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Guaymas, Sonora
Carmelita Guadalupe tiene 19 años y Pablo Alejandro 27, son novios desde hace cuatro. En septiembre él le propuso matrimonio, y aunque no se ha realizado la “petición de mano formal”, las familias de ambos están de acuerdo. Ellos se casarán sólo por la Iglesia, ya que las leyes del estado no contemplan el matrimonio entre personas con síndrome de Down.
La pareja se ve al menos dos veces a la semana para platicar, jugar lotería, ver películas o series en la televisión, van al cine y todos los domingos acuden a misa.
Con coquetería, en la mano derecha Carmelita luce un anillo de oro blanco que le regaló su novio, le gusta peinar su cabello, que la vea bonita.
Frente a su novio, emocionada narra a EL UNIVERSAL la historia de amor con quien también fue su mejor amigo de la infancia.
Todo empezó la víspera de sus 15 años; le pidió que fuera su chambelán. La convivencia fue más intensa entre preparativos, ensayos del vals, la ceremonia religiosa y la fiesta que tanto anhelaba. Ese día fue muy especial, disfrutó la celebración y se pusieron de novios.
La seduce con flores
Ya cumplieron cuatro años de relación, Pablo Alejandro entra a su casa en visita formal los días jueves; no es complicado, son vecinos en la colonia Miguel Hidalgo, conocida como la Antena de Guaymas, Sonora.
Carmelita comenta que sus encuentros son muy agradables porque su novio es muy amable, le lleva muchos regalos, a veces dulces, una flor o un peluche.
Con visible emoción relata que el pasado 9 de septiembre, cuando sus padres la llevaron a un restaurante a festejar su cumpleaños número 19, frente a todos los comensales y sus amigas —compañeras del gimnasio—, después de que le cantaron Las mañanitas, Pablo Alejandro se arrodilló frente a ella, sacó un anillo y le preguntó: “‘¿Te quieres casar conmigo?’. Le dije que sí”, recuerda con una sonrisa.
La joven de rostro infantil dice que los detalles románticos suceden a menudo, todo es motivo de festejo.
Carmelita con ayuda de su madre, María Concepción Becerra de Martínez, hace 15 días le preparó una cena romántica en su casa, vistió la mesa con un mantel y velas rojas, preparó nachos con carne y brindaron con jugo. Fue una velada romántica.
Enamorados y llenos de ilusión esperan unir sus vidas en noviembre de 2019 en el Templo San Francisco Javier, que se ubica a unos 100 metros de las casas de los novios.
Sus padres están de acuerdo, pero aún no se ha realizado la pedida de mano formal.
“Yo quiero mucho a mi hija y todo lo que ella decida está bien hecho, yo quiero que sea feliz, la ley no tiene nada que ver cuando hay amor”, refiere el señor Bernardo Martínez Quijada, anticipándose a la existencia de algún impedimento legal para que se lleve a cabo la boda. Pues Sonora es de los pocos estados que permiten la boda entre menores de edad, no así entre parejas con síndrome de Down.
El matrimonio Martínez Becerra externa plena alegría al contemplar a su hija ilusionada y feliz con su noviazgo. Coinciden que están preparados para recibir un nuevo hijo en casa —Pablo Alejandro—, ya que los acogerán en el hogar; sus tres hijos mayores ya están casados y su princesita —como le llaman—, todavía los necesita.
De acuerdo con la ciencia, la mayoría de los casos de síndrome de Down ocurren por la llamada trisomía en el cromosoma 21. La población posee, en condiciones normales, dos copias de éste, uno heredado de la madre y uno del padre durante la reproducción sexual.
Un novio trabajador
Pablo Alejandro tiene 27 años, es un hombre productivo, trabaja en el restaurante de su padre, que se ubica en el mercado municipal de Guaymas, concluyó la educación primaria en el Centro de Atención Múltiple (CAM).
Carmelita Guadalupe también estudió la primaria, ella en el Instituto Cervino, una escuela particular de Guaymas. Es muy activa, pero le gustan las labores de la casa y se dedicará a atender a su esposo.
Blanca Estela González, madre de Pablo Alejandro, comenta que al principio pensó que el amor de esta feliz pareja era una fantasía, pero ahora sabe que es un sentimiento serio, ve lo enamorado que está su hijo y la angustia que sufre cuando no sabe de Carmelita.
Añade: “No hemos hecho la formal pedida de mano, pero ellos se dicen prometido y prometida, y eso son para nosotros”.
“Tienen todo el derecho a ser felices, tienen sentimientos como cualquiera”, coincidieron los padres de los jóvenes, quienes sonrientes celebraron la comunicación que tienen desde que despiertan, con los constantes mensajes de audio y video que se envían.
Los padres están preparándose para hacer una boda al gusto de los novios, será una celebración sencilla para familia y amigos, “pero que quede claro que no queremos ayuda de nadie, un gastito sí lo puedo hacer”, dice orgulloso el señor Bernardo, papá de Carmelita.