Torreón, Coah.— Un día, a Iván Aguilera se le quitaron las ganas de estudiar. Fue hace poco, en diciembre de 2017, cuando dijo a su familia que no cursaría el bachillerato porque se iba a casar con su novia de 15 años.

Iván tiene 17 años y era su primer semestre en la preparatoria Ricardo Flores Magón, al sur-poniente de Torreón: “Pues si no quieres, ya no estudies”, le dijo su mamá, e Iván ya no fue a la escuela, como lo hacen cada año más de 770 mil jóvenes de entre 15 y 17 años, según el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE).

Son las dos de la tarde e Iván viste short, gorra azul y camisa roja. Está en un descanso de su trabajo. Ahora que no estudia, labora en una carpintería.

“Me gusta, gano dinero, pero a veces sí pienso en la escuela y se extraña”, relata Iván un tanto apenado sobre su situación.

Habla de estar casado, pero en realidad se juntó con su novia Jennifer, de 15 años: “Vivimos con sus papás. Ella ahorita también dejó la escuela”, platica desde la calle del barrio donde se encuentran dos tías de él. “Se salió de la prepa por calenturiento”, le bromea una de ellas e Iván sonríe.

De la preparatoria cuenta que le gustaba todo, los amigos, los pleitos, las bromas, y asegura que hasta las materias, principalmente español: “Veíamos muchas cosas y se me daba. Otras cosas no extraño, como las tareas”.

Iván menciona que le gustaría un día regresar a terminar el bachillerato para poder conseguir un mejor empleo, pero reconoce que ahora que está con su novia y que gana dinero como carpintero, será difícil regresar al salón de clases.

Diferente piensa Isidro Salas, otro joven de 17 años que dejó los libros del tercer semestre para trabajar: “Yo sí quiero regresar, pero ahora no hay dinero”, platica.

Isidro abandonó las aulas de la preparatoria Venustiano Carranza porque reprobó. Quiso entrar a otras escuelas pero no le revalidaron. Entrar a una escuela de paga, ni pensarlo: “No hay dinero para pagar, entonces no quise intentarlo”, dice Isidro. Se desilusionó porque después de reprobar ya no pudo seguir.

Isidro trabaja con un lonchero, quien le paga 150 pesos diarios. Va de miércoles a domingo

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