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Pasó de ser subdirector de seguridad en una cárcel mexicana en la que conoció a Joaquín “El Chapo” Guzmán a fiel empleado del cártel de Sinaloa y padrino de una de las hijas del narcotraficante mexicano. Dámaso López empezó a contar su historia el martes desde el banquillo de los testigos en el juicio a Guzmán que se celebra en Brooklyn.
El mexicano de 52 años testificó que conoció a Guzmán en 1999, cuando López era subdirector de seguridad y custodia de la cárcel de Puente Grande, en el estado de Jalisco.
Dijo que permitió que Griselda, supuestamente una de las esposas de Guzmán, pudiera entrar a visitarle a pesar de que las normas sólo permitían entrar a una cónyuge, que en este caso era Alejandrina.
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También le permitió a Guzmán que tuviera teléfono celular. A cambio de éstos y otros favores, “El Chapo” le pagaba, le compró una casa y cubrió los gastos del cuidado médico de un hijo de López que se accidentó.
En el 2000 López renunció a su puesto en la cárcel porque el gobierno federal estaba investigando corrupción en el penal, dijo. Unos meses después Guzmán se fugó de la cárcel dentro del carrito de lavandería.
López explicó que en el 2001 se reunió con Guzmán en el estado de Nayarit y que éste le explicó que la fuga “fue algo espontáneo” y que un tal “Chito”, encargado de la lavandería en el penal, fue quien lo sacó en el carrito, se lo llevó al aparcamiento, lo metió en el maletero de su auto y lo sacó así de la cárcel.