“La felicidad no llega de la nada y los sueños no se harán realidad por sí mismos. Necesitamos tener los pies en la tierra y trabajar duro. Debemos mantener la idea de que trabajar duro es la virtud más honorable, más noble, más grande y más hermosa”. Quien lo dijo fue el actual presidente chino, Xi Jinping.

China se ha consolidado como la segunda economía mundial, con un Producto Interno Bruto (PIB) que aumentó 174 veces entre 1952 y 2018, indicó Ning Jizhe, subdirector de la Comisión de Desarrollo y Reforma. Apenas el miércoles, la nación inauguró un aeropuerto ultramoderno que costó 17 mil 500 millones de dólares. Ning destacó que en los últimos 70 años, desde la llegada de Mao Tse-tung al poder, la inversión se disparó, se fortaleció el nivel de productividad, el equipo industrial y las redes de infraestructura.

El  1 de octubre se cumplen los 70 años de la fundación de la República Popular China, pero antes de Mao hubo una “guerra de resistencia contra Japón”, que acabó en agosto de 1945 cuando los nipones se rindieron ante los aliados en la Segunda Guerra Mundial, como dice el libro La China de Mao y la Guerra Fría, de Chen Jian.

Jian recuerda que la "paz no llegó", porque en el "contexto de la emergente confrontación global entre Estados Unidos y la Unión Soviética, las tensiones largo tiempo acumuladas entre el Partido Comunista de China (PCCH) y el Partido Nacionalista, o Kuomintang, se intensificaron, lo que llevó al país al borde de la guerra civil".

Y aunque hubo esfuerzos por lograr negociaciones, incluso con el apoyo de la Unión Americana y los soviéticos, "a mediados de 1946 estalló finalmente una guerra civil en toda la nación, cuyo resultado fue la victoria de la revolución comunista china en 1949". El grupo en el poder desde entonces es el Partido Comunista Chino.

“Mao, un visionario y un dictador”
Tras la victoria del PCCH, Mao, líder del partido, encumbró al país asiático a la cúspide mundial. Él era un filósofo y político, como se reseña en Mao Tse-Tung, in the scales of history, de Dick Wilson, pero también era un “pensador inquisitivo que disfrutaba del poder, un visionario y un activista, y un dictador que buscó un nuevo orden”. Buscaba, en términos simples, "crear una China comunista, poderosa y sana".

Para lograr su objetivo, El Gran Timonel, como era conocido, lanzó campañas de reafirmación ideológica: el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. Con la primera se buscaba transformar la economía agraria por más industrialización. Se prohibió la agricultura privada.

“El crimen más grande fue el aumento en las requisiciones de grano exigidas a los aldeanos, cuando tenían más problemas en recolectar sus cosechas debido a la desviación de la fuerza laboral hacia obras públicas, y también a causa del mal clima”, afirma John King Fairbank, en China: una nueva historia.

En consecuencia, se dio un alza en la tasa de mortalidad. “Sólo en 1960 se supo que muchos campesinos estaban muriendo de hambre y que el sistema económico era un desastre. La economía china era un caos y el Gran Salto Adelante  una gran catástrofe, cuyo responsable era el presidente Mao. Este incluso debió admitir que no sabía casi nada de economía”. Por estas políticas las tropas  deshicieron un levantamiento en Lhasa: el Dalai Lama huyó a India.

En el plano internacional, el país asiático apoyó a Norcorea contra Corea del Sur en la Guerra de Corea. Al menos 100 mil voluntarios chinos murieron.

En el ámbito interno, esta etapa logró que los “cuadros locales acogieran con satisfacción la oportunidad de manejar a las masas en los nuevos proyectos sin la interferencia del gobierno central”.

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Mao inició su Revolución Cultural en 1966. “Su objetivo declarado era limpiar a la sociedad China de las influencias capitalistas y del pensamiento burgués. Y eso se tradujo en purgas políticas, exilio, ejecuciones y trabajo forzado para millones de personas, que fueron enviadas a granjas especiales para su reeducación”, indica la BBC.

El País afirma que esta etapa dejó, según cálculos de los expertos, “cerca de 2 millones de muertos, una economía arrasada, un patrimonio cultural milenario destruido y una psique nacional traumatizada”. Tras la muerte del sucesor propuesto por Mao, Lin Biao, y el arresto de la Banda de los Cuatro, altos mandos del PCCH, Deng Xiaoping y sus reformistas se deshicieron de  políticas de esta era.

Apertura al capitalismo
Tras Mao, China se abrió al capitalismo. Deng  subió cargos en el Partido Comunista. “Deng quería conservar el poder, pero fue muy astuto y paciente en hacerlo”, asegura Whitney Stewart en Deng Xiaoping: Leader in a Changing China.

El político, nombrado como  El Pequeño Timonel, desarrolló su propia estrategia económica, que llamó las Cuatro Modernizaciones, en agricultura, industria, defensa nacional, y ciencia y tecnología. “Habló con líderes industriales, especialistas en el transporte, científicos y el Consejo Militar para buscar métodos que acabaran con la corrupción y mejoraran la eficiencia (…) Deng creía que la producción financiera era más importante para China que la revolución política. Las estadísticas probaron su eficacia. En 1975, la economía china creció 11.9%”, cuando un año antes fue de 1.4%, indica Stewart.

En el ámbito global, el país se unió a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1971 y un año después se dio la visita del presidente Richard Nixon al país asiático.
En el campo se ampliaron las parcelas privadas y el trabajo de tierras. En la industria, entre otros cambios, se abandonó la autosuficiencia económica y la desconfianza extranjera, por lo que hubo más compañías privadas. En la defensa nacional se reintrodujeron los grados y aumentó el número de soldados. En ciencia y tecnología se dio más apoyo para que los alumnos fueran enviados a las mejores universidades en el extranjero.

A este reformista se le atribuye la frase: “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato”.

La masacre en Tiananmen
Había reformas económicas, pero en otros planos las cosas seguían igual. Los jóvenes y los obreros se quejaron de que hacían falta cambios  políticos, sobre todo en materia de combate a la corrupción. En consecuencia, ocurrieron una serie de manifestaciones, que finalmente fueron reprimidas a la fuerza. El gobierno usó al ejército en la plaza de Tiananmen, envió los tanques y declaró la ley marcial.

Los números de las muertes civiles varían de entre 400 a 800 a 2 mil 600, y los de heridos se calculan entre 100 mil y un millón.  El gobierno “nunca ha dado cualquier información para corroborar su cifra de cerca de 300 muertos y 2 mil heridos”, dice Robert L. Suettinger en Beyond Tiananmen: the Politics of U.S. China Relations 1989-2000.

Deng siguió en el poder hasta 1997, cuando falleció. En ese año la colonia británica de Hong Kong regresó a la soberanía china.

El sucesor de Deng fue Jiang Zemin, quien “puso énfasis en la ciencia y la educación, buscó una estrategia para el desarrollo económico sustentable, el desarrollo de la ley y consolidó o aumentó la influencia internacional de China”, mencionan Hung-Mao Tien y Yun-Han Chu en China Under Jiang Zemin.

Concluido su periodo, España ordenó detener a Xiang, tras acusarlo de reprimir a los habitantes del Tibet, lo que fue criticado por el gobierno chino. Luego de él llegó al poder Hu Jintao, quien restableció el control estatal en ciertos sectores de las finanzas. Hu frenó los disturbios sociales, las protestas de las minorías éticas y las figuras disidentes.

Una sociedad armoniosa
Hu buscó “una sociedad armoniosa [que] debe tener una democracia, un Estado de derecho, equidad, justicia, sinceridad, amistad y vitalidad”, declara Willy Wo-Lap Lam en Chinese politics in the Hu Jintao Era. New leaders, New challenges.

Hu también logró que la influencia de su país creciera en África y América Latina. En 2008, un terremoto en Sichuan mató a 80 mil personas. Ese mismo año se celebraron los Juegos Olímpicos en Beijing. En 2009 ocurrieron los disturbios étnicos en la  región occidental de Xinjiang, que dejaron 197 muertos.

Hu estuvo al frente hasta noviembre de 2012, cuando fue sucedido por el actual presidente Xi Jinping. Las principales críticas a su periodo se centran en su control de los medios de comunicación y su censura a ciertos materiales políticos en internet, que según la agencia Xinhua se dio para “garantizar la seguridad de la información y la estabilidad nacional”.

Frente a las críticas, Xi ha dicho que los logros de la nación demuestran que sólo “el Partido Comunista puede liderar a China”.

En su periodo se instauró el Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era, que se resumió en 14 puntos. Entre las ideas que destacan, como menciona la BBC, se encuentran garantizar el liderazgo del partido sobre todo el trabajo, comprometerse con un enfoque centrado en la sociedad, adoptar una nueva visión para el desarrollo, ver que la sociedad es quien gobierna al país y defender los valores socialistas, entre otros.

También buscó combatir la corrupción dentro del país. En 2013, el gobierno encarceló de por vida a Bo Xilai, acusado de corrupción en un escándalo que inició con el asesinato de un empresario por parte de su esposa, menciona Reuters. En 2015, cayó el exjefe de seguridad interna, Zhou Yongkang, por corrupción y filtrar secretos de Estado.

A Xi se le critica su bloqueo a internet y otros servicios tecnológicos, además de su aparente intención de permanecer en el poder. En 2018, el país asiático cambió su Constitución para eliminar los límites del mandato presidencial.

Uno de los mayores desafíos que enfrenta son las protestas multitudinarias que estallaron  en marzo pasado en la región administrativa especial  de Hong Kong. Entre sus demandas están que Beijing les dé más libertad.  Los ojos están puestos en cuál será la respuesta china frente a este reto y en saber si Hong Kong se convertirá en el nuevo Tiananmen o una prueba de la evolución del “socialismo con características chinas” al que Mao vio nacer.

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