Un muchacho posa para la cámara desde el fondo de La Julia: mirada desafiante, semblante serio, saco y corbata, usa flequillo y este le cubre la frente. Es estudiante de la Facultad de Derecho y en ese momento tiene 23 años. La imagen se tomó un 26 de julio, cuando a Eleuterio Valles Gómez lo arrestaron por primera vez en su vida e inició el movimiento estudiantil de 1968.

Sentado en una banca, a unos metros del lugar donde ocurrió su detención hace 50 años, mira a su esposa Zenaida Judith Ramos Martínez y sonríe. Se conocieron en una de las marchas que se organizaron del Museo Nacional de Antropología e Historia al Zócalo del Distrito Federal. Este año, en octubre, cumplirán medio siglo de vida en común.

Juntos han pasado muchas cosas, una de las más duras fue presenciar y sobrevivir a la matanza del 2 de octubre de 1968; a sus 75 años de edad, a Zenaida aún se le quiebra la voz cuando recuerda el sonido de las balas y el miedo que experimentó al ver a los soldados avanzar sobre los estudiantes. Eleuterio afirma que fue una traición del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y un error del Consejo Nacional de Huelga haber aceptado reunirse con un representante del Presidente para intentar resolver el conflicto.

Esa tarde, ambos se encontraban en la Plaza de las Tres Culturas; recuerdan haber visto una luz verde de bengala, helicópteros sobrevolando la plaza, gritos y desorden, el inicio de los disparos, luego ráfagas, más gritos, miedo. Les queda la frustración por la represión del movimiento, odio al gobierno por el asesinato de sus amigos y un profundo sentimiento de culpa por haber sobrevivido.

“Nunca he regresado a la Plaza de las Tres Culturas. Dos o tres veces en la vida he pasado por enfrente, pero no puedo ir ahí. Fue un momento muy doloroso y agresivo, pensar en mis compañeros que no pudieron salir vivos y que ahí quedaron, eso duele. Fue una bendición muy particular para mí haber podido salir de ahí. Era mucho balazo, como palomitas tronando en una olla”, dice Zenaida en entrevista.

“Hubo cierta amargura también, una frustración bastante fuerte por la represión de nuestros compañeros. En mí hay una actitud de odio hacia el gobierno por esa represión, no podemos olvidarla nunca. Es peor no haber acabado ahí, estar viviendo con ese recuerdo, siente uno culpa”, asegura Eleuterio.

Atrapada entre el gentío, los soldados y la balacera, Zenaida no logró escapar y fue trasladada entre amenazas, gritos, insultos, golpes y culatazos a la prisión de Tlaxcoaque. Ahí le salvó la vida, precisamente, uno de los pacientes que atendió siendo enfermera del ISSSTE y que era mando de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Eleuterio se logró esconder en un departamento del edificio Chihuahua, donde una vecina les abrió la puerta a él y a otros jóvenes, salió unas horas más tarde acompañado por una muchacha. Un soldado los sorprendió cuando caminaban hacia Paseo de la Reforma, fingieron ser vecinos de la unidad que se dirigían a sus casas y así se salvaron.

Una tarde de septiembre, pero 50 años después, Eleuterio muestra su fotografía publicada en la página 34 del libro “1968. Un archivo inédito” que editó EL UNIVERSAL al cumplirse 40 años del movimiento estudiantil. En el pie de foto se lee: “Julio 26. Los granaderos muestran ‘su botín’: algunos estudiantes que denunciaron las agresiones policiacas”.

“Esa noche salimos a hacer pintas. En Insurgentes y Reforma llegó una patrulla de las que le decían Las Julias, cuatro individuos armados nos detuvieron. Estuvimos, cuando mucho, dos días en la cárcel, al salir seguimos con las brigadas, no paramos hasta el 2 de octubre”, expone.

Zenaida estudiaba en la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) y era brigadista. Gastaba su sueldo de enfermera para apoyar al movimiento. Tenía 25 años.

La labor era pesada: botear en las calles para conseguir dinero, imprimir panfletos y elaborar esténciles, y hacer mítines en mercados y peseros para informar a la gente.

En un principio, las manifestaciones eran poco concurridas, pero conforme avanzaba el movimiento, las calles se iban llenando. Como podía, la gente apoyaba a los estudiantes.

En una de esas marchas se conocieron Zenaida y Eleuterio. Él tenía 23 y ella 25. Iban sobre Paseo de la Reforma gritando: “¡Únete pueblo!” y otras consignas con ataques directos al mandatario Gustavo Díaz Ordaz. En las pancartas había caricaturas que mostraban al Presidente como un monstruo de grandes y afilados dientes, algunos llevaban sus guitarras y entonaban canciones de rebeldía.

Una marcha muy alegre. “Todos íbamos muy seguros de lo que proponía el movimiento, íbamos gritando. Ella iba acompañada de unos familiares. Me le quedé viendo, empezamos a platicar, me dijo que era de Trabajo Social y empezamos a conocernos”, contó Eleuterio.

Meses después se fueron a vivir en unión libre y tras 14 años y cuatro hijos, se casaron. Este mes celebran medio siglo de convivencia.

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