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Ecatepec, Méx.— Adoradores de la Santa Muerte, Juan Carlos “N” y Patricia “N”, presuntos feminicidas seriales, habitaron al menos cuatro domicilios de las colonias Jardines de Morelos y La Laguna, en vecindades ubicadas en calles como Monte Altái, Chimborazo y Playa Tijuana, donde solían colocar altares a La Niña Blanca, refirieron madres de víctimas que desaparecieron desde 2012.
“No está loco”, ahora quiere aparentar que ve alucinaciones. Es un hombre inteligente que planeó, estudiaba a sus víctimas y se hizo amigo de ellas, para convencerlas y asesinarlas, coincidieron María Eugenia Solorio y Araceli González Téllez, en entrevistas por separado.
En 2012, cuando desapareció la hija de Araceli, Luz del Carmen, de 13 años, Juan Carlos y su pareja Patricia vivían en Monte Altái, en un cuarto pequeño de cuatro por cuatro metros, había un baño, su puerta y la habitación comunicaba hacia la calle por una cortina blanca.
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Entre pacas de cartón y pet que recolectaban, la pareja tenía un altar a la Santa Muerte, junto a unos tambos llenos de grasa de pollo.
“Juan Carlos decía que las pollerías y las fondas de la zona le pagaban por deshacerse de esa grasa animal”, relató Araceli, quien pasó cinco años de su vida buscando a su única hija, quien desapareció de la misma vecindad donde vivía la pareja que, tras ser detenida, reconoció que mató a más de 10 mujeres.
El lugar en donde Juan Carlos y Patricia tiraban pertenencias y restos de sus víctimas
—¿Nunca notó que Juan Carlos odiaba las mujeres?
—“No, a mí llegaba y hasta de beso me saludaba el condenado. Me decía: ‘¡Qué pasó doña Araceli!’, y me daba un beso, su esposa también, para preguntarme cómo iba la búsqueda de mi hija”.
Así los recuerda la madre que apenas este fin de semana se enteró que sus vecinos confesaron ser feminicidas seriales de Ecatepec.
Juan Carlos vivió en por lo menos en cuatro domicilios de la zona de Jardines de Ecatepec y La Laguna.
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Después de la desaparición de Luz del Carmen, en 2012, en Monte Altái, en 2014 se cambió a Chimborazo y después a Playa Tijuana, último domicilio del que se irían para irse a una vivienda cercana, donde hallaron botes con cemento y restos humanos, según relató el fiscal Alejandro Gómez Sánchez.
Araceli se enteró el pasado 5 de octubre de que el asesino de su hija fue Juan Carlos, su vecino y amigo en la vecindad de calle Monte Altái, colonia Jardines de Morelos.
La adolescente estudiaba la secundaria y era abril de 2012, vacaciones de Semana Santa. Sus padres salieron por la mañana a trabajar y se quedó sola en la vivienda que rentaban. Cuando su padre regresó, ya no encontró a la menor.
La colonia Jardines de Morelos, en Ecatepec
“A mi hija la encontré en 2017, después de cinco años de buscarla. Estaba en una fosa común. El tipo la fue a tirar a un baldío en la colonia Lázaro Cárdenas —aledaña a Jardines de Morelos—, ahí la hallaron Servicios Periciales [de la Fiscalía de Justicia de la entidad]. La llevaron a la fosa común”, comentó.
“Estaba sin piernas. La identifiqué por muestras de ADN que salieron positivas. Nada de vestimenta. Mi hija estaba envuelta en bolsas negras y en un costal. La sepulté en junio de 2017”, refiere la mujer.
Con restos humanos en bolsas negras fue como las autoridades capturaron a la pareja, una forma común de deshacerse de los cuerpos de sus víctimas.
González deambuló por cinco años, buscando a Luz hasta que la halló; sin embargo, no sabía qué había pasado con su hija.
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“No tenía idea de lo que había pasado. Esto para mí fue una sorpresa”, expresó la madre.
“Eran vacaciones de Semana Santa, tuve que ir a trabajar y mi esposo también. Ella se quedó sola, fue ahí cuando este hombre vio la oportunidad de capturarla”, reiteró.
Menciona que se trató de una desaparición muy extraña, “cuando mi esposo llegó del trabajo estaba la tele prendida, así como las luces, él pensó que ella estaba lavando ropa abajo o tendiendo en la azotea, subió y la buscó. Cuando no la encontró, preguntó a este tipo [Juan Carlos] y él dijo que nunca la vio”.
Los vecinos han comenzado a dejar veladoras en el sitio en donde tiraban restos y pertenencias de las víctimas
Ahí empezó su peregrinar. Se integró al colectivo Red de Madres Buscando a sus Hijos, donde encontró solidaridad y acompañamiento. Ahora la mujer exige justicia.
“Yo busqué a mi hija y la encontré”, concluyó.