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En las redes sociales se identifican como “agencias de modelos” o de “acompañantes”, pero en realidad su negocio representa algo más que la prestación del sexoservicio, son el medio que muchas emplean para huir de la crisis económica, a cambio de aceptar la explotación temporal.
Cada tres o cuatro meses las empresas que operan en México renuevan los perfiles y presentan fotografías adicionales de mujeres parcialmente desnudas, en su mayoría extranjeras.
Lorena, por ejemplo, era estilista en Venezuela, “pero de arreglar uñas y pelo” no le alcanzaba para mantener a su familia. En su desesperación quiso emigrar a otro país para buscar trabajo, aunque su situación económica no le permitía costear los gastos del viaje fue cuando conoció a una agencia de modelos, que por medio de “un acuerdo de palabra”, le ofrecía la oportunidad de salir de la nación sudamericana.
El destino era México y el trabajo consistía en brindar servicios sexuales. “No iba a firmar hojas ni nada”, dice; sin embargo, aclara que antes de viajar los encargados de la agencia sostienen una plática con las interesadas, en la que les explican las reglas y la deuda que deberán cubrir en un tiempo determinado.
“El acuerdo es pagar la deuda de pasajes y luego pagar comisión por tres meses o el tiempo que se debe cumplir para que ellos vean sus ganancias”, explica Lorena.
Después de que aceptan las condiciones, es la agencia la que se encarga de arreglar todos los trámites correspondientes para garantizar el viaje y anticipar el lugar al que llegarán. Las mujeres viajan solas y arriban a Cancún, Quintana Roo, o a la Ciudad de México, principalmente. “Nadie elige su destino, es al azar”, menciona otra joven venezolana que vino a México por medio de una agencia.
“Se escoge llegar por Cancún porque es playa y es muy turístico, al igual que la capital, y para los ojos de migración cuando dices que vas de turista es más creíble, por eso se llega allá”, comenta.
En Cancún vive una venezolana de nombre Luz. Ella las recibe y además opera una agencia donde trabajan muchas mujeres por medio de su marido, a quien llaman Capote.
Una vez en el país, las mujeres son recibidas en el aeropuerto. De ahí las envían a casas o departamentos donde se les dan prendas nuevas para realizar una sesión fotográfica, las imágenes son publicadas en las páginas web de las agencias de modelos y en portales que anuncian el servicio de “acompañamiento”. También se crean perfiles personales en Twitter para que otras cuentas publiciten “a las recién llegadas”.
La mayoría de las agencias exigen que las mujeres trabajen para ellas durante tres meses, pagando comisiones por cada cliente. Si cada servicio que realizan cuesta 2 mil 500 pesos, mil son directos para la agencia y lo restante “se debe guardar para pagar la deuda de pasajes y lo que se invierte en ellas.
“Si un pasaje cuesta 15 mil pesos, ellos te dicen que costó 30 mil y si las fotos cuestan 5 mil, te dicen que salen en 10 mil (…), siempre te dicen el doble de lo normal. Pagas por todo, por las fotos nuevas, por la lencería para la sesión, por publicidad, por alquiler y comida. Algunas piden préstamos y se tardan más tiempo en pagar”, añade Lorena.
Los encargados de las agencias tienen todo preparado para la llegada de las mujeres que reclutan. Buscan el sitio donde vivirán por el tiempo que tengan que cubrir y les aconsejan en qué zonas pueden trabajar, así como una cifra aproximada de cuánto deben cobrar a los clientes para generar ganancias.
Con experiencia y novatos
Proxenetas con experiencia y novatos en el “negocio” han establecido nuevas agencias al aprovechar la necesidad económica de cientos de extranjeras y han encontrado en la explotación sexual la forma de practicar una actividad redituable, pero ilegal. Algunas se anuncian en Facebook o en Twitter y otras sólo atienden a clientes selectos.
Las agencias violan la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos, simplemente por el hecho de captar y transportar a una o varias personas para fines de explotación, sin contar que en México el sometimiento a la servidumbre por deudas está penado con cinco a 10 años de prisión.
Es en el primer apartado del artículo 12 de la ley antitrata de personas que se entiende como “siervo por deudas” a la condición que resulta para una persona del hecho de que un deudor se haya comprometido a prestar sus servicios personales, o los de alguien sobre quien ejerce autoridad como garantía de una deuda. Hace unas semanas varias mujeres de 20 a 25 años de edad huyeron de la compañía que las había traído, menos de dos meses después de que arribaron al país.
“Algunas se escapan porque al llegar a México reúnen algo de dinero y se van sin pagar y la agencia pierde su inversión (…), después de eso a algunas las golpean, las amenazan o las buscan, depende de la gente, porque hay agencias de personas buenas y otras de personas malas”, señala una colombiana que llegó por medio de una de esas firmas hace más de cinco años.
Las sexoservidoras extranjeras comparten grupos de WhatsApp y en ocasiones comentan e intercambian las experiencias que tuvieron con las agencias: “Ahora todas somos independientes —detalla una— y a pesar de venir por agencia, a algunas o a la mayoría no nos fue tan mal, tampoco súper bien como quisiéramos, pero lo importante es que estamos bien. No todo es tan bueno o tan malo como lo pintan”.
Lorena cumplió con las condiciones que le pidieron, trabajó para una agencia cerca de tres meses y medio para pagar su “deuda” y ahora se proclama en libertad. “Ya soy libre, ya tengo dinero para mandar a mi familia”, asegura. Cuando habla de su trabajo en la prostitución baja la mirada, le gustaría seguir desempeñándose como estilista; no obstante, asegura que ninguna otra ocupación le dejaría las mismas ganancias.
En ocasiones sus familias no saben a lo que se dedican, no lo dicen por temor al rechazo y por vergüenza. “Llegan a México por docenas, huyen de la severa crisis, pero una vez acá se hacen llamar ‘modelo internacional‘ o ‘actriz’, cuando en realidad trabajan de escorts o putas, pero evitan esas palabras porque está mal visto, somos juzgadas”, añade una trabajadora sexual mexicana.
Después de entrar a México como turistas sin permiso para ejercer una actividad lucrativa, estas mujeres buscan saldar su adeudo y poder tener ingresos independientes del trabajo sexual, además de otro empleo “más aceptado socialmente”. Luego de un tiempo, comentan, investigan la forma de arreglar su situación migratoria para poder residir legalmente en el país.
Solicitudes de residencia
Según estadísticas migratorias e informes sobre inmigración y movilidad internacional de mujeres en México que elabora la Secretaría de Gobernación (Segob), en 2017 Venezuela fue el país con más solicitudes de residencia temporal y trámites migratorios con 8 mil 364, mientras que las oriundas de Colombia efectuaron 6 mil 438 solicitudes.
Las cifras sobre peticiones de tarjetas temporales y permanentes de residencia de países como Venezuela, Colombia y Brasil han aumentado más de 15% en comparación con 2015.
Fue a partir de registros administrativos y estadísticas elaboradas por la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación que se encontró que en 2012 el número de extranjeras que obtuvo la nacionalidad mexicana alcanzó su porcentaje más alto en 11 años, con 53%.
En el caso de las venezolanas, el común denominador es el agravamiento de la crisis económica que desde hace tres años ha generado un importante flujo migratorio hacia Colombia, Brasil, Perú, Chile, España y México.
De acuerdo con especialistas, esta ola podría crecer en los próximos meses, ya que Estados Unidos y 14 países que integran el Grupo de Lima, incluyendo México, aplicaron nuevas sanciones financieras a Caracas, tras la controvertida reelección el 20 de mayo del mandatario Nicolás Maduro.
“Me fui de Venezuela porque estamos jodidos, vine para acá por agencia y volvería a venir porque fue una oportunidad en mi vida, ahora estoy mejor, pero vivo con miedo, ¿sabes? Muchas se han ido del país (…); vivimos con miedo a todo, a las muertes que hubo, a la extorsión, a las redadas, a las violaciones, a migración, a los abusos… ¡a todo!”, resume una de las entrevistadas.