000, le llevó a viajar a Pakistán para unirse a los talibanes.
Durante su libertad condicional, este ciudadano nacido en Washington DC, en 1981, no tendrá acceso a un pasaporte, deberá obtener permiso para conectarse a internet -siempre bajo el control de las autoridades- y solo podrá comunicarse en inglés, para así evitar que pueda intentar radicalizar a otras personas.
El caso de Lindh adquirió gran notoriedad en noviembre de 2001, apenas unos meses después de los históricos atentados del 11-S, cuando se convirtió en el primer estadounidense en ser apresado en suelo afgano por haberse unido a las filas de un grupo que apenas unos meses antes había declarado la yihad a su país de nacimiento.
Sin embargo, la historia de Lindh comienza varios años antes, cuando durante su adolescencia, impresionado por la película 'Malcom X', de Spike Lee, decide dejar atrás su formación católica y abrazar el Islam.
De familia acomodada, en 1998, cuando apenas tenía 16 años, Lindh obtuvo permiso por parte de sus padres para viajar a Yemen para aprender árabe.
Foto: Reuters
Apenas dos años más tarde, ya en Pakistán, entró en contacto con el grupo talibán y poco después se trasladó a Afganistán, apenas unos meses antes de los atentados que se cobraron miles de víctimas en las Torres Gemelas de Nueva York y en el Pentágono, en Washington.
Ya en las filas de los insurgentes, el joven estadounidense llegó a conocer al líder del grupo, Osama bin Laden, quien durante años fue considerado el enemigo público número 1 de Estados Unidos por planear los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Cuando se encontraba bajo arresto, participó en un motín en la prisión en el cual perdió la vida el oficial de la CIA Mike Spann, quien se convirtió en la primera víctima estadounidense abatida en suelo afgano durante ese incipiente conflicto que habría de prolongarse hasta el día de hoy.
Durante su estancia entre rejas, Lindh se convirtió en un activista que luchó con bastante éxito por los derechos de los presos musulmanes.
Entre otros logros, consiguió que las autoridades permitieran a quienes profesan esta religión ejercer su derecho a rezar en grupo y acabó con la costumbre de los cacheos a cuerpo desnudo a los que se debían someter quienes visitaban a los presos.
A pesar de que su buena conducta está fuera de toda duda, su carácter introvertido y el hecho de que claramente haya seguido profesando su religión de manera activa han hecho que algunos políticos se pongan en guardia y critiquen la decisión de liberar a un prisionero de un conflicto que aún no ha terminado.