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El trabajador, artesano para muchos, coloca cemento con marmolina y color rojo sobre un diseño de mosaico, después echa polvillo para secar y enseguida una prensa, a unas 60 toneladas de presión, compacta todo para tener listo un mosaico.
El trabajo luce bastante rudimentario. Después de todo el proceso, apenas se sacó una pieza sencilla con la forma de un octágono en color rojo, alrededor es todo blanco. Así es el proceso para elaborar mosaicos artesanales.
Isaac Dávila Montalvo, de 32 años, explica que el mosaico artesanal se fabrica a mano, uno por uno, pieza por pieza. Este tipo de mosaico tiene la ventaja de que se pueden realizar diseños exclusivos que aprovechan hoteles, restaurantes, empresas, colegios o las mismas casas habitación.
El trabajador forma el mosaico en una hilera de unos 20. Aquí, en un extenso patio, está Mosaicos Dávila, una de la pocas mosaiqueras artesanales de Torreón, con 37 años de historia.
Isaac cuenta que su papá, Roberto Dávila, comenzó a los 13 años a crear mosaicos artesanales, y poco a poco se fue haciendo de su terreno, de su prensa.
José Dávila —tío de Isaac— recuerda que llegaron de Aguascalientes y un tío, Rafael, tenía su fábrica y fue así como él y su hermano comenzaron a hacer mosaicos, allá por 1970. “Desde chicos. Lo aprendí al revés y al derecho. Me gustó todo. Me gusta y sale muy bonito. Siempre me ha gustado”, platica.
Isaac y su tío José consideran que el mosaico artesanal está volviendo a abrirse camino. En algún tiempo, dicen, se vio opacado por el cerámico. “Nos puso en jaque, no se vendía nada ni se fabricaba”, recuerda José.
Isaac relata que su padre apostó por la actividad. “Sé que algún día volverá el auge”, dijo convencido.
“Los materiales son más resistentes que la cerámica”, asegura Isaac. Además, comenta que un piso industrial muchas veces se descontinúa y la gente ya no lo encuentra porque nadie lo vuelve a hacer. Con nosotros viene gente y dice: ‘Oye, tengo este mosaico de casa de mi abuelita, necesito tantos’, y lo hacemos igual y ya no es necesario cambiar todo el piso”.
José Dávila explica que las químicas del material y todo lo que lleva también lo hace especial. El material va desde concentrados, cemento blanco, gris, polvillo y marmolina.
Mosaicos Dávila tiene una planta laboral de 10 personas. En promedio producen cerca de 200 metros de artesanía a la semana. Todo es sobre pedido. “Cada quien tiene sus colores, sus ideas, diseños”, comenta Isaac.
Para crear una pieza se coloca cemento con marmolina y color rojo sobre un diseño, se le echa polvillo para secar y enseguida una prensa.
Es un arte. Para Isaac Dávila, esta actividad es un arte. Para otros, cuenta, es tedioso porque se tiene que dibujar, pigmentar, uno tras otro. “Un mosaico depende del diseño, es el tiempo que te lleva. Hay mucha creatividad”, explica.
En Mosaicos Dávila hay muestras de piezas de distintas flores, de peces, rostros de personas. Los clientes, dice Isaac, hacen sus propios diseños y eso lo plasman en los mosaicos. Además, permite que arquitectos y diseñadores también exploren la creatividad en el lugar donde quieren instalarlos.
Hay diseños tan complejos que hacer 10 metros puede llevar hasta un día completo, afirma Isaac. “No cualquiera lo hace”, recalca José.
Para Isaac, lo que sigue para el mosaico artesanal es esperar a que explote y estar preparados para la demanda. “La crisis ya fue”, asegura. “El mosaico está apareciendo cada vez más en la mente de la gente”, insiste.
En La Laguna son pocas las mosaiqueras artesanales. “Había muchas y desaparecieron. Antes cualquier persona quería ser mosaiquero”, afirma Isaac, quien quería ser cantante pero la vida lo orilló a lo que es y lo que le gusta. “Esto siento que es lo que soy, soy hijo de mosaiquero”, recalca.