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El pulque de Mexquitic de Carmona, elixir en peligro de extinción

Doña Felipa es una de las últimas pulqueras de El Porvenir, en Mexquitic de Carmona, quien sale todos los días con su raspador y su cubeta para extraer aguamiel de los magueyes de sus tierras

Doña Felipa aprendió a elaborar el pulque desde hace 30 años, oficio que le ha dado grandes satisfacciones y sustento familiar. Foto: Regina Arellano
19/07/2023 |12:57
Regina Arellano
Reportera multimedia en San Luis PotosíVer perfil

La tradición de hacer el pulque y consumirlo es una práctica que ha ido disminuyendo con el paso de los años en la comunidad de El Porvenir en Mexquitic de Carmona, San Luis Potosí. Así lo relató doña Felipa Galaviz Gutiérrez, quien, en entrevista para EL UNIVERSAL San Luis Potosí, contó todo lo vivido en sus 30 años de experiencia haciendo pulque.

Doña Felipa comenzó con la elaboración del pulque desde joven por impulso de sus suegros, quienes, a pesar de que ella no quería, le insistían para que aprendiera a raspar el maguey para conseguir el aguamiel. Así fue como, sin imaginarlo, se adentró en el maravilloso oficio de la producción de la llamada “bebida de los dioses”, labor que le permitió sacar a sus hijos adelante.

Foto: Regina Arellano

Actualmente, y como acostumbra desde hace años, su jornada empieza desde temprano. Por las mañanas recorre un largo camino, aproximadamente de 30 minutos, para llegar al terreno donde raspa el maguey. Y, por las tardes, vuelve para extraer el aguamiel, el cual, es posible recolectar debido al proceso de raspado.

En un muestra para este medio, Doña Felipa hizo énfasis en que los únicos magueyes a los que se les puede raspar son aquellos que ya están maduros, lo cual, conlleva un proceso de crecimiento de alrededor de 15 años. Explicó que cuando ya están listos para ser raspados, sus pencas se levantan en forma de flor, a diferencia de cuando están tiernos, pues en esa etapa sus pencas siguen ladeadas.

Al llegar a la madurez, a los magueyes se les quita el quiote, se limpian y de ahí sale el aguamiel. De esta planta, cuenta, nada se desperdicia, pues en el fin de su ciclo de vida, los magueyes se “entristecen”, sus pencas comienzan a bajar de nivel y a cambiar a un color amarillento y cuando éstas se secan, sirven de alimento para las chivas, mientras que, la pulpa que sale día con día en el proceso del raspado, le sirve para alimentar a sus pollos.

Foto: Regina Arellano

Asimismo, comentó que, cuando los magueyes crecen recibiendo mucha agua, éstos pueden sacar varios litros de aguamiel al día, y que así pueden durar por 4 o 5 meses hasta secarse. Sin embargo, ahora, con la escasez de agua, los magueyes dan todo el aguamiel en menos de un mes.


De aguamiel a pulque


Al llegar a su casa doña Felipa cuela el aguamiel, ya que, en el proceso de recolección el líquido dulce se llena de las abejas que también intentaban extraerlo, pero que murieron en el proceso.

Foto: Regina Arellano

Después de colarlo, lo mezcla en una cubeta donde almacena el pulque. De esta manera, el aguamiel recolectado entra en un proceso de fermentación, el cual dura alrededor de dos horas. Después de este tiempo, está lista la “bebida de los dioses” para ser consumida y disfrutada.


Producción del pulque, un arte cada vez más escaso


Doña Felipa comentó que ya casi nadie planta magueyes, extrae el aguamiel y que, incluso, ya casi nadie busca consumir esta nutritiva bebida.

“Antes todos hacían pulque, pues todos tenían maguey. Ahorita ya somos contados lo que tenemos. Porque ahorita en realidad la gente ya no… pues los que ponían ya se murieron.”

Asimismo, comentó que los jóvenes en la actualidad ya no se interesan por seguir esta tradición. Sin embargo, ella día con día sigue recorriendo sus tierras, extrayendo el aguamiel, así como trasplantando los “hijitos” que produce esta maravillosa planta.

Foto: Regina Arellano

En consecuencia, doña Felipa se ha convertido en una de las pocas y pocos productores de pulque en este poblado del municipio potosino y reconoce con tristeza que debido a que el consumo ya no es escaso, ya no vende tanto como en el pasado.

“Por ahí vendo un litrillo o dos, ya se acabó la gente que tomaba pulque”, señaló. Sin embargo, lo poco que logra sacar, además de venderlo a sus conocidos, también lo comparte con su familia o seres queridos.