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Reynosa, Tamps.— “¡Una agresión!, ¡una agresión!”, es el mensaje que llega a los militares que han salido hacia la colonia Los Almendros, en Reynosa, Tamaulipas, a realizar un recorrido nocturno de vigilancia. Piden la ubicación y no hay respuesta.
“¡Sigue la agresión!, ¡sigue la agresión!”, se escucha en repetidas ocasiones, el mensaje que envían sus compañeros después de que han pasado 20 segundos.
El convoy se detiene. Un oficial vuelve a pedir la ubicación por el radio, otro revisa su celular, manda un mensaje y pide la misma información, mientras que el coronel Gómez voltea a ver a sus hombres y les exige rapidez y exactitud. La respuesta tarda varios minutos.
“En la Juárez, es en la Juárez”, es el mensaje que se escucha, pero el capitán Carlos corrige de inmediato y reporta que es en la colonia Pedro J. Méndez. “¿Pero en qué calles?”, pregunta de nuevo el coronel, mientras da instrucciones al conductor para dar vuelta, dejar la ruta planeada y enfilarse sobre el Viaducto Reynosa, para después girar hacia la carretera a San Fernando, la ruta más rápida que marca el GPS.
En este operativo en el que EL UNIVERSAL estuvo presente como parte del acompañamiento que realizó durante dos días con integrantes del 19 Regimiento de Caballería Motorizada de la Octava Zona Militar que comprende el estado de Tamaulipas, se observó la reacción rápida de los elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
En el camino para apoyar a sus compañeros, con el altavoz, los uniformados piden el paso a los autos, a las camionetas, a las motocicletas y advierten a los peatones: “¡Cedan el paso!, ¡cedan el paso!”, pero pocos conductores obedecen las indicaciones; “rebasa, rebasa”, le dice uno de ellos a quien conduce. “Con precaución, no esperes tanto, hay quien ya no hace caso, necesitamos llegar pronto”, dice el coronel al conductor, quien de inmediato aprieta el volante, observa los espejos y volantea, mientras pide que ubiquen las calles donde ocurrió el ataque.
Los militares tratan de recorrer los casi siete kilómetros de distancia entre la colonia los Almendros y la colonia Pedro J. Méndez en el menor tiempo posible, aunque no serán menos de 15 minutos.
A más de uno le viene el recuerdo de enfrentamientos anteriores, pero tratan de concentrarse en ese momento, a pesar de que son instantes en los que más de uno de ellos piensa en su familia. En el trayecto les informan que hay dos soldados heridos, y por inercia, le piden al conductor que se apresure, aunque saben que no podrán ir a más de 60 kilómetros en esa zona.
El silencio y la oscuridad envuelve el ambiente. Nadie se atreve a hacer algún comentario. Uno de los militares se quita el casco, limpia el sudor de su frente y se lo vuelve a colocar. Después de girar sobre la avenida Margarita Maza, las grandes y bien iluminadas calles desaparecen de a poco, los caminos comienzan a ser angostos, los topes y los baches dificultan el paso del Sandcat que encabeza el convoy, y que al ser blindado con un peso de al menos ocho toneladas, dificulta las maniobras; el comandante aprovecha el momento para preguntar a uno de los soldados cuál es la ruta más adecuada a partir de ese punto.
“Este tipo de agresiones se dan en instantes, no tardan mucho, diría yo que segundos, duran muy poco”, comenta el soldado Jonathan, encargado de las transmisiones, mientras trata de obtener información extra en su celular, a pesar de la mala señal que lo obliga a insistir en varias ocasiones.
Preparados para el ataque. Están impacientes, sujetan sus armas, las aprietan y saben que están preparados para enfrentar un ataque. Para llegar es necesario cruzar las colonias Satélite y Esperanza, con calles de terracería que tras la oscuridad se descubren en realidad como callejones sin salida y las vueltas son cada vez más difíciles; la señal del GPS comienza a fallar, el tiempo pasa y la velocidad del convoy se reduce, y antes de saber en dónde es necesario dar vuelta, el conductor se ha pasado; hace una pausa, indica a los que vienen detrás que hagan los mismo y comienzan a dar vuelta para regresar un par de calles.
Para ese entonces, casi 20 minutos después de la agresión, se les informó que la Fuerza de Reacción, la unidad siempre lista en la base para salir en apoyo, fue la primera en llegar al auxilio y reportó que dos compañeros estaban heridos. Sin esperar una ambulancia, ese mismo grupo trasladó a los lesionados hacia un hospital.
Aunque la noticia provocó una ligera sonrisa al capitán Carlos, de inmediato dijo que incluso así era necesario llegar. Deberán hacer el reporte de lo sucedido y ayudar en las labores de resguardo, y a pesar de que con la tensión en el trayecto se redujo, el silencio duró todo el trayecto restante.
En el cruce de la calle 18 de marzo y Manuel Cavazos Lerma, el coronel preguntó cómo estaban los compañeros agredidos. Se tranquilizó al saber que no habían sufrido heridas graves.
“Los topamos de frente, nos ve una camioneta, trata de regresarse y cuando se dan vuelta nos disparan”, dijo uno de los soldados en cuanto llegó su superior y mostró el lote baldío en donde quedó estrellada la Pathfinder color vino, en la que viajaban los agresores y después el sitio de la camioneta militar atacada, ambas con huellas de disparos en la carrocería.
“El procedimiento, ante un ataque, nos enseñan, es cubrirnos, a descubrir el lugar del ataque, a reaccionar a la agresión sin poner en riesgo a los civiles y, en caso contrario, tener que retirarse”, relata el capitán Carlos, en el momento en el que se levanta y acomoda su gorra.
Guarda silencio y enseguida explica, tratando de utilizar las palabras adecuadas, que uno de los riesgos durante su labor es encontrarse en el camino con civiles que puedan sufrir algún daño, lo que siempre es un peligro y provoca que tengan que retirarse.
En pocos minutos, un grupo de al menos 50 soldados resguarda la zona del ataque, vigilan las calles oscuras y “peinan” los alrededores, todos son uno mismo, visten el mismo uniforme, arma y posición.
Todos alertas y enfundando su arma
Por varios minutos tratan de localizar a los probables agresores, tres hombres y una mujer que lograron escapar, según los militares del convoy afectado, pero más de uno duda, se detiene y observa entre la oscuridad, deciden esperar instrucciones.
Tres hombres se ocultaron en un domicilio después de agredir a elementos de la Sedena. Uno resultó herido.
“No han de haber ido muy lejos, alguno de ellos resultó lesionado por la cantidad de disparos que se hicieron”, susurra uno de los militares, quien escudriña el entorno mientras se desplaza.
Hasta ese momento ningún vecino se ha atrevido a salir, a informar algo, ya sea por miedo o tal vez por complicidad, agregó el soldado mientras revisa el interior de la camioneta y localiza un par de Cuernos de Chivo.
A partir de ese momento, los soldados están obligados a ser los primeros respondientes, sobre todo porque “toda autoridad que sepa de un acto delictivo está obligada a cumplir con ello”, asegura el asesor jurídico de la Octava Zona Militar, que abarca el estado de Tamaulipas, aunque los soldados no se sienten muy convencidos ni cómodos de hacerlo.
Los soldados resguardan, observan, impiden el paso a los pocos habitantes que se aproximan y les piden que den la vuelta. No hacen comentarios, continúan observando y esperan, no saben cuánto tardará esa diligencia, pero saben que tendrán que esperar mucho más. Sus superiores van y vienen, se les muestra el lugar, los vehículos, preguntan, reportan, tienen dudas.
Los soldados están conscientes de que en cada misión arriesgan la vida, sin embargo, tratan de cumplir con cada encomienda.
La diligencia dura hasta la madrugada, y mientras esperaban a que se realizara el peritaje, la búsqueda de los sospechosos continuó, sin pistas, sin ayuda de los vecinos, entre calles solitarias, mal iluminadas, desconocidas, en las que el silencio se rompe con los ladridos de los perros, los murmullos de los soldados, sus pisadas y el golpeteo de sus armas.
Un vecino se aproxima, tratan de alejarlo, pero pronto se dan cuenta de que les va a pedir ayuda. Se llama Javier y les dice que unos hombres entraron a su casa, que están ocultos en uno de los cuartos. Han pasado un par de horas y es hasta ese momento que los militares tuvieron una pista real sobre los probables agresores.
Los militares esperan el apoyo de agentes de la procuraduría estatal, quienes rodean el lugar y con las armas preparadas se acercan de a poco; esperan a que todos tomen posición y entran, son tres hombres, uno está herido, no hay resistencia, los someten y piden apoyo de una ambulancia, mientras los otros sujetos son asegurados para después trasladarlos a la agencia del Ministerio Público. Sobre la supuesta mujer no se supo nada.
La vida en el cuartel
El rostro de los soldados se endurece, las sonrisas y las charlas se acaban en un instante al recibir la orden de salir a patrullar por las calles de Reynosa, en Tamaulipas, estado que es considerado en los últimos años uno de los más violentos en México, aún más que Michoacán o Sinaloa. Todos toman sus armas, se ajustan sus chalecos y se colocan los cascos, deben estar listos en minutos y mantenerse atentos a las instrucciones de su comandante.
Algunos llevan días, otros, semanas o meses y la mayoría de los integrantes del batallón, años, viviendo a ese ritmo. Un ritmo alimentado por la incertidumbre, que los obliga a estar atentos en todo momento de las personas en las calles, del reporte en los radios de telecomunicación y de los llamados de los compañeros por causa de un nuevo enfrentamiento con integrantes del crimen organizado.
En Reynosa, los soldados conocen que hay dos grupos peleándose la plaza, pero casi no hablan de eso. Saben que se trata de los del Cártel del Golfo y los del Cártel del Noreste (integrantes de los Zetas). En los recorridos que han realizado, al igual que los federales o los policías estatales, cuenta el teniente Luis, es más común encontrar a sus brazos armados, conocidos como “estacas”, quienes bajo su propia identidad, ya sean los Metros o los Escorpiones, son con quienes se han tenido que enfrentar en varias ocasiones.
Saben que el crimen organizado tiene presencia en toda la República Mexicana, como relatan los que tienen más experiencia y que han estado destacamentados en tantas entidades que han perdido la cuenta. Pero en Tamaulipas todo es diferente, aseguran, porque mientras en algunos estados abunda el cultivo de enervantes y las actividades se centran en destruir plantíos, en esta zona del país en donde prevalece el tráfico de drogas y de personas, las extorsiones y el robo de vehículo, la gente que anda armada no duda en enfrentarlos.
La mayor parte de los soldados había escuchado de la situación de inseguridad en Tamaulipas, un estado con al menos 8 millones de habitantes, colindante con Estados Unidos y que se ha vuelto hogar de la gente que viaja hacia el norte del país con la esperanza de “cruzar” y que no lo logra. Ahora ese lugar es su tierra, al igual que lo es para muchos de los elementos del 19 Regimiento de Caballería Motorizado, que por ordenes superiores se mudo completo a Reynosa desde Tenancingo, en el Estado de México, hace cuatro años. Ambos, migrantes y militares deben convivir en la misma ciudad.
“La mayor parte venimos de Tenancingo, allá estaba este regimiento, y al que estaba aquí se lo llevaron para allá”, según cuenta un integrante de la banda de guerra, mientras baja la voz a ver que se aproxima un grupo de sus compañeros. Aunque habla de las rotaciones de sede como parte de los procesos del ejército mexicano, también dejóver que pudo haberse tratado de un cambio para acabar con las complicidades que pudieran existir con los narcos.
A otros elementos, simplemente les llegó una notificación, debían presentarse en la base de Reynosa, el municipio más grande del estado, que con su poco más de un millón de habitantes basa su economía principalmente en la maquila, según cifras del INEGI, y en el que la mayoría de sus habitantes son migrantes del sur de México obligados por las circunstancias a vivir ahí. Ahí en el municipio que como Matamoros o Nuevo Laredo es de los más violentos del estado.
Mientras se acomoda la camisola y arregla su manga, el teniente Luis recuerda que cuando “te llega la hoja con el aviso, qué dices, pues voy porque debo cumplir órdenes, estamos acostumbrados a eso”. Lo siguiente dijo es hablar con la familia, preparar maletas y esperar a que se acostumbren a la nueva vida. No todos corren con la suerte de recibir ese apoyo y viajan solos o después de unos meses su gente prefiere regresarse a sus lugares de origen.
Mientras comienza a caer la tarde de un día que consideran particularmente tranquilo, con un clima templado, en el que el sol ha salido poco y no se siente un ambiente de bochorno como es habitual en la ciudad, el teniente Luis, acompañado del sargento Óscar, sentados mientras conversan prefieren no confiarse tanto, y menos al anochecer porque saben que a esas horas todo puede ocurrir.
“Es la hora en que prefieren ejecutar”, comenta el sargento, “puede ser a las dos o a las tres de la mañana”; por eso cuando están de guardia, los soldados no duermen, tirados en sus camastros tan sólo dormitan con las “botas puestas”, para que cuando llegue algún reporte de agresión, de balazos o de bloqueos salgan casi de inmediato.
Aunque como dice el sargento Óscar, para cuando hayan llegado, los responsables ya habrán escapado y, justo ahí, en medio de un camino de tierra, o en medio de una calle iluminada con luces amarillentas, volverán a sentirse expuestos, vulnerables, observados, como les sucede desde hace 12 años desde que salieron de sus cuarteles por orden del presidente, en ese entonces Felipe Calderón, situación que en el actual gobierno, este de Enrique Peña Nieto, ha continuado.
La aparente calma
El convoy está en marcha, comienza a anochecer y cada uno de los soldados ha tomado su posición, desde el chofer hasta el encargado de las transmisiones, todos atentos de su labor y siempre pendientes de su arma, un fúsil FX, calibre 5.56. Ese día salieron tres Fuerzas a patrullar (Fuerza es el término que se utiliza para referirse a un grupo integrado por cuatro vehículos), cada una en un momento distinto momento y hacia diferentes lugares.
El recorrido inicia por la Avenida Reynosa Matamoros hasta llegar a la calle Ignacio Commonfort. Mientras los vehículos circulan a baja velocidad se puede observar a las personas en las calles, saliendo de algún comercio o paradas esperando. Algunos observan a los militares como parte del paisaje cotidiano y, aunque todos parecen ciudadanos “normales”, el coronel Gómez asegura que los están “halconeando”, que entre esas personas se encuentra mezclado un espía que se alquila con el crimen organizado para avisar cualquier movimiento sospechoso, de las autoridades o de los rivales. Da lo mismo.
El capitán Carlos, quien lleva más de 18 años en el Ejército, y dos en Reynosa, se levanta se levanta de su silla y comenta que un “halcón” se vale del anonimato, puede ser cualquiera, un joven, una mujer o un anciano, quienes tan sólo con una llamada o un mensaje reportan la ruta de los militares, facilitando que escape de sus cómplices.
Conforme comienza a oscurecer y las luminarias se encienden, los autos prenden sus luces exteriores, algunas personas caminan a un costado del convoy sin dejar de observar a los militares, ya acostumbrados a su presencia, poco después vuelven a lo suyo; son los niños los que con un saludo aún muestran su sorpresa al ver a los soldados en la calles.
Las principales zonas conflictivas ya están identificadas. Los militares saben que son las tres salidas de la ciudad, hacia Monterrey, hacia Matamoros y hacia San Fernando. En todas han ocurrido enfrentamientos y bloqueos, han habido muertos y heridos. “Ya una vez, los criminales quemaron camiones para impedir que llegáramos, así fue como bloquearon el paso”, según recordó el coronel Gómez.
También conocen las colonias díficiles como los Fresnos, la Esperanza, Satélite I y II, los Almendros. En todas, recuerdan algunos soldados mientras sujetan sus armas, han abatidos a varios sujetos. El soldado Israel comenta, sin dejar de observar el monitor del DeFNder Light, la estación remota de armamento instalada en el Sandcat cuáles son las características de esa arma. “Tiene una vista de 360 grados, hacia arriba es de 90 grados y hacia abajo es de 40”, y de inmediato reconoce su responsabilidad al ser el responsable, al tener que cubrirle la espalda a sus compañeros que se encuentran más expuestos.
El silencio se rompe después de varios minutos cuando el coronel a cargo del recorrido solicita la ubicación de los otras Fuerzas; el conductor, entre tanto, continua el trayecto por la Avenida Reynosa, el destino en ese momento es precisamente la colonia los Almendros. Todo transcurre en calma, deciden realizar una revisión, los vehículos se detienen, los que viajan en las bateas de las camionetas descienden y de inmediato se colocan en posición para cubrir todos los flancos frente a un par de domicilios, uno de los soldados habla con las personas, otros revisan los vehículos. Todo está en regla y el convoy continua su marcha. Son apenas las 8:20 de la noche.
La actividad sigue
A las 05:30 de la mañana del día siguiente, encabezados por el comandante, los soldados que han dormido poco, comienzan una nueva jornada con una carrera matutina, toman un baño, se preparan, desayunan, realizan el pase de lista y esperan a resultados del concurso de bandas de guerra del noreste de este año. Porque como dicen todos en el cuartel: “La vida sigue al otro día”; las heridas que sufrieron sus compañeros no fueron graves y en 15 días podrán estar de regreso.
Como recuerda el sargento Óscar, “ya me ha pasado, he visto morir a más de un compañero, en una de esas ocasiones yo no estaba, y cuando llegué con los demás al apoyo, ya estaba muerto, me llevaba bien con él y hasta conocía a su familia”, recuerda el sargento Óscar.
La noche anterior nadie murió, pero saben que un deceso de cualquiera de ellos puede ocurrir en cualquier momento, o pueden ser heridos y quedar discapacitados para desempeñar su labor, como le ocurrió a uno de sus compañeros, quien quedó cuadrapléjico tras un enfrentamiento.
Recostados, en bata azul, cada uno de los heridos recuerda la agresión, de la noche anterior; uno de ellos fue el conductor de una camioneta, el otro iba en la batea; ninguno quiere que sus familias se enteren, “se van a preocupar y van a querer que me salga [del Ejército]”, dicen. Aunque saben que tarde o temprano se enterarán, ambos soldados podrán volver a sus labores en al menos 15 días.
Aun así, pocos son los elementos que se dan de baja por miedo a los ataques, y cuando llegan a hacerlo es por temor de la familia, por el temor de que les pueda pasar algo, por eso prefieren irse, cambiar de aires. Aunque para gente como el sargento Óscar, quien al mencionar el tema cambia su semblante, se pone serio y responde que esa no es una opción, ya que el Ejército le ha dado las herramientas para salir adelante. Salió de una comunidad muy pobre de Chiapas y este trabajo le ha dado la posibilidad de desarrollo.
Debido a que no hay un tiempo establecido como el adecuado para que los elementos permanezcan en sitios conflictivos, ya que una de las características del Ejército mexicano es el de estar a la disposición, como asegura el teniente coronel Duque, director de la Unidad Médica de Consulta Externa de Reynosa, se ha tratado de promover entre el personal la detección de síntomas de estrés postraumático o de episodios de violencia para que puedan recibir apoyo psicológico,.
La violencia, la soledad, el estrés, la lejanía de sus seres queridos también son factores que han provocado que más de un soldado se haya suicidado, de acuerdo con el teniente coronel Duque, al hablar de las cifras de la Unidad de Sanidad Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional que lleva estadísticas sobre esos casos desde 1991, y por eso es que en esa base se han preocupado por la salud mental del personal al realizar terapias de grupo, y en caso de ser necesario, sesiones individuales.
“La violencia no es normal, la gente se ha acostumbrado, pero esa violencia no es normal, qué más quisiéramos que no hubiera”,sentencia el teniente Luis antes de retirarse y prepararse para otra jornada dentro y fuera del cuartel.
Radiografía de Reynosa, Tamaulipas
El estado de Tamaulipas se ubica en la región noreste de México, tiene su límite al norte con el Río Bravo, límite natural con Estados Unidos; al sur tiene al estado de Veracruz; al suroeste colinda con San Luis Potosí; al este con el Golfo de México y al oeste con Nuevo León.
La ciudad de Reynosa es la tercer ciudad con mayor crecimiento poblacional de México después de Puerto Vallarta y Cancún.
- Habitantes - 608 mil 891 (303 mil 853 mujeres y 305 mil 038 hombres)
- Nivel de pobreza – Cuenta con siete zonas de alto índice de marginación en Reynosa, en las que se concentran cerca de 69 mil personas declaradas en pobreza extrema
- Empleo - La tasa de desocupación se mantuvo en 3.5 por ciento de la población económicamente activa al inicio de 2018
- PIB- Es la ciudad con el mayor ProductoInterno Bruto del estado con 11.05 millones de dólares aproximadamente
- Industria- Basada en el sector industrial y manufacturero
- Educación- Cuenta 22 centros educativos de nivel medio y superior. Es la ciudad con más escuelas y centros educativos en el estado
- Migración- Ante la cercanía con Estados Unidos, se vuelve un punto atractivo para los migrantes, pero ante dificultad para cruzar, la gente se asienta en las poblaciones mexicanas como Reynosa.
Personas de toda la república mexicana han emigrado a esa ciudad por razones de trabajo, originarias de estados como Veracruz, Nuevo León, Michoacán, San Luis Potosí y Estado de México.
El Centro de Atención a menores Fronterizos atendió el mes a pasado a 257 niñas, niños y adolescentes centroamericanos y connacionales, lo que representa un incremento del 300 por ciento con relación al mismo periodo del año pasado, en el que se atendieron tan sólo 70 casos.
Fuentes: INEGI, CONEVAL
Eventos relevantes
2010
1.- En agosto, una persona murió y 23 más resultaron heridas en tres atentados con artefactos explosivos ocurridos en Reynosa, en Tamaulipas. Un helicóptero de la Secretaría de Marina sobrevoló el área tras el ataque. Los Zetas fueron los autores del ataque.
2.- En noviembre estalló un artefacto dentro de una camioneta estacionada en el estacionamiento del centro comercial Plaza Real, en Reynosa, Tamaulipas. El estallido dejó varios heridos y daños materiales.
2012
1.- Octubre. Sedena informó que durante varios enfrentamientos registrados en Tamaulipas abatieron a 10 personas y se detuvieron a otras nueve. Las balaceras ocurrieron en los municipios de Ciudad Mier, Reynosa, Nuevo Laredo, Río Bravo y Ciudad Victoria.
2014
1.- Abril. Un enfrentamiento ocurrido entre elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y de la Policía Federal contra miembros del crimen organizado en Reynosa, dejó un saldo de 14 personas muertas y una menor herida, informaron autoridades del estado.
2105
1.- Tras la detención de un jefe de plaza del Cártel del Golfo, identificado como El Gafe, provocó que civiles armados tomaran e incendiaran camiones de pasajeros y de carga para bloquear calles del centro de Reynosa, Tamaulipas, y se enfrentaran con fuerzas de seguridad federales y estatales.
2017
1.- Mayo. La Procuraduría General de Justicia del Estado en Tamaulipas informó que los hechos violentos registrados en Reynosa, dejaron un saldo de 20 homicidios dolosos y seis lesionados.
A raíz de la violencia, se tuvieron que realizar sobrevuelos de los helicópteros de las diversas instituciones, además de recorridos terrestres de Fuerzas Federales y Estatales
2018
1.- Enero. Del 22 al 24 de enero se reportaronuna serie de hechos violentos en varios puntos de Reynosa, Tamaulipas, como bloqueos, autos quemados y detonaciones, provocados por la delincuencia organizada.
Los bloqueos fueron una reacción tras la ejecución de un líder delictivo en la ciudad, lo que dejó un saldo de 12 muertos, entre ellos un militar. La violencia se generó luego de los enfrentamientos entre células del Cártel del Golfo (CDG) contra las fuerzas federales y estatales.