El día en que la UNAM publicó los resultados de su examen de admisión a la licenciatura no había luz en casa de Carlos Antonio Santamaría, de 12 años. Su papá tuvo que conectar el módem a la batería del coche y sólo así pudieron revisarlos. Se quedaron pasmados: con 105 aciertos, el niño se convirtió en el universitario más joven en la historia de la institución.

“Realmente es estarle dando, nunca decir ‘no se puede, me voy a regresar a la primaria’. Nada más se trata [de que] si no te dejan meterte por la puerta, entrar por la ventana o el techo. Siempre hay una forma de entrar a las cosas”, contó.

Su fórmula fue no darse por vencido y sacar de su vocabulario la frase “no se puede”. Incluso, ante las dificultades que se ha enfrentado para poder concluir su educación básica, el bachillerato y ahora ingresar a la UNAM, buscó la manera de seguir estudiando.

“En lo que pasan las cosas, estudiar por internet. Hay muchas páginas que te dan buena información, ejercicios y todo. Así he aprendido Biología y Cálculo, la mayoría de lo que sé lo he aprendido por internet. Tampoco hay que renunciar así como así, y tratar de tener todo el apoyo de tu familia”, dijo.

“Ellos [los papás] son los que han ido a Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación), han conseguido los exámenes, y yo lo único que he hecho ha sido estudiar y pasarlos. Ellos arman todo y yo sólo pongo la última pizca”.

La mayor dificultad para llegar a las aulas de la Facultad de Ciencias fue para sus papás, quienes tuvieron que convencer “a las personas de que me dejaran hacer los exámenes de secundaria y bachillerato, porque decían que seguramente era puro cuento”.

Reconoció que el examen de admisión a la UNAM fue muy duro: “Trae Cálculo, y yo todavía no me metía muy bien a integrales; entonces, de las 15 preguntas que saqué mal seguramente fue una de ahí, pero ahora he estudiado más”.

Sonriente, Carlos platica que la más nerviosa fue su mamá y que él, ante la imposibilidad de saber si había logrado ingresar a la licenciatura, sólo daba vueltas alrededor de la mesa. La Facultad de Química pedía 103 aciertos y él obtuvo 105. Lo había logrado.

“Estaba difícil porque en los exámenes diagnóstico en uno había sacado menos de 100 y en otro 102, y ahora obtuve 105 [aciertos] y fui aceptado. Nos reímos y mi mamá hasta gritó. Le marcamos a todos: a mis abuelos, a mis tíos, hasta a un primo que está en Japón”.

Desde 2016, Carlos Antonio sorprendió al país cuando, en una visita al Palacio Legislativo de San Lázaro, les dijo a los diputados que de grande no quería ser como ellos sino convertirse en científico.

Hoy, a los 12 años, está más cerca de ese objetivo después de que la UNAM lo admitió en la licenciatura en Física Biomédica, una de las carreras más nuevas en la institución.

A la edad en la que la mayoría de los niños entra a la secundaria, él se ha planteado nuevas metas, y lo que quiere conseguir como científico es reconstruir una célula desde cero para poder curar enfermedades que hasta ahora no tienen cura.

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