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Aquí la realidad supera la ficción. Seres mágicos con alas de dragón y patas de felino se apoderan de las calles; surgen de la imaginación de hombres y mujeres que, desde niños, esculpen madera para dar vida a lo inimaginable.
En el taller de Jacobo y María Ángeles, uno de los más populares de la localidad, trabaja Estela Fabián Mendoza, cuya imagen ha recorrido el mundo a través de la pantalla, pues sirvió de inspiración para crear el personaje de Elena Rivera, la abuelita de Miguel, protagonista de la película de Disney Pixar, Coco.
Estela tiene 65 años y seis nietos, uno de ellos también se llama Miguel. Desde hace 18 años es cocinera en el taller que diario brinda comida a unas 100 personas. En entrevista con EL UNIVERSAL, revela que desconocía ser parte de las fuentes de inspiración para la cinta. La sorpresa se asoma en su blanca sonrisa: “No lo tomé en cuenta”, asegura.
Los acercamientos de la producción, que recientemente ganó el Oscar a mejor película animada, fueron espontáneos, dice. El staff visitó el taller durante cuatro años consecutivos en la temporada de Todos Santos.
“La veían, cómo era y cómo actuaba”, comenta Elizabeth Pérez, amiga de la mujer: “Cuando estrenaron la película, nuestro jefe estuvo promocionándola, nos pedía que la viéramos”.
Lázaro Fabián, uno de los colaboradores del taller, admite que el parecido es innegable, pero reitera que nunca hubo un acercamiento formal con Estela o el personal del taller.
“Los de la película sólo platicaban, venían y veían lo que hacíamos, nunca me tomaron una foto o un video”, recuerda Estela y niega haber recibido alguna gratificación.
“¿Que yo salgo en la película?, yo no lo creía y cuando la vi dije: ‘¡Ay, Dios mío, sí se parece a mí’”, confiesa entre risas. Estela y Elena tienen un rostro similar, gestos idénticos y una vestimenta peculiar: falda larga, blusa de manga corta y un mandil a cuadros, como el que usan las abuelitas de la comunidad.
Sin embargo, afirma que hay una diferencia muy puntual entre la caricatura y ella: el carácter. Admite ser explosiva, pero insiste en que los enojos le duran sólo un rato, pero si los nietos lo merecen, es muy útil recurrir a los chanclazos, agrega.
Su rutina y estilo de vida no han cambiado; sin embargo, poco a poco la gente ha empezado a preguntar por ella. “La famosa”, le dicen algunos.
“Vamos a tomarnos una foto”, le han dicho algunos de sus familiares, quienes han presumido el parentesco en redes sociales.
Mientras limpia kilos de ejote en la mesa de la cocina del taller, relata que una de sus más grandes pasiones, desde niña, es la cocina tradicional. Es hija de campesinos, quienes también elaboraban alebrijes. “Después de que mi esposo murió, me vine a trabajar a la cocina. Tengo cinco hijos que son artesanos y también saben cocinar”.