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Sacude el Papa a jerarquía católica global: “en duda” viabilidad religiosa

“La fe se desgasta y se degenera”, advirtió el Pontífice en una homilía en Panamá para alertar sobre un “cansancio paralizante” de sacerdotes y laicos.

Foto: EFE | El Universal
26/01/2019 |18:12
EL UNIVERSAL San Luis Potosí
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El Papa Francisco sacudió hoy en Panamá a la jerarquía católica global al advertir que, por su “intensidad y perplejidad”, los cambios que el mundo atraviesa “ponen en duda” la viabilidad de la vida religiosa, cuestionan las formas humanas de expresión y provocan un “cansancio paralizante”en sacerdotes y laicos, porque “la fe se desgasta”.

En una homilía esta mañana en la consagración del altar de la Catedral Primada Basílica Santa María la Antigua, de esta capital, Francisco alertó que hay una “fatiga” que “nace de cara al futuro cuando la realidad ‘cachetea’ y pone en duda las fuerzas, recursos y viabilidad de la misión en este mundo tan cambiante y cuestionador”.

“Es un cansancio paralizante. Nace de mirar para adelante y no saber cómo reaccionar ante la intensidad y perplejidad de los cambios que como sociedad estamos atravesando. Estos cambios parecieran cuestionar no solo nuestras formas de expresión y compromiso, nuestras costumbres y actitudes ante la realidad, sino que ponen en duda, en muchos casos, la viabilidad misma de la vida religiosa en el mundo de hoy”, afirmó.

En una ceremonia ante decenas de jerarcas católicos de distintas partes del mundo, el Pontífice explicó que “el cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado y que tantas veces no ha sabido escuchar tantos gritos en el que se escondía el grito del Maestro: ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. Así podemos acostumbrarnos a vivir con una esperanza cansada frente al futuro incierto y desconocido”.

“Esto deja espacio a que se instale un gris pragmatismo en el corazón de nuestras comunidades. Todo aparentemente parecería proceder con normalidad, pero en realidad la fe se desgasta y se degenera”, lamentó.

“Desilusionados con la realidad que no entendemos o que creemos que no tiene ya lugar para nuestra propuesta, podemos darle ‘ciudadanía’ a una de las peores herejías posibles para nuestra época: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando”, subrayó.

En el cuarto y penúltimo día de su visita a Panamá, que inició el pasado miércoles, Francisco aseveró que “es relativamente fácil para nuestra imaginación, compulsivamente productivista, contemplar y entrar en comunión con la actividad del Señor, pero no siempre sabemos o podemos contemplar y acompañar las ‘fatigas del Señor’, como si esto no fuera cosa de Dios”.

“El Señor se fatigó y en esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos los que están cansados y agobiados”, añadió.

Agotamiento.

Tras indicar que “las causas y motivos que pueden provocar la fatiga del camino en nosotros sacerdotes, consagrados y consagradas, miembros de movimientos laicales son múltiples”, describió que hay “desde largas horas de trabajo que dejan poco tiempo para comer, descansar y estar en familia, hasta ‘tóxicas’ condiciones laborales y afectivas que llevan al agotamiento y agrietan el corazón”.

“Desde la simple y cotidiana entrega hasta el peso rutinario de quien no encuentra el gusto, el reconocimiento o el sustento necesario para hacer frente al día a día; desde habituales y esperables situaciones complicadas hasta estresantes y angustiantes horas de presión. Toda una gama de peso a soportar”, narró.

“Sería imposible tratar de abarcar todas las situaciones que resquebrajan la vida de los consagrados, pero en todas sentimos la necesidad urgente de encontrar un pozo que pueda calmar y saciar la sed y el cansancio del camino. Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar”, prosiguió.

Según el Pontífice, “de un tiempo a esta parte no son pocas las veces que parece haberse instalado en nuestras comunidades una sutil especie de fatiga, que no tiene nada que ver con la fatiga del Señor”.

“Se trata”, continuó, “de una tentación que podríamos llamar el cansancio de la esperanza. Ese cansancio que surge cuando―como en el evangelio―el sol cae como plomo y vuelve fastidiosas las horas, y lo hace con una intensidad tal que no deja avanzar ni mirar hacia adelante. Como si todo se volviera confuso”.

Como parte de su participación en esta ciudad en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que comenzó el martes anterior y concluirá mañana, anticipó en la consagración del altar que “la esperanza cansada será sanada y gozará de esa ‘particular fatiga del corazón’ cuando no tema volver al lugar del primer amor”.

La sanación llegará cuando se “logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores. Así evitaremos el riesgo de partir desde nosotros mismos y abandonaremos la cansadora auto-compasión para encontrar los ojos con los que Cristo hoy nos sigue buscando, llamando e invitando a la misión”.