La delegación de La Pila, ubicada al sur de la capital potosina, es mucho más que una demarcación administrativa: es un espacio donde convergen siglos de historia, tradición, transformación y orgullo comunitario. Fundada como hacienda en 1616, su nombre proviene de una pila de agua utilizada para el almacenamiento de recursos hídricos, ubicada estratégicamente en un punto clave del camino entre y la Ciudad de México.

Los orígenes de La Pila se remontan a 1593, cuando el virrey Gaspar de Zúñiga otorgó estas tierras al alguacil mayor Pedro de Bravo. Sin embargo, fue Martín Ruiz de Zavala quien consolidó la propiedad y sentó las bases de una hacienda ganadera, agrícola e incluso minera, al aprovechar la abundancia de agua para establecer una planta de beneficio y fundición en el siglo XVII.

Testigo de eventos históricos nacionales

La historia de La Pila se entrelaza con momentos clave de la historia nacional. En 1863, el presidente Benito Juárez pernoctó en la hacienda durante su paso por . Años antes, en 1858, la hacienda fue sede de una memorable corrida de toros con ejemplares donados por doña Antonia Arduengo, evento que recaudó fondos para la construcción del Santuario de Guadalupe.

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Durante la Guerra de Reforma, La Pila sirvió como paso obligado y como centro de formación de tropas. También se registran conspiraciones clericales, como la conocida conjura de Fray Otaheite, que dan cuenta de su relevancia como punto estratégico y político en la historia del país.

Un legado cultural que perdura

La vida religiosa y cultural de La Pila sigue marcando el pulso de la comunidad. Entre sus expresiones más destacadas se encuentra la Procesión de los Cristos, en la que cientos de imágenes, algunas con más de 400 años de antigüedad, recorren las calles hasta llegar a la parroquia de la Inmaculada Concepción.

Capillas históricas como la dedicada originalmente a Nuestra Señora del Pilar (hoy Nuestra Señora de la Concepción de María) siguen de pie, al igual que otras construcciones religiosas en comunidades aledañas, como Arroyos, La Noria de San José y Terrero Sur.

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De hacienda mezcalera a motor industrial del estado

Durante el siglo XIX, La Pila alcanzó gran prosperidad gracias a su conexión ferroviaria. Sus campos producían maíz, frijol, vino mezcal y hortalizas. En su apogeo, albergaba una fábrica de mezcal con reconocidas marcas como San Roque, San José, El Farolito y El Viejito. Sin embargo, con la reforma agraria y el reparto de tierras, la producción decayó y la hacienda cerró en la década de 1980.

Hoy, La Pila vive una nueva etapa de desarrollo. Gracias a su ubicación estratégica, se ha convertido en uno de los polos industriales más importantes de . Parques como el WTC Industrial, Tres Naciones, Logistic y Millenium albergan empresas de talla internacional que dinamizan la economía regional y ofrecen nuevas oportunidades a sus más de 21 mil habitantes.

Foto: Facebook Delegación la Pila.
Foto: Facebook Delegación la Pila.

De delegación a municipio: el anhelo de una comunidad

El sueño de convertir a La Pila en un municipio no es nuevo. Desde su establecimiento como delegación el 24 de enero de 1996 —como resultado de un conflicto social que derivó en su separación de —, sus habitantes han buscado mayor autonomía y reconocimiento. Este hecho histórico fue avalado por el Decreto Legislativo 538 de la Quincuagésima Cuarta Legislatura del Estado.

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Actualmente, la Constitución Política del Estado de y el artículo 115 de la Constitución Federal avalan la posibilidad de que las delegaciones, bajo ciertos criterios demográficos, económicos y administrativos, puedan aspirar a convertirse en municipios libres y soberanos.

Una comunidad con identidad propia

cuenta con todos los elementos para consolidarse como el municipio número 60 del estado: una historia rica, una economía en expansión, una identidad cultural profundamente arraigada y una población en crecimiento. A lo largo de los años, su gente ha demostrado una capacidad inquebrantable de adaptación y transformación.

A 29 años de su fundación como delegación, se levanta con fuerza como un ejemplo de identidad, desarrollo y autonomía. Convertirse en municipio sería el paso natural para una comunidad que ha demostrado, a lo largo de su historia, que está lista para gobernarse a sí misma.

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