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Esta semana está de moda hacer análisis forenses con los consabidos “se los dije” de todas las victorias y derrotas electorales, innumerables columnas y analistas y editoriales se han dedicado a puntualizar qué falló de las campañas del PRI y del Frente, las coincidencias son notables y desde la escucha social en el espacio de hoy quiero acotar algunas de ellas.
En Estrategia en Línea, a través de Focus Electoral, la división especializada en análisis de los medios socio digitales, realizamos mas de 2,560 documentos de segmentación de la conversación para cada uno de los siete aspirantes a la Presidencia, que después se convertirían en 4 candidatos y una candidata que abandonaría la contienda. Todos ponderados por impacto y sentimiento, y puestos a disposición de quien quisiera consultarlos a través de la web de Focus y su canal de Telegram.
El resultado siempre fue contundente, la polarización de la conversación, un humor social totalmente adverso a la marca @PRI_Nacional atemperado apenas en el mes de noviembre por un reconocimiento incipiente al candidato José Antonio Meade, quien descubrió poco a poco lo amargo de la opinión publica sólo a partir de que decidió ser el abanderado de dicha marca.
A Ricardo Anaya se le atacaba por utilizar los tiempos oficiales del partido para construir su imagen, por aprovechar la plataforma que le brindaba ser presidente de @AccionNacional para obtener su candidatura, algo que, fuera del círculo rojo, a nadie le importaba. Algo así como cuando a un político lo atacan por el cambio de partido, eso solo le importa a los políticos que militan en los partidos, para el resto de la ciudadanía esto resulta total y absolutamente intrascendente, dado el descrédito del que gozan, por igual, todos los institutos políticos, puesto en términos claros, no importa que te cambies de camisa si ambas tienen un diseño fatal y colores que ofenden a la pupila, eso solo le interesa al diseñador. Tres momentos sin embargo marcaron, en términos negativos de opinión digital, a @RicardoAnayaC: la renuncia de Margarita Zavala del PAN, la acusación a un conocido por lavado de dinero, y la utilización de la PGR para acercarle las sospechas.
Tengo ya varios años dedicado a la consultoría política, y desde el ciclo 2015 he visto la misma táctica, ahora con proporciones épicas, para dañar a un contrincante. En 2016 uno de los protagónicos le correspondió a Pepe Toño Estefan, candidato de la coalición PAN / PRD a la candidatura de Oaxaca, por lo menos cinco primeras planas nacionales, e innumerables locales, reseñaban cuentas en el extranjero con cientos de millones de pesos. Todo fue ir personalmente al banco en Austin donde supuestamente se habían emitido los estados de cuenta para comprobar que todo era falso, sin embargo el daño estaba hecho. En 2017 tocó el turno a Josefina Vazquez Mota, cuando a través de “filtraciones” la PGR acusó a su familia de operaciones con recursos de procedencia ilícita, tan solo para que unos días antes de la elección saliera la propia institución a desmentir las investigaciones y exonerar a JVM, de la misma forma, el daño ya era irreversible.
La primera ocasión que la palabra “lavado de activos” se acerca a “Ricardo Anaya” en los análisis semánticos y con la consecuente disminución de los atributos de honestidad que caracterizaban al candidato es a consecuencia de la acusación a su familia política. “Bastaron” meses de filtraciones y videos apócrifos, todos validados por mas de 27 primeras planas nacionales e incontables minutos de cobertura en prime time tanto de radio como de tv para que el principal atributo negativo de Anaya fuera “lavado de activos”. A la fecha ninguna autoridad ha reconocido tener abierta una investigación sobre él con este o ningún otro motivo.
Imposible en este caso hacer comunicación de campaña mientras es indispensable defenderse de las instituciones y de toda la fuerza del estado.
En el caso de @LopezObrador_ la historia es muy distinta, arropado en un humor social totalmente adverso al sistema, y con la bandera del cambio hilada y mantenida por 12 años de campaña ininterrumpida, aunado a la pureza de una nueva marca, Morena, que además excluye el repudiado termino “partido”, los 90 días de campaña sirvieron para recoger todos los indecisos que se alejaban de las opciones del Frente y del PRI y para amalgamar a su seguidores de antaño. No se trata de regatear méritos a la campaña digital del virtual presidente electo, simplemente, por lo menos de sus cuentas oficiales, no la hubo. No hay reportado un peso de pauta, ni evidencia que lo contradiga. Las propiedades “Abre Mas Los Ojos” y las cuentas de sus voceros de campaña nunca llevaron la simetría esperada de una campaña orquestada, tal vez también aquí radica su éxito. El único elemento común en todas sus candidaturas, todas, desde diputados, senadores, presidentes municipales y gobernadores, era utilizar su imagen, sin machotes ni diseños centralizados, la ciudadanía reconocía lo orgánico del “oportunismo”, inclusive cuando candidatos del PES utilizaban su imagen sin autorización y lo abrazó.
Pocos ataques mermaron la imagen de Lopez Obrador, probablemente el único es que lo acercó a Peña Nieto, el famoso #YaPactó, pero fue insuficiente para borrar lustros de molestia social reflejado en miles de conversaciones al respecto.
No dejaré de insistir en la existencia de centros de inducción de opinión, bots, cuentas artesanales o contact centers a favor del candidato de Morena, las evidencias existen y solo aquellos que no quieran verlas las pueden ignorar. En nuestro sistema democrático nada de esto es ilegal, a menos que representaran un gasto ordenado y cubierto por el candidato, cosa que evidentemente será imposible de documentar. Pero nuevamente, nada de esto reduce la legitimidad de la victoria.
Soy un opositor convencido de Lopez Obrador, y también estoy convencido que eso no me imposibilita a realizar análisis objetivos sobre el comportamiento de la conversación digital. Hoy más que nunca espero equivocarme, pero la tolerancia de los internautas al nuevo gobierno será prácticamente nula. En los documentos mas recientes son sus principales núcleos de conversación quienes hoy se erigen en sus principales críticos, y pareciera que somos los críticos de ayer quienes pedimos el beneficio de la duda, en mi caso explico mi motivo. Este país no va a cambiar por una persona, es indispensable un pacto social, y la única esperanza que recibí al ver los resultados electorales fue el percibir que un líder había logrado poner de acuerdo a un porcentaje mayoritario de quienes ejercieron su obligación ciudadana, esto mediante promesas pero también amparado en un “gran acuerdo” y apelando a la “reserva de valores” que tenemos los mexicanos. No me importa que Andrés Manuel no haga crecer la economía, me tiene sin cuidado si construye o no las refinerías, o si da marcha atrás a la reforma energética o educativa, siempre y cuando lo haga en el consenso que lo llevó al poder, que le dio mayoría en las cámaras y le permita pacificar al país y llevarnos a esa fase de reconciliación que tanto nos urge como mexicanos. Esa es la única promesa que le demandaré al nuevo gobierno, y una que nos incluye a todos.