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Ciudad Ixtepec, Oaxaca
Omar Quintero espera en la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) a que personal de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) le dé seguimiento a su solicitud para que él y su familia se refugien en México.
Oriundo de Honduras, Omar viaja con 12 familiares. Viene con su esposa, su hijo de cuatro años, sus cuñados y tres menores de cinco, ocho y 11 años de edad.
“Venimos 13. Nos entregamos a Migración hace un mes y medio, huimos de las pandillas. Salimos de nuestro país porque mataron a mi hermano y a mi papá, por eso queremos que México nos otorgue el refugio”, explica.
Como Omar, sólo en lo que va del año, en Oaxaca 250 migrantes centroamericanos han solicitado refugio, según cifras de la ACNUR y de la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (Comar). En su mayoría son hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, así como pequeños grupos de nicaragüenses y cubanos.
Para alcanzar el estatus de refugiados, los solicitantes dicen que sus vidas están en peligro por la violencia en sus países.
En total, en todo el país se han recibido —de enero a abril de este año— 18 mil 365 solicitudes para obtener el estatus de refugiado. Para alcanzar esta condición, los solicitantes argumentan que su vida y la de sus familiares están en peligro debido a la violencia que viven en sus respectivos países.
Daniel Cordero, un “cooperante de España” que colabora en el albergue Hermanos en el Camino, dice que muchos migrantes desean la condición de refugiados porque reciben apoyos del ACNUR y porque pueden rehacer su vida en México. Para lograrlo, la espera es dos meses.
“La gente desiste de su propósito de obtener la condición de refugiados,por tantos trámites”, señaló un elemento del Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración (INM).
Albergue saturado
Pese a que desde 2014 se puso en marcha el Plan Frontera Sur, que prohibía que los migrantes viajaran sobre La Bestia desde Chiapas hasta Ixtepec, Oaxaca, la migración nunca cesó, dice Daniel Cordero.
El cooperante español explica que, aunque el fenómeno migratorio no se ha detenido, volvió a los reflectores gracias a las primeras caravanas que salieron durante octubre del año pasado de Centroamérica, y desde entonces la capacidad del albergue Hermanos en el Camino se desbordó.
Con un promedio de atención diaria para 180 personas, desde que ingresaron las caravanas y se permitió que los centroamericanos volvieran a montarse en el tren, cada día llegan al albergue unas 300 personas.
“Hemos tenido que ampliar nuestra capacidad de respuesta en alimentos, agua y medicinas”, admiten colaboradores. Los migrantes sólo se quedan un día y por la tarde suben al tren que corre de Salina Cruz, pasa Ixtepec y llega a Medias Aguas, Veracruz”, señala.
En un recorrido realizado por EL UNIVERSAL por el albergue, se constató la presencia de 150 migrantes. Los colaboradores del sacerdote Solalinde destacan que ahora viajan más menores de edad, mujeres y familias completas.
Antes de 2014 se observaba que eran más los varones quienes buscaban llegar a la Unión Americana. Ahora, con la guerra no declarada en Centroamérica, familias completas huyen de la violencia.
Grupo Beta, al auxilio
Desde el arranque de las caravanas, el Grupo Beta ha atendido a unos 500 centroamericanos al mes. En lo que va de mayo han asistido a 200 migrantes que sufren golpes de calor, caídas desde el lomo de La Bestia y escoriaciones en los pies. Además, se ha trasladado a seis mujeres embarazadas a hospitales de Juchitán e Ixtepec.
Con seis elementos, pero con apoyo del Grupo Beta de Chiapas, y Veracruz, han proporcionado agua, frutas y medicinas a los migrantes desde que ingresan al territorio oaxaqueño en Chahuites, Tapanatepec e Ixtepec en su ruta hacia el norte. EL UNIVERSAL Oaxaca