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“Reparar Niños Dios es un arte”, expresa Sandra Salvador Miranda mientras moldea con una espátula la nariz de una estatuilla de apenas 12 centímetros de longitud. Para ella lo mejor de su trabajo es la satisfacción de ver restaurado un Niño Dios destruido, juntar las piezas, tapar las “cicatrices” y dejarlo como nuevo.
El tiempo de la reparación varía según el tamaño de la figura, las más complicadas son las de 12 centímetros, porque es el modelo más pequeño y se requiere de mayor precisión.
“Juntar las piezas una a una, la cabeza, el brazo, las piernitas, arreglar la nariz, rehacer los dedos y ver al final el resultado es muy satisfactorio, pero lo es todavía más cuando la gente lo ve y me dice: ‘¡Qué bien quedó!’. Arreglar los niños de tal manera que no se vean las cicatrices me llena de satisfacción”, afirma.
En un recorrido realizado por EL UNIVERSAL sobre la calle de Talavera, en la Ciudad de México, sitio donde se reparan, visten y ofertan accesorios para los Niños Dios, comerciantes lamentan que entre los millennials se pierda la tradición de vestir estas figuras religiosas para llevarlas a bendecir el 2 de febrero. Consideran que los jóvenes lo toman como un “juego”.
“La mayoría de las personas que vienen a reparar, comprar o a vestir a los niños son personas mayores que conservan la tradición. Jóvenes casi no vienen, lo toman a juego, los visten de futbolistas o de lo que se les ocurra”, comenta Sandra mientras aplica la primera capa de pintura con el aerógrafo.
Condenan burla del Pasito Perrón
Condenó el video del Niño Dios bailando el Pasito Perrón, el cual se hizo viral en redes sociales. Lo calificó de una “burla”, puesto que considera que no es correcto jugar con cosas religiosas.
“Nunca supimos quién fue, no se veía su cara en el video, pero todos los que vendemos aquí nos molestamos mucho. Fue una burla, una falta de respeto, no es algo de juego, los padres deberían inculcar en sus hijos el respeto por estas tradiciones y esta creencia”, destaca.
Pese a ser vísperas del Día de la Candelaria, Sandra dice que la afluencia de clientes “no ha sido tan buena” como en otros años. Confió en que luego del sismo del 19 de septiembre la gente acudiera para reparar sus estatuillas, pero eso no ha ocurrido, porque prefieren comprar otro que pagar por la restauración.“Casi no me han traído niños rotos por el sismo, sólo dos, a uno se le rompieron la manita y las piernas, al otro la cabeza y quedó despostillado. A muchos se les perdieron o quedaron tan destruidos que prefieren comprar uno nuevo”, indica.
Saúl Gómez restaura estas figuras religiosas desde los nueve años, su familia le enseñó este oficio; originario de Teotihuacán, Estado de México, no sólo elabora Niños Dios, también todas las estatuillas del nacimiento; a su taller llegan personas de Puebla, Querétaro, Tlaxcala y hasta de Guadalajara.
Para Saúl, de 34 años, lo mejor de su trabajo son las historias de cada niño que le llevan a reparar, en especial de aquellos que han pasado por varias generaciones en las familias.
“Cada niño tiene una historia de fe, cuando me las cuentan siento gran emoción, porque al repararlos mantengo viva su creencia, el milagro que les cumplió. Soy muy cuidadoso en mi trabajo, para que los Niños Dios queden perfectos, sin huella del arreglo”, asegura.
El taller de Saúl, sobre la calle de Roldán, restaura figuras de yeso, madera y fibra de vidrio; los de madera, dice, son difíciles de encontrar y los de mayor antigüedad. Al tomar la charrasca para diseñar los ojos de Jesús, recuerda la historia que más lo ha conmovido en sus más de 20 años de restaurador.
Se trata de un accidente que tuvo una familia de San Juan de los Lagos, Jalisco, que se dirigía a visitar a unos familiares en el Estado de México. Durante el viaje la familia chocó contra una de las vallas de contención de la carretera, según Saúl, el vehículo quedó destrozado, pero los pasajeros salieron ilesos.
“Un viejito que hace como tres años me trajo un niño de madera de 60 centímetros para repararle el brazo me contó que cuando sucedió el accidente de su familia, el brazo se le cayó al Niño Dios sin que nadie lo haya movido. Lo asociaron con que no les haya pasado nada”, dice.
Vestir al “niño” cuesta
Sobre las calles de Talavera y Roldán tanto locales como puestos ofertan ropones, zapatos, canastas, sábanas y hasta nichos con los que adornan a los Niños Dios. Comerciantes señalan que los modelos más solicitados son las vestimentas del Niño de la Salud, el de la Fe y el Trabajo, así como el de La Prosperidad.
El ropón de bautizo, del cual se visten a los niños que por primera vez se bendecirán, tiene un costo de 70 pesos, incluye el ropón, el calzón y el gorro. Los zapatos tejidos cuestan 20 y el bambineto de mimbre vale 70. La figura de esta talla tiene un costo de 35 pesos, el gasto total es de 195 pesos.
Pero si el cliente busca un ropón más elaborado el costo va de los 180 pesos, para el de 12 centímetros, y de 280, para el de 70 centímetros; si desea colocarlo en un nicho, estos van desde los 200 pesos para el modelo más chico, hasta los 850 para el de 70 centímetros.
Isabel Melgar, quien tiene más de 25 años en el comercio de vestimenta para esta figura religiosa, detalla que sus trajes incluyen el ropón con doble fondo, el calzón y los zapatos,
Junto con su familia, tiene un taller donde confeccionan la indumentaria, los modelos de tallas chicas son los más difíciles de hacer. Los que requieren de mayor tiempo por los detalles que tienen son el Niño de la Salud, porque su ropón tiene bordados en hilo dorado y rojo, además una capa roja con filos adornados de encaje dorado.
El Niño de los Enfermos también requiere de mucha “talacha”, puesto que lleva estrellas bordadas con lentejuelas doradas; mientras que el modelo de La Prosperidad consiste en un ropón verde claro, que está cubierto por un tul con flores de hilo blanco y cadenas doradas.
“Entre más detalles, más trabajo cuesta elaborarlos. Si llevan lentejuelas se tienen que bordar a mano, implica más tiempo. Colocarle los encajes y los detalles en diferentes colores requiere de mucha talacha y paciencia, aunque la mayoría los fabricamos con máquinas, los que llevan lentejuelas los tenemos que hacer a mano”, explica.
El modelo favorito de Isabel es el Niño de la Unión Familiar, su indumentaria es morada con flores del mismo color y otras más doradas. Recuerda que hace 10 años su familia estaba separada, por lo que se encomendó a este niño y poco a poco se volvió más unida.
“Yo tenía muchos problemas con mi familia, en especial con mis hijos que estaban en la adolescencia y andaban muy rebeldes, se metían en muchos problemas. Le recé al Niño de la Unión Familiar que mantuviera a los míos juntos y me lo cumplió”, afirma.
El origen de la tradición
Esa festividad tiene sus orígenes en la religiosidad judía, que obligaba a la mujer que daba a luz a esperar 40 días, recuerda José de Jesús Aguilar, director de Radio y Televisión de la Arquidiócesis de México.
Luego de este periodo, tenía que presentarse en el templo de Jerusalén, llevando a su hijo y ofreciendo un sacrificio por su purificación. Destaca que el sacrificio consistía en la ofrenda de un animal, cuya sangre se rociaba a la mujer para considerarla purificada. Como María y José eran judíos, tuvieron que cumplir con esta orden y, de esta manera, presentaron al Niño Jesús en el templo.
Detalla que en el caso de México, en la mayoría de las casas donde son católicos, el Niño Dios se levanta y la gente suele llevarlo a bendecir y a cambiarle el atuendo. “En esto hay que recordar algunos puntos, como el que la imagen no necesita cambiar de ropa cada año, basta con que la tenga limpia y digna”, dice.
Destacó que se le puede vestir con alguno de los atributos que celebra la Iglesia católica, como el Señor de la Divina Misericordia, el Sagrado Corazón, Cristo Rey y el Buen Pastor, entre otros.
José de Jesús Aguilar explica que vestir al Niño Jesús de santo, como San Juan Diego o San Juditas, por ejemplo, no es adecuado, porque “son los santos quienes buscan parecerse a Jesús y no al revés”.