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Las huellas de Arturo El Negro Durazo Moreno aún no se borran de la colonia Doctores. Los vecinos todavía cuentan historias sobre la crueldad de quien fuera jefe del Departamento de Policía y Tránsito del entonces Distrito Federal entre 1976 y 1982.
En particular recuerdan los rumores sobre las torturas a estudiantes que Durazo habría ejecutado en el hotel La Posada del Sol, uno de los edificios más enigmáticos de la zona centro de la capital, diseñado por el afamado arquitecto Juan Sordo Madaleno en 1945.
Arco de entrada del Hotel Posada del Sol en los años 40. Colección Villasana/Torres.
Esta construcción abrió sus puertas sólo ocho meses, en 1945, pues el proyecto quedó inconcluso debido al alto costo que representaba.
Luego fue parte de las autoridades del gobierno capitalino, sin que existan registros claros de cómo pasó a ser propiedad pública.
Durante la administración de Miguel Ángel Mancera el edificio se utilizó para grabar historias como Kilómetro 31 y la serie El Pantera, de Televisa, con el permiso del gobierno capitalino.
El último proyecto de rescate se puso en marcha en 2013, con la entonces secretaria de Cultura de la capital, Lucía García Noriega, quien pretendía volverlo un Faro, como el de Indios Verdes o Milpa Alta, pero Miguel Ángel Mancera no lo apoyó.
El edificio, ubicado en Niños Héroes 139, y a merced del deterioro, está rodeado de vecindades de cuartos pequeños donde viven familias enteras. Los vecinos han denunciado que el inmueble ha provocado daños estructurales en sus hogares, que van desde hoyos hasta grietas.
El Negro Durazo habría ejecutado estudiantes dentro de la Posada del Sol, después de haberlos violado y torturado. Archivo EL UNIVERSAL.
Hoy en día, La Posada del Sol es custodiada por algunos policías, quienes ya no permiten el paso.
Desde las bardas grafiteadas se ven las paredes altas de la compleja estructura de más de 500 habitaciones.
Por su tamaño y abandono, publicaciones en internet describen el edificio como un lugar “embrujado” y como cámara de tortura para disidentes políticos durante la llamada guerra sucia de los años 70.
Algunas historias de tortura.
Uno de los vecinos, José Carmona, narra que aunque lleva viviendo sólo 10 años en la Doctores, ha oído las historias sobre El Negro Durazo.
“Dicen que encerraban a los estudiantes en la parte de atrás de La Posada del Sol, para que no se escucharan los gritos por la anchura de las paredes”, cuenta.
Comparativa años 40 - 2020. Foto antigua: Colección Villasana-Torres.
Relata que se realizaban “ritos extraños en las capillas que están dentro de la Posada”, donde se pueden encontrar símbolos similares a los de las ceremonias masónicas y pinturas de la lucha de la Independencia de México.
Un lavacoches de más de 60 años dice no saber nada de la Posada, pero recuerda haber conocido a Durazo.
Lo afirma con seguridad mientras camina a toda prisa a la estación del Metro Niños Héroes. Recuerda que El Negro no tenía un dedo “porque se lo voló de un balazo”. También se daba el lujo de bromear con él: “Yo le decía jugando: ‘Pinche negro asesino’”.
Por su parte, el comerciante Hugo Martínez, quien vive desde hace 29 años en la zona, cuenta que él ingresó hace unos años al edificio y dice que en los años 90 fue oficina de la policía.
El edificio tiene un evidente deterioro, los vidrios rotos y el techo de madera hinchado por la humedad. Crédito: David P. Villalpando/Cortesía.
Y es que alrededor de El Negro corrían un sin fin de acusaciones de violencia policiaca y homicidio.
En un recuento de su vida, publicado por EL UNIVERSAL (el 6 de agosto de 2000), se narra que cuando estuvo en prisión por extorsión a fines de los años 80 y principios de los 90, se le diagnosticó “personalidad narcisista, impulsiva, desconfiada y agresiva”.
En uno de los cuartos de las vecindades, una señora de 62 años, María Manchita, dice haber vivido siempre en ese lugar.
Su hogar colinda con uno de los patios de La Posada del Sol, sólo los separa una barda construida hace apenas 10 años: “Precisamente la pusieron porque nos saltábamos a ver”.
Recuerda que ella y su familia podían ver desde su casa hacia las habitaciones y patios de la Posada.
Gracias a la poca distancia entre ambas construcciones, solían ir a buscar granadas a los árboles y espiar lo que pasaba en las noches dentro de ese edificio abandonado. Y lo que vieron, dice, fueron las torturas de la policía del D.F. a estudiantes en los años 70.
Comparativa años 40 - 2020. Foto antigua: Colección Villasana-Torres.
En particular recuerda una noche en la que los uniformados trajeron a “tres estudiantes. Dos de ellos quedaron muy mal. Fueron a dar al siquiátrico y a otro dicen que lo llevaron al campo militar”, afirma la mujer.
Explica que conocieron a los muchachos y que eran muy jóvenes: “Los vimos, eran de 17 años”.
Narra que durante esas noches de tortura “sacaban a los chavos y les ponían unas cosas como pasamontañas, pero con pico [en la parte de arriba], no sé, creo que hacían ritos satánicos”.
Afirma que la policía capitalina era “como la Santa Inquisición” y que traía chicos cada semana: “Ellos gritaban: ‘¡Ayuda!’, ‘¡piedad!’. Les preguntaban cosas de la Liga, porque se oía muy bien que pedían auxilio, socorro”.
Escena de la controvertida película Lo negro del “Negro” del director Benjamín Escamilla, basada en el libro Lo negro del “Negro” Durazo. En la imagen, un actor representando a Arturo Durazo Moreno, filme de 1987. Archivo de EL UNIVERSAL.
Ella se acuerda que pudieron ver otras torturas, como agujas que eran clavadas en las puntas de los dedos: “Imagínate los gritos tan espantosos y no traían mujeres, puro chamaco”.
Los estudiantes, además, eran desnudados y, según el relato de María, se oía cómo eran ejecutados en el sótano de la Posada, que también colinda con su apartamento.
Dice que “estaban muy locos” y recuerda que escuchó durante varias noches “alaridos, de puro chavo, los estaban violando”. En estas ejecuciones, menciona, participaba El Negro Durazo.
Arturo Durazo Moreno, jefe policiaco de 1976 a 1982 durante la administración de José López Portillo. Archivo EL UNIVERSAL.
Esta es una descripción que coincide con las prácticas que realizaba Durazo, según el libro Lo negro del Negro Durazo, escrito por su exescolta José González González, quien escribió que Durazo presumía haber violado a Fidel Castro y a Ernesto el Che Guevara, cuando los revolucionarios estuvieron en México: “Siempre se jactó de haber vejado a los dos personajes. Decía que les había metido un palo de escoba por el ano”.
Patio de la Posada donde habrían ocurrido las torturas por parte de elementos de la policía del Distrito Federal. Crédito: David. P. Villalpando/Cortesía.
María asegura que desde el tejado de la vecindad se puede ver La Posada del Sol en su plenitud.
Es verdad, al subir tres pisos, al pararse al lado de los tinacos, pueden verse los pasillos envueltos en la oscuridad y el patio amplio del hotel, abandonado, que colinda con el patio donde vive esta testigo, María.
El sábado 30 de junio de 1984, EL UNIVERSAL publicó la nota de la captura de Durazo en Puerto Rico.
Se había dado a la fuga por los delitos de fraude, posesión ilegal de armas, contrabando y extorsión.
Nunca fue sentenciado por los cargos de asesinato, tortura u homicidio, pese a haber sido señalado por excolaboradores e investigaciones periodísticas.
El edificio fue administrado por la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México y el Sistema Nacional Para el Desarrollo de la Familia (DIF).
La directora general de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la CDMX, Guadalupe Lozada, expresó en entrevista que el edificio pertenece al gobierno capitalino, pero al cierre de este reportaje no respondió si se tiene contemplada una renovación del hotel o un proyecto similar.
Desde otros inmuebles se observa la madera hinchada del techo de la Posada, las ventanas rotas y la basura que está en los pasillos del edificio. Estas viejas paredes encierran leyendas, como la historia del cadáver de una niña que fue hallado dentro de uno de los sótanos de la construcción, cuyo espíritu aún pena por las noches. Los vecinos cuentan que aún escuchan lamentos de madrugada y que el sitio albergó rituales satánicos y masones.
Actualmente este hotel está en abandono, expuesto al deterioro y sin ningún plan de conocimiento público para su rescate. Crédito: David Pineda Villalpando/Cortesía.
Sobre los crímenes, María dice que aún oye los gritos de gente en las noches, provenientes de la Posada. Que a esos jóvenes los trataban como perros y que sabían que aquellos estudiantes "no iban a salir vivos” de la Doctores.
Texto: Miguel Ángel Teposteco Rodríguez
Fotos actuales: David Pineda/Cortesía
Fuentes:
Lo negro del Negro Durazo de José Gonzales Gonzalez.
El Negro Durazo, reportaje de Canal 11, 2010.
Entrevistas a vecinos de la colonia Doctores.
Entrevistas con Guadalupe Lozada, directora de general de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la CDMX, así como a Isadora Rodríguez Gómez, asesora de la misma institución.
La Posada del Sol: el hotel embrujado y olvidado en la Ciudad de México, Vice México, Andrés Cota.
El increíble Hotel Posada del Sol y su abandono, revista Proceso, Judith Amador Tello y Armando Ponce.