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Con el puño firme, Juan (cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad) sostiene un lápiz para hacer una línea curva que afina a cada trazo. Clava fijamente la mirada en la hoja de papel, se lleva las manos a las sienes, mueve la cabeza de forma negativa y gira con agilidad el utensilio entre sus dedos.
Las manos, que de manera apurada, pero precisa, dibujan líneas y formas, hace un par de años sujetaron armas. Juan era sicario y hoy es uno de los 140 jóvenes internados en el Centro de Reinserción Juvenil La Quinta del Bosque, la única prisión para menores con conflictos con la ley en el Estado de México.
Tras unos minutos de silencio, Juan, quien purga una condena de cinco años en el centro referido, que en un par concluirá, se decide a continuar su trazo, hasta formar un óvalo, con el que poco a poco forma la figura de una cabeza.
En cuestión de segundos las formas brotan del grafito. Juan voltea la hoja, difumina el color para crear sombras, remarca las líneas y forma un primer cuadro.
Al igual que otros 30 compañeros internos, toma un taller de caricatura como parte de las actividades que la organización civil Reinserta impulsa en las prisiones para menores, con el fin de lograr su reincorpora ción en la sociedad y evitar su reincidencia en prácticas criminales.
Sin despegar la mirada ni el lápiz de la hoja de papel, Juan le pregunta al compañero que está junto a él: “¿Sabes por qué estoy aquí?... Por crimen organizado”.
En México hay mil 600 jóvenes, entre 12 y 22 años, que se encuentran en algún Centro de Internamiento, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi); desde abril de 2013 la organización Reinserta trabaja en un modelo de reintegración social diseñado para adolescentes que se encuentran en conflicto con la ley, mediante el cual se pretende disminuir la reincidencia al delito y la adopción de conductas delictivas.
Como parte de las actividades que realiza Reinserta con los jóvenes, se lleva a cabo un taller de caricatura de 10 sesiones, en él los jóvenes participantes aprenden a expresar sus emociones.
El taller de caricatura es coordinado por las organizaciones Cartónclub y Cartooning for Peace, y forma parte del programa educativo Dibujemos la Paz y la Democracia, proyecto financiado por la Comisión Europea que abarca nueve países: Marruecos, Palestina, Israel, Túnez, Burkina Faso, Costa de Marfil, Brasil, Canadá y México.
“Cuando dibujo, saco todo lo que llevo dentro, es como si todo lo malo desapareciera y sólo existiera la hoja, el lápiz y yo”, dice Juan sin descuidar los detalles de su esbozo.
A la par que Juan cuenta cómo llegó a La Quinta, dibuja un insecto mantis que parece estar sentado y leyendo un periódico, le dibuja una expresión relajada; el trazo comienza a tomar forma. En el siguiente recuadro aparece de nuevo la mantis, esta vez con un cincel y frente a ella una roca grande que sobrepasa su tamaño.
A manera de historieta, Juan crea un tercer cuadro en el que el personaje principal da forma a la roca, la esculpe y adquiere una silueta humana.
Para completar la secuencia, las manos de Juan dibujan al insecto que admira, su creación, una escultura con la misma pose que El pensador del artista Auguste Rodin.
“Elegí la mantis porque es un animal pequeño, pero muy fuerte, que puede lograr grandes cosas, como nosotros que estamos aquí, podemos crear grandes cosas si nos lo proponemos”, destaca.