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¿Cuál es el nivel educativo de los representantes legislativos en México? ¿Podemos confiar en ellos como agentes de capacidad autónoma de acuerdo con su grado de instrucción escolar? De acuerdo con un análisis de los registros oficiales del Censo de Población y Vivienda 2010 del Inegi y de los 300 perfiles de los diputados uninominales de la 63 legislatura (la actual) y sus distritos, realizado por EL UNIVERSAL, Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y el Partido Revolucionario Institucional(PRI) lideran el nivel promedio de escolaridad: posgrado. Al mismo tiempo, son los dos partidos que tienen un diputado menos educado que sus electores.
Un 36.3% de los legisladores morenistas refieren estudios de posgrado, mientras que en el caso de los priístas corresponde a 33.3% de ellos.
La revisión por parte de este diario deja ver que 61% de los distritos ganados en 2015 por el PRI tienen un grado promedio de estudios de primero, segundo y tercero de secundaria, mientras que 53% del Partido Acción Nacional (PAN) cuentan con educación media superior.
En el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), una cuarta parte de los distritos están entre tercero y sexto de primaria. Mientras que en Morena, 86% son de educación media superior.
¿Quién y dónde?
Un 58% de los diputados nominales cuentan con licenciatura, mientras que 31% tiene posgrado. De ahí se desprende que nueve de ellos cuentan con educación media superior (ahí se ubican cuatro del PRI y dos del PAN; en tanto Morena, PVEM y PRDtienen uno cada uno); de secundaria son tres (dos del PRI y uno de Morena), en tanto sólo hay uno con educación primaria, que pertenece al PAN, es decir, las cuatro fuerzas políticas nacionales cuentan con al menos 85% de sus representantes de mayoría con educación superior.
Los distritos más educados en el país se encuentran en la Ciudad de México, mientras que los más rezagados, según el último censo del Inegi, están en la región que comprende los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas.
En cuanto a los legisladores, su distribución no parece reflejar ningún patrón geográfico. En general, el representante de mayoría supera el nivel de educación de su distrito, aunque resaltan como casos sugerentes, el Distrito 7 —gobernado por Morena— del entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México), y el Distrito 4 de Tabasco —gobernado por el PRI—, que rebasan en nivel de educación a su representante de mayoría.
Caminito de la escuela... ¿al partido?
Sólo nueve de los 300 distritos tienen representantes del mismo nivel de educación que los votantes del distrito, es decir, un distrito de Colima con bachillerato (PRI), tres distritos de la Ciudad de México, dos con licenciatura (PAN) y uno más de bachillerato (Morena).
Dos del Estado de México, con bachillerato (PRI y PRD), uno en Puebla con primaria (PAN), uno de Quintana Roo con bachillerato (PVEM), y uno más de Sonora con el nivel secundaria (PRI). Para aproximar la diversidad existente en el país, el Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE) del Inegi provee una radiografía de la actividad económica en el territorio nacional.
Haciendo uso del mismo y colapsando las categorías para facilidad en el análisis, se mapeó la actividad predominante por sección electoral.
De las más de 68 mil secciones electorales, 64.6% se dedica predominantemente al comercio, en segundo puesto se encuentra la actividad agropecuaria, con 24% de las secciones electorales a nivel nacional.
Ambas actividades están distribuidas a lo largo del territorio nacional, con la segunda más presente en zonas rurales, mientras que la primera domina las zonas urbanas. En un distante tercer lugar se encuentra la prestación de servicios, con 7% de las secciones.
De las casi 32 mil secciones electorales que ganó el PRI, se impuso en cinco de cada 10 con actividad predominante agropecuaria. A su vez, el PAN obtuvo zonas con actividad de ciencia y tecnología, salud, asistencia y servicios.
La distribución de distritos por partido y edad predominante registra que en 61% de los distritos del PRI, los legisladores cuentan con entre 20 y 24 años; en 32% de los distritos del frente PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC) son mayores de 65 años de edad.
Hay 40 distritos federales —31 ganados por el PRI (26 de ellos con promedio de edad de entre 20 y 24 años); 29 distritos con un grupo de edad promedio de entre 20 y 24 años; seis de los siete distritos federales de Coahuila tienen como grupo de edad predominante el que comprende también de 20 a 24 años y cinco fueron ganados por el PRI.
Si tomamos como referencia que para las elecciones de 2018 el PAN, PRD y MC se unieron para formar la coalición Por México al Frente, esto daría un total de 95 distritos ganados: 56, 29 y 10, respectivamente, de los cuales 50% pertenecen al rango de edad entre 20 y 24 años.
Nueve de los 14 distritos de Guanajuato los ganaría el Frente, donde en siete de ellos sus habitantes son menores de 24 años. El estado con una mayoría superior al 50% de los distritos ganados por el Frente, sería Jalisco, con 11 de los 19.
¿Cuál debe ser entonces la relación entre distritos y representantes? Como muestra la gráfica, en la gran mayoría de los distritos el representante excede el promedio de educación de su demarcación, tendencia que se cumple en todas las fuerzas políticas nacionales.
Las decisiones, se cree, están depositadas en un representante con suficiente criterio para elegir en nombre de quienes le delegan autoridad a partir del voto.
¿Cuál es el problema con esta aproximación? Exigir de los representantes un grado mínimo de escolaridad es ignorar que existe más de un México.
La matriculación implicaría ceder a la tentación de un México de licenciados, en contraste con una realidad donde el promedio de escolaridad apenas rebasa la educación media, y donde la entidad con mayor escolaridad, la Ciudad de México, no alcanza el nivel superior de educación en promedio, mientras que Chiapas, la entidad más rezagada, rebasa apenas el primer año de secundaria.
La polémica propuesta del diputado Ángel García Yáñez (Panal) para renovar la cédula profesional cada seis años, lleva implícita una apuesta sobre el concepto de representación.
Quienes abogan a favor de un cuerpo legislativo con licenciatura, lo conciben como un órgano con la capacidad de decidir, gracias a la autoridad que les fue conferida por sus electores.
Esta concepción beneficia al representante, que no debe procurar la voluntad de sus votantes sino que, haciendo uso de la autoridad que recibió de los mismos, actúa conforme a su criterio. Los intereses de un país no se reducen a la esfera económica o al intercambio.
Creer que los años de educación (o la suficiencia de conocimientos) llevan a mejores respuestas, implica una apuesta no neutral.
Existe un México que no se rige por el intercambio o por las dinámicas impersonales de la economía. Esas voces que no están matriculadas son parte del objetivo central de un Congreso, que es la representación popular.