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“Los Panchitos nacieron como un grito de protesta en contra de una sociedad que nos reprimía, nos marginaba, nos pisoteaba. Por la falta de oportunidades, escuelas, de espacios deportivos y culturales. Hoy en día me siguen preguntando, ¿crees que los jóvenes están igual? La neta sí, hasta peor”, sostiene José Luis Moreno Salinas, “El Hacha”, ex líder y fundador de los Panchitos.
José Luis Moreno Salinas, “El Hacha”, en la actualidad. El fundador de los Panchitos todavía no era mayor de edad cuando la banda gestaba en la colonia 16 de septiembre, en la delegación Álvaro Obregón.
En 2018, Los Sex Panchitos cumplen 40 años de existencia. Durante los años 80, fueron una de las “bandas” más numerosas en toda la Ciudad de México. El doctor Héctor Castillo Berthier, académico de la UNAM, apunta que las “bandas” son un proceso “social aparecido a fines del decenio de los setenta.
Surgió originalmente como un problema de pandillerismo real (acciones violentas, delincuencia colectiva, drogadicción, alcoholismo, etcétera)”.
En noviembre de 1981, El Gran Diario de México documentaba la aprehensión de 70 jóvenes, en ese grupo había 7 miembros de los Panchitos.
El sociólogo de la máxima casa de estudios apunta que “las primeras bandas (pandillas) son los Panchitos (Observatorio) y los BUK (Bandas Unidas Kiss de Tacubaya) que a través de su vecindad y enfrentamientos violentos cotidianos empiezan a ocupar un lugar en los noticieros que los bautizaron inmediatamente como ‘chavos banda’”.
En entrevista con EL UNIVERSAL Moreno Salinas afirma que en aquellos años “cualquier acto delictivo que se cometía en la Ciudad de México era atribuido a los Panchitos, pero te puedo decir que antes había un código de respeto. Hay gente que me alaba, de cierto modo, que los Panchitos eran como soldaditos, obedecían. La banda tenía prohibido ‘picar’ –agredir con arma blanca–, violar, traer una pistola. Sabíamos en el problema que nos podíamos meter, de por sí había un montón de broncas”.
En la foto, varios integrantes de los Panchitos. El segundo de izquierda a derecha es “El Hacha”. “La banda tenía prohibido ‘picar’ –agredir con arma blanca–, violar, traer una pistola. Sabíamos en el problema que nos podíamos meter, de por sí había un montón de broncas”, afirmaba José Luis Moreno, ex líder y fundador de los Panchitos.
Respecto a las juventudes populares de aquellos años, el doctor Castillo Berthier apunta que éstas iban construyendo “modos de vida y formas de sobrevivencia económica y social con rasgos muy distintivos. La vestimenta, el lenguaje, el consumo de inhalantes y otras drogas, el gusto por el rock en vivo, sus intentos de organizarse en bandas y en agrupaciones más globales, son noticias que recogían diariamente los medios de comunicación en la ciudad”.
Ante esto, considera el académico, “la presencia de estos jóvenes era vista como transgresora y amenazadora para los sectores medios de la sociedad. La cuestión se reduce entonces a solicitar mayor protección pública y privada para garantizar el control y penalización de los delitos que cometen, o que supuestamente cometen los ‘chavos’. Pero las causas que generan esta realidad, la situación de injusticia social y extrema pobreza en la que vive esta juventud pocas veces son recordadas”.
El rock es la música preferida por las bandas de los estratos populares de menores ingresos, las ‘tocadas’ constituyen un mundo de socialización cultural popular, de evasión, de catarsis y reforzamiento de esa identidad propia, agresiva, hostil. Apunta el doctor Héctor Castillo Berthier.
Hoy en día, dice “El Hacha”, “ya no hay bandas como la de nosotros –los Panchitos–. Sí las del crimen organizado, pero no hay comparación con la de nosotros”. Agrega José Luis Moreno Salina que en aquellos años la policía catalogaba a todo joven como “chavo banda”, “te veían vestido rocanrolero o punk, a ver súbase güey, usted es Panchito. Así era con los de la DIPD (Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia). Uno como chavo banda se la pensaba un montón, ¿me la juego o no? Porque sabías que te iban a agarrar, te torturaban. Los de la DIPD, como dice el chiste, hacían cantar hasta un elefante, para que declarara que era un ratón”.
El fundador de los Panchitos piensa que la notoriedad de su banda se debe principalmente a dos hechos: la cantidad de jóvenes que reunía y las peleas campales con sus acérrimos rivales, los BUK, de los cuales apunta “tenían mucha banda, pero eso sí, no nos llegaban”.
En aquellos años, recuerda “El Hacha”, la policía organizaba redadas para detener masivamente a los jóvenes.
Según “El Hacha”, los miembros “originales éramos 50”. “Después se fueron integrando otras banditas. Nos juntamos para echar relajo, para vernos como una familia en un momento dado. Si le pegaban a uno, ahí iban todos. La banda empezó a crecer, llamaba la atención ver… ¡ay, güey! 50, 100 chavos. Veías todo ese rollo y decías, ¡ájale! Está cañón”.
Sobre el característico nombre de la banda, José Luis Moreno Salinas afirma que se debe a unos primos que conoció cuando sacaba a su perro a la tercera sección de Chapultepec. Para ese momento, “El Hacha” ya era un personaje por sí mismo, era dirigente estudiantil a nivel secundaria y tenía cierta fama en la zona.
Aquellos primos tenían dos nombres, pero compartían el de Francisco, “El Hacha” dice no recordar los otros, pero cada que pasaba con su perro saludaba a los tres Panchos: “qué onda Pancho, qué onda Pancho, siempre fue qué onda Pancho. Hasta que un día les dije, no maches güey, me cae que ustedes son los Panchitos. Eso de decir Pancho a cada uno no está chido”. Los muchachos reaccionaron bien, les gustó. Moreno Salinas sostiene que es un mito que los Panchitos sean de Santa Fe, pues la banda surgió en “la colonia 16 de septiembre, en la delegación Álvaro Obregón”.
“El Hacha”, con un grupo de jóvenes, está sentado y poniendo “cuernos” al más pequeño.
A finales de la década de los 70, dice “El Hacha”, “los Sex Pistols estaban en su apogeo”, entonces adaptaron el mote para nombrar a la naciente banda como “los Sex Panchitos”, “no maches Sex Panchitos, se oye chingón”, expresa con emoción José Luis Moreno Salinas, al recordar cómo fue recibido el nombre entre la banda. “Entonces tú llegabas y decías: qué onda Panchos y los otros te contestaban: qué onda Pancho, te regresaban el saludo”.
Con el paso de los años, algunos integrantes y allegados a la banda organizan tocadas de rock en vivo para conmemorar el aniversario del grupo.
Poco a poco los Panchitos se hicieron de un nombre y fama propia. La banda comenzó a crecer y entonces otros grupos pedían a “El Hacha” ser parte los Sex Panchitos. En aquel entonces, José Luis ya cursaba la vocacional y continuaba como dirigente estudiantil. A 40 años de la fundación de la banda, afirma que las peleas con otras facciones eran por “territorio, no por un ideal”, y que con el paso del tiempo quiso darle un sentido.
En su texto, De las bandas a las tribus urbanas. De la transgresión a la nueva identidad social, el sociólogo Héctor Castillo Berthier afirma que “en cierta medida para los mismos habitantes de las colonias y de los espacios urbanos habitados por las clases populares, estos jóvenes y sus bandas, han sido un problema. En el interior de estos territorios hay miedo, inseguridad, altos índices de delincuencia. Pero también sus hijos, muy probablemente, forman parte de estos grupos juveniles y es en este espacio particular donde las contradicciones afloran de manera más cruda”.
José Luis Moreno Salina recuerda que en aquellos años la policía catalogaba a todo joven como “chavo banda”, “te veían vestido rocanrolero o punk, a ver súbase güey, usted es Panchito. Así era con los de la DIPD (Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia). Uno como chavo banda se la pensaba un montón, ¿me la juego o no? Porque sabías que te iban a agarrar, te torturaban. Los de la DIPD, como dice el chiste, hacían cantar hasta un elefante, para que declarara que era un ratón”.
A pesar de que los Panchitos “eran como soldaditos”, porque obedecían, el mismo “Hacha” reconoce que eran rebeldes, pero con límites claros. “La banda, tal vez sí se aventaba sus atracos, pero no a la gente. Robaban papitas, camiones de refresco, de cerveza. La banda tenía prohibiciones, cuando alguien se enteraba de algo, se tomaba la decisión de darle una ‘chinga’, porque por una acción de alguien nos podían ‘chingar’ a nosotros”.
“Había otras bandas que sí lo hacían y se juntaban con nosotros, continúa relatando José Luis, por eso nos culpaban a nosotros –los Panchitos–. Había un grupo que se llamaba los Salvajes, pinches chavos eran asesinos, y se juntaban con nosotros. Esos chamacos se dedicaban a robar. También había otros que se juntaban con nosotros, eran los Monkys, esos chamacos mataron a un productor de Verónica Castro en el bosque de Chapultepec”.
Los Panchitos a bordo de una unidad de la Ruta 100. Según “El Hacha”, tomaban algunos camiones para “ir de compras” –saquear tiendas o vinaterías– a partidos de futbol americano o de fiesta.
Para el doctor Castillo Berthier un elemento decisivo en la “proliferación del fenómeno (1981-1983) fue la exhibición de la película Los guerreros, que introdujo en el ámbito popular juvenil el uso de los ‘sprays’ para pintar paredes y con ello marcar sus territorios”.
A partir de este momento se puede hablar de dos tipos de bandas, dice el sociólogo de la UNAM, los pandilleros, “que ya existían desde antes más ligados a la delincuencia y a formas antisociales de comportamiento” y los chavos banda, “ligados a esta moda y a la repetición de patrones de comportamiento común”.
Aunque había esa diferencia entre los pandilleros y los chavos banda, en la realidad esas divisiones se desdibujaban, además de que el mito de los Panchitos creció y éste alimento las leyendas urbanas entorno a la banda, cuenta Alberto, quien en su juventud convivió con “franquías” de los Panchitos.
Esta leyenda o mala fama de los Panchitos, de ser jóvenes pandilleros, fue aprovechada por otros para cometer delitos, como robo de tiendas, camiones de cerveza o vinaterías. Así, “chavos” se juntaban en la esquina, dice Alberto, para ir al “atracón” y “salir a robar sin plan”, sólo con el valor de la turba, la “valentía estaba en lo número de chavos que se juntaban”.
Uno como chavo banda se la pensaba un montón, ¿me la juego o no? Porque sabías que te iban a agarrar, te torturaban los de la Dirección de Investigación para la Prevención de la Delincuencia.
Pero, afirma, por otro lado, que conoció a jóvenes agresivos, capaces de cometer cualquier tipo de delito. “Las condiciones estaban dadas, había desintegración familiar, violencia, alcoholismo, drogas”. Hoy, cuenta Alberto, muchos de aquellos jóvenes están muertos o fueron víctimas de sus adicciones y viven en las calles.
En notas de noviembre de 1981, EL UNIVERSAL detallaba el saldo de las redadas organizadas por la Policía Judicial del Distrito Federal contra bandas de la zona poniente de la capital. Éstas habían dejado un total de 70 jóvenes detenidos, entre ellos 7 Panchitos. Dicha aprehensión generó “malestar entre los padres de familia de las colonias Bellavista, Hidalgo, Tacubaya, Lomas Becerra, entre otras, que realizaron un mitin frente a la Procuraría capitalina”.
Ente los detenidos estaba el líder y fundador de los Panchos, “El Hacha”, al respecto, el director de la Policía Judicial del DF, el capitán Miyazawa Álvarez, así lo anunciaba “también se capturó al ‘cabecilla’ principal del grupo de ‘Los Panchitos’, el ‘porro’ de la escuela Vocacional número 2 José Luis Moreno Salinas, alias ‘El Hacha’, quien inducía a los jovencitos a secuestrar autobuses y atracar comercios”.
Fotografía publicada en EL UNIVERSAL en noviembre de 1981. “De los 70 jóvenes que capturó ayer la Policía Judicial del Distrito, quienes pertenecen a diferentes bandas de pandilleros, se encuentran estos siete componentes del grupo de “Los Panchitos”, que después de acudir a sus clases de secundaría, se dedicaban a secuestrar camiones y cometer atracos a comercios a bordo de los mismos”.
El operativo que llevó a las detenciones, se logró por aviso de los vecinos de la zona, relataba la nota “en las calles del perímetro de la delegación Villa Álvaro Obregón, decenas de pandilleros cometían atracos a camiones repartidores de mercancías, así como a transeúntes. Diversas llamadas telefónicas pusieron sobre aviso a los judiciales, y más de 150 elementos se trasladaron al lugar y lograron la captura de los delincuentes”.
Los Panchitos detenidos señalaban en sus declaraciones que su banda la componían 30 chavos, algunos de los cuales estudiaban en la escuela secundaria número 21 de la colonia Bellavista, y desde 1978 fue integrada. Sobre su forma de operar señalaron que “cuando se efectuaban partidos de fútbol americano en el estadio olímpico, eran citados por el José Luis Moreno Salinas, alias “El Hacha”, en el jardín denominado “El Capulín”, que se ubica en la avenida Revolución, de la colonia San Ángel.
“En este lugar –recogía la nota– recibían instrucciones para realizar el secuestro de autobuses urbanos en los que se dirigían al estadio, para presenciar los partidos y al finalizar, a bordo de los vehículos, se dedicaban a recorrer el sur de la ciudad para cometer asaltos a establecimientos comerciales de diferente giro”.
Fotografía publicada en EL UNIVERSAL en noviembre de 1981. “Estos son algunos de los 58 menores que fueron remitidos al Consejo Tutelar para Menores Infractores, por la Policía Judicial del Distrito, luego de que se les comprobó su participación en asaltos a mano armada, violaciones y secuestros de autobuses”.
Antes las detenciones, comerciantes organizados del área de Villa Álvaro Obregón, solicitaban protección policiaca y la captura de todos los jóvenes que operaban en pandillas en aquella zona, “pues de otra manera olvidaremos la ley y agarraremos a los mafiosos para cobrarles ojo por ojo y diente por diente", afirmaban al reportero de esta casa editorial.
“No nos dejan otro camino, aseguraron varios comerciantes que pidieron al reportero que no mencionara sus nombres ni el de las negociaciones, ‘pues tememos a las represalias y no por carecer de valor, sino por evitar enfrentamientos entre los delincuentes que faltan por detener’”.
Entre los detenidos de aquel noviembre de 1981 estaba “El Hacha”, de apenas 19 años. En ese momento el líder de los Panchitos presumía su poder convocatoria a este diario en una entrevista: “soy capaz de juntar a más de 2 mil jóvenes en una hora”.
El joven Moreno Salinas culpaba a la sociedad y los que la componen de marginar y obligar a vivir en la miseria a muchos jóvenes y cuestionaba “de una pocilga ¿qué quieren que salga? Científicos, médicos o bandoleros”.
A más de 30 años de aquellos hechos, “El Hacha” recuerda aquellos momentos. “Cuando ingresé al reclusorio Oriente no entré como un delincuente común, sino uno de categoría”. José Luis Moreno Salinas relata que ingresó junto con otros 70 chavos que no eran Panchitos, “los picudos” llegaron con los de nuevo ingreso y les quitaron cosas, pero al “Hacha” los respetaron: “padrino, contigo no hay bronca”, le decían. Internos y autoridades lo respetaban.
“El Hacha” muestra algunas marcas de guerra. En sus brazos y cuerpo hay cicatriz de peleas campales de juventud.
“En ese tiempo era un ídolo, por decirlo así decirlo”, afirma “El Hacha”, pero no todo estaba bien. “En la cárcel me cuestionaba qué hacer. Entonces decidí ponerme las pilas. Me recordaba: la cárcel no es eterna. Tengo que salir de aquí. Entonces me empecé a mover”.
Y fue ahí que convirtió su crítica de falta de cultura para los jóvenes en acción. Con ayuda del general Arturo “El Negro” Durazo, desarrolló su gusto por la promoción cultural. “Agarraron a muchos de la banda, pero a mí nunca me capturo el general Durazo. Los Panchitos que sí agarró, dijeron que hasta unos ‘cocos les dio’ –no hubo mayor repercusión–, porque el general no lo veía muy pesado ya que eran unos ‘chamacos’”, sostiene “El Hacha”.
En cierto momento, “El Hacha” y “El Negro” Durazo coincidieron en prisión. Un amigo de José Luis lo llevó hasta la celda del general. Luego de un saludo y una reprimenda por parte de Arturo Durazo, éste le preguntó a Moreno Salinas qué podía hacer por él.
“En ese momento se me prendió el foco. Quiero ser coordinador cultural, señor. El general le habló a uno de los directores del penal: ‘Mira, ‘El Hacha’ es como si fuera mi hijo. Quiero que lo hagas coordinador cultural, para qué, no sé. Pero tú hazlo’”, cuenta el ex líder de los Panchitos.
“La banda de los panchitos originales éramos 50. Después se fueron integrando otras banditas”, recuerda “El Hacha”.
“Siempre me gustó la labor social. Dentro de la cárcel implemente la enseñanza abierta para adultos, las bellas artes y los primeros conciertos de rock. A raíz de esto, los periódicos cuestionaban la posibilidad de que un sujeto catalogado como el enemigo público número uno fomentara la cultura dentro de un penal. Ahí comencé a limpiar mi imagen”.
Al salir del “bote”, José Luis Moreno Salinas se recluyó en su casa. “No quería ver a la gente”. Pero el titular de la delegación Álvaro Obregón lo buscaba para plantearle hacer una ponencia frente al candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari. El tema: alcoholismo, drogadicción y pandillerismo.
“El Hacha” estaba renuente a propuesta del delegado, pero la aceptó. José Luis preparó la ponencia y se acercó con amigos que le ayudaron a delinear su ponencia. Tomó clases de oratoria. La ponencia crítica al sistema y le advirtieron que moderara el tono, “pero no lo hicimos, sino que sintetizamos, pero todo el mensaje iba ahí”.
Frente al público, José Luis Moreno Salinas mostró músculo, preparación y decisión. Al final del evento, el candidato presidencial saludó a “El Hacha”. Fue tal la buena impresión que, posteriormente, el delegado ayudó a José Luis a conseguir un espacio para fundar un nuevo centro social. El lugar, un “cine abandonado en Santo Domingo”.
“Las peleas eran por territorio, no por ideología. Yo lo cambié cuando me cayó el veinte, fue cuando empecé a limpiar la imagen”, aseguro el fundador de los Panchitos.
“Empiezo a trabajar mi centro social. Tenía una asistencia de 600 personas diarias. Metimos enseñanza abierta para adultos, regularización para los chavos, ballet, muchas cosas. De ahí empecé mi labor social. Ahí empecé a cambiar el nombre de los Panchitos, en ese tiempo se llamaba Coordinación Juvenil Sex Panchitos. Después se me botó la canica y me fui a Estados Unidos. De cierto modo me fui por aburrición del sistema. Por más que uno haga, los chavos siguen sin oportunidades”.
A pesar de ser el líder un grupo de jóvenes de escasos recursos, “El Hacha” pertenecía a una clase acomodada, tuvo acceso a educación privada. “Yo estudié en la Academia militarizada México. Antes, ir a esa escuela era como ir a la Ibero. Ahí me fomentaron el deporte y una vida de chivito bien”, platica.
Después de estar 16 años en Estados Unidos, José Luis Moreno Salinas decidió regresar a México y establecerse permanentemente en el país. Con ánimos renovados, el ex líder y fundador de los Panchitos sigue con su labor social en pro de la juventud. A través de su asociación Movimiento El Hacha A.C., desarrollo proyectos en tema de salud, seguridad, educación y culturales en beneficios de jóvenes en riesgo.
Con la asociación Movimiento El Hacha A.C., José Luis Moreno Salina busca ayudar a jóvenes en riesgo, principalmente en tema de adicciones.
“Uno busca un nuevo modo de vida. Lo de la banda ya pasó. Ya estamos en otra onda, estamos trabajando, viendo por los chavos. Como te repito, yo soy padre de familia, a parte soy abuelo. Muchas cosas que han cambiado, que de cierto modo me dan tristeza aquellos años. Aquellos años fuimos atacados. La banda de los Panchos éramos una familia, unos te cuidaban, otros te daban de comer si no tenías, te compartían la comida. Eso era bonito también. Había solidaridad. También estaba el código de respeto hasta para un tiro (pelea), se peleaba uno, ganabas o perdías, pero ya estuvo. Ahora te avientan montón, te plomean”.
Para el doctor Héctor Castillo Berthier, académico de la UNAM, el desarrollo de las “bandas” pasó de ser una organización establecida a un tema de moda. “Pese a que las primeras bandas juveniles tenían sus referentes de organización muy claramente definidos (territorio, símbolos, pintas, etcétera), cuando el fenómeno se propaga en la ciudad, las “nuevas bandas” resultan ser más de nombre o por moda temporal que estar organizadas realmente hacia el exterior”.
Aunque los tiempos han cambiado, “El Hacha” ve similitudes entre los jóvenes de hoy con los de su tiempo, “La falta de oportunidades y de convivencia familiar”, son la constante entre los jóvenes más vulnerables, sostiene el hoy activista social.
Hoy en día me siguen preguntando, ¿crees que los jóvenes están igual? La neta sí, hasta peor, asegura “El Hacha”.
Fotos: Archivo EL UNIVERSAL. Cortesía José Luis Moreno Salinas.
Fuentes: Hemeroteca EL UNIVERSAL. Entrevistas con José Luis Moreno Salinas, “El Hacha”, ex líder y fundador de Los Panchitos y con Rodrigo Centeno Gaeta, académico de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. De las bandas a las tribus urbanas. De la transgresión a la nueva identidad social, de Héctor Castillo Berthier.