Las celebraciones por el Día de Muertos están en su punto. Los desfiles, carros alegóricos y personas disfrazadas aún deambulan por las calles.

Los mexicanos pintan sus rostros con calaveras, reparten dulces y se asustan unos a otros; algunos se encierran dentro de armarios y esperan, pacientes, a que alguien abra para causarles un sobresalto, mientras que otros prefieren helar la sangre a sus amigos contando hechos terroríficos.

Claudia Nelly, de 24 años, cuenta que le gustan las historias de miedo por la adrenalina que le hacen sentir, además de la creatividad que tienen. “Siento que es muy atractivo, y más en estas fechas”, dice a EL UNIVERSAL.

En el marco de las celebraciones que finalizan el mes de octubre y dan pie a noviembre, El Gran Diario de México ha publicado hechos que ocuparon los titulares de la nota roja en varias ocasiones a nivel nacional; sin embargo, ahora trae a sus lectores crímenes ocurridos en otras partes del mundo, sobre todo en Sudamérica.

La envenenadora

María de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, conocida simplemente como “Yiya Murano”, era metódica para matar y asesinó a dos de sus amigas y a una prima segunda para no devolverles el dinero que las víctimas le habían dado.

Esto, luego de que ella les prometió que les multiplicaría las cantidades en la bicicleta financiera que dominaba el mercado económico en Argentina, de acuerdo con La Nación.

Las tres mujeres murieron envenenadas con cianuro en un lapso de 45 días. Yiya fue detenida el 27 de abril de 1979.

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Foto: La Nación

El diario La Nación señaló que las hijas de una de sus víctimas, identificada como Carmen Zulema Del Giorgio de Venturini, pidieron que se hiciera la autopsia a su madre, pues el portero del edificio en el que ella vivía alertó que había visto a Yiya ingresar al departamento de Carmen y salir con un papel y un frasco.

Al revisar el inmueble, las hijas de Del Giorgio establecieron que faltaba un pagaré que Murano le firmó su madre.

Las otras dos víctimas respondían a los nombres de Nilda Gamba y Lelia Formisano de Ayala. La primera murió el 11 de febrero de 1979 y la segunda, 11 días después.

En sus certificados de defunción se consignó que habían muerto por causas naturales; las autopsias confirmaron que había rastros de cianuro en ambos cuerpos.

Nilda era vecina de Yiya y fue su primera víctima. Sobrevivió a la primera intoxicación con el veneno, pero luego de recibir al médico, Murano se ofreció a cuidarla. Dos días después, Gamba estaba muerta.

Lelia Formisano fue la siguiente y también era acreedora de Yiya Murano. Investigadores determinaron que la mujer las invitaba a tomar el té con la promesa de cancelar las deudas, pero en vez de pagarles, ponía cianuro en los sacos del té y así las asesinaba. 

“El Petiso Orejudo”

Con tan sólo 15 años, Cayetano Santos Godino cometió crímenes atroces en contra de varios niños. Su apodo lo ganó debido a que sus orejas eran demasiado grandes.

Desde chico, Santos Godino manifestó ser violento, a tal grado que su propio padre le pedía a la policía que lo detuviera, de acuerdo con el diario La Nación.

Fue en el año 1912 cuando tres de sus crímenes lo dejaron al descubierto. El primer hecho correspondió a la muerte de un menor de 13 años, llamado Arturo Laurora, quien fue encontrado muerto a golpes y estrangulado en una casa vacía en el mes de enero.

El segundo crimen fue el de Reina Bonita, de cinco años, quien murió debido a que le prendieron fuego. Falleció debido a las quemaduras.

La tercera muerte fue la de Jesualdo Giordano, de cuatro años, la cual permitió que el joven asesino fuera atrapado.

El niño desapareció de la puerta de su casa, pero su cuerpo apareció en un baldío, estrangulado con un cordón y además tenía un clavo incrustado en la sien.

Los vecinos denunciaron que la última vez que habían visto a la víctima, iba en compañía de “El Orejudo”. La policía atrapó a Cayetano y éste confesó sus crímenes.

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Foto: La Nación

“¿Siente usted remordimientos por lo que ha hecho?”, le preguntó uno de los doctores que lo examinó una vez que el joven estuvo apresado. “No entiendo...”, contestó Santos Godino.

El Petiso Orejudo murió en 1944 y hubo varias versiones sobre su deceso. Oficialmente se dijo que falleció de una úlcera, pero hay quienes sostienen que fue castigado por matar a las mascotas de la prisión y que, debido a una paliza, había muerto de aquella úlcera.

Incluso se llegó a decir que la esposa del director de la cárcel donde se encontraba el asesino argentino, usaba el cráneo de éste como pisapapeles. 

“La Bestia de los Andes”

Los alias de “La Bestia”, “El Monje”, “El Cura”, “Tribilín” o “El Loco” son insuficientes para describir al colombiano Luis Alfredo Garavito Cubillos.

Más que apodo, el título ideal que se le confiere es otro: el mayor asesino serial de niños de todos los tiempos en Colombia y uno de los principales en la historia de la humanidad.

Condenado en noviembre de 2001 a mil 853 años y nueve días de cárcel por el asesinato de al menos 192 niños en Colombia, el hombre que alegó que en su infancia sufrió de la violencia de su padre, Manuel Antonio Garavito, y abuso sexual, atacó en 11 departamentos de Colombia y se tienen registros de que actuó también en Ecuador en una carrera criminal que inició en octubre de 1992, con 35 años, y concluyó al ser capturado en abril de 1999, con 42.

“A los 12 años el mundo de Garavito se volvió aún más sombrío porque un vecino, el mejor amigo de su papá, comenzó a golpearlo, torturarlo y violarlo. Este abuso marcó su vida porque a los 15 años, después de frustrantes y desesperados intentos por tener relaciones sexuales con mujeres, comenzó a sentir atracción por otros hombres”, agregó.

En una de sus declaraciones ante las autoridades judiciales, Garavito exhibió su verdadera personalidad: “Practiqué ritos satánicos con los menores que asesiné, lo hice a mi manera, pero no quiero explicar cómo lo hice; yo hice pacto con el diablo”.

El temible múltiple homicida confeso de 192 asesinatos de menores y de la violación de más de 200 en varias partes del país, con secuestros y torturas, y cuyas víctimas tenían edades que oscilaban entre los seis y los 16 años, es el mayor de siete hermanos e hijo de la colombiana Rosa Delia Cubillos.

***Con información de José Melendez

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