Alfonso Zárate Flores, presidente del Grupo Consultor Interdisciplinario (GCI), advierte que con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador hay un intento de derruir y, sobre todo, de capturar las instituciones democráticas surgidas a partir de 1994.
En entrevista desde su oficina de la colonia Roma, donde a su espalda tiene un mapamundi que se levanta hasta el techo, Zárate Flores analiza de manera aguda el actual momento político del país y lanza una reflexión para describir, en su opinión, los últimos acontecimientos que vive México.
“Lo que percibo en el último año [es un intento] por capturar las instituciones que tanto trabajo costó crear. El caso de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH ) me parece muy triste.
“El Presidente parece ignorar que la CNDH cumple un papel importantísimo frente a los abusos del poder. Si esa institución, como el INE, el Inai, el Poder Judicial o el Banco de México, ha tenido recursos excesivos y se ha despachado con la cuchara grande, hoy tenemos a funcionarios de órganos autónomos con sueldos que no se valen en un país pobre. Todo eso es corregible, pero no hay que derruir las instituciones, sino que hay que revisarlas, mejorarlas, perfeccionarlas, pero no capturarlas”, insiste.
Sobre su escritorio perfectamente ordenado se encuentra su más reciente obra, La generación de 1994 que marcó historia: Grupo San Ángel, de editorial Planeta, con separaciones de lo que a lo largo de los años nació como un ejercicio, primero de notas con frases que apuntó en pequeñas tarjetas sobre un grupo de notables convocado por el escritor Carlos Fuentes —del cual formó parte— y que en ese año crucial buscaba evitar un “choque de trenes”.
Señala que 1994 es histórico porque ocurrieron muchos sucesos que pusieron en riesgo la estabilidad política del país: en mayo de 1993, es asesinado, en el aeropuerto de Guadalajara, el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo; el 1 de enero de 1994, el mismo día que entra en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC), aparece el subcomandante Marcos y el EZLN y le declaran la guerra al gobierno.
En marzo de ese año también sucede el asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del PRI, partido hegemónico, y en septiembre, el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, así como los secuestros de Alfredo Harp, presidente de Banamex, y Ángel Lozada, vicepresidente de Grupo Gigante.
Zárate Flores, maestro en Sociología Política por The London School of Economics and Political Science, afirma que quizá es tiempo de revivir al llamado Grupo San Ángel, en el que participaron Jorge Castañeda, Demetrio Sodi, Carlos Monsiváis, Adolfo Aguilar Zínser, Tatiana Clouthier, Vicente Fox, Amalia García y Agustín Basave: “No sería contrapeso del poder, sino un espacio para generar propuestas”, dice.
¿En qué se ha avanzado desde el año 1994?
—En la parte electoral se logró un Instituto Federal Electoral (IFE) [ahora Instituto Nacional Electoral, (INE)] autónomo y ciudadanizado. En 1994 el instituto estaba presidido por el secretario de Gobernación Jorge Carpizo. El otro logro fue que los medios estuvieran más equilibrados; también se crea el Inai y ya no existe la militancia corporativa al PRI, y se fueron creando y consolidando instituciones que no existían y que fortalecieron la democracia. La mala noticia es la fragilidad de las instituciones democráticas: puede costar mucho tiempo construir una, pero es muy fácil derruirlas.
¿Lo dice por la CNDH?
—Lo que vimos en el caso de la CNDH me parece muy triste. El presidente parece ignorar que la comisión cumple un papel importantísimo frente a los abusos del poder. Si esa institución, como el INE, el Inai, el Poder Judicial y el Banxico, ha tenido recursos excesivos y se ha despachado con la cuchara grande, hoy tenemos a funcionarios de órganos autónomos con sueldos que no se valen en un país pobre. Todo eso es corregible, pero no hay que derruir las instituciones, sino que hay que revisarlas, mejorarlas, pero no capturarlas.
¿Ve un intento de captura de las instituciones?
—Sí, es eso lo que percibo en el último año: un intento por capturar las instituciones que tanto costó que se crearan.
¿Pero eso no va en contra de lo que abanderó Morena?
—Es absolutamente contradictorio. La imposición de la señora Rosario Piedra, por ejemplo, me parece grotesca y lamentable, la manera en que se incumple la ley, en un sentido y en otro. El hecho de haber sufrido la pérdida de su hermano es muy doloroso —lamentablemente hay miles de personas que han perdido a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos—, pero eso no la convierte en una persona idónea.
¿Esto hacia dónde nos lleva?
—La experiencia de Evo Morales, lo que nos dice que estos líderes que de corazón tienen un compromiso con los padres, con la justicia social, en contra de los excesos de los últimos años, sienten que su periodo no les alcanza para cumplir su misión y como no les alcanza están dispuestos a atropellar para alcanzar el objetivo.
El Presidente, dicen, trabaja 16 horas diarias para no reelegirse, ¿usted confía en eso?
—No se va a reelegir, pero está, y lo ha dicho muchas veces en su [conferencia] mañanera, para que los ajustes que está haciendo en su gobierno sean irreversibles, y eso es de una gran ingenuidad, porque en toda la historia de la humanidad nos dice que eso es reversible.
¿A qué se refiere?
—Es más, yo diría que en el tema de la inseguridad, por mencionar algo, desde Miguel de la Madrid hasta el momento, hemos vivido fracaso tras fracaso: no ha habido inteligencia en ninguno de estos gobiernos para encarar el desafío del crimen organizado y delincuencia común, y lo que tenemos es un avance avasallador, y la estrategia de este gobierno —la Guardia Nacional, el “abrazos, no balazos”, el “fuchi guácala”— es inquietante, porque va a generar un fracaso total. No hay forma de que esta estrategia tan limitada dé buenos resultados.
¿Pero ese escenario a dónde nos puede llevar?
—En cinco años, a que crezca la tentación de la mano dura; es decir, que frente a los malos resultados de esta lógica del apapacho y de “no venganza, perdón”, se genere un hartazgo equiparable al que provocado por Enrique Peña Nieto por su voracidad e ineptitud.
En ese contexto, ¿no cree que llegó el momento de formar un nuevo Grupo San Ángel?
—Quizá el hecho de haber publicado el libro a 25 años de distancia tiene un interés pedagógico, el que de repente surja la idea de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no tiene contrapesos: no los tiene en el Congreso, en los gobernadores, en los órganos autónomos que cada vez están más amenazados. No entiende razones. Las posturas críticas son descalificadas incluso dentro de su equipo.
¿Y qué hay de la oposición?
—Esos grupos que se están creando del PRD, del PAN o del expresidente [Vicente] Fox creo que no tienen mucha posibilidad y no van a tener la atención del Jefe del Ejecutivo. En contraste, está la posibilidad de crear un grupo de ciudadanos respetados, de trayectoria, de simpatías políticas distintas, incluyendo a Morena que podría hacer lo que hicimos hace 25 años: trabajar propuestas sustentadas, no en el ánimo de confrontación o golpeteo, sino de respeto, y decirle al Presidente que ya se tiene una propuesta. Quizá eso podría contribuir en ciertas decisiones o políticas públicas.
¿Usted encabezaría esos nuevos esfuerzos?
—[Lanza una leve risa]. No, pero yo participaría con mucho gusto, porque además podría aportarles las experiencias que recojo en el libro, en el sentido de decir en qué nos equivocamos; por ejemplo, de repente llegamos a una reunión [Grupo San Ángel] y decíamos: “¿Éste quién es? ¿Quién lo invitó? ¿O se coló? No llevamos un registro puntual de las sesiones”.