Con un recuento de las acciones más representativas que realizó el cardenal Norberto Rivera Carrera durante los últimos 22 años, la Arquidiócesis de México lo despidió a través del editorial del semanario religioso Desde la Fe, previo a que deje su cargo como arzobispo primado.

La marca que distinguió al prelado -- argumentó el texto -- fue llevar a cabo su misión con una apertura y diálogo con los medios de comunicación y con cercanía con los laicos, religiosos y consagrados.

“Tener diálogo con todos los ambientes sociales, incluyendo los medios de comunicación, y su presencia activa en los foros posibles, eclesiales y culturales. Estuvo dispuesto al encuentro con grupos sociales, con empresarios y políticos y con los fieles y el presbiterio de toda la arquidiócesis”.

Nombrado por el papa Juan Pablo II cuando tenía 53 años, Rivera Carrera llegó a la Ciudad de México para consolidar un colegio episcopal con sus obispos auxiliares y vicarios generales. Se distinguió por otorgarle confianza a cada uno en el desempeño de sus responsabilidades, descentralizando las actividades y acciones pastorales en las ocho vicarías episcopales y en las distintas comisiones.

Una vez que asumió como arzobispo, realizó las asambleas diocesanas que acompañaron cada año sus planes pastorales, incluyendo a los laicos, movimientos, religiosas y el presbiterio en general. “Una verdadera experiencia sinodal que bien puede ser modelo de lo que toda comunidad diocesana necesita en los nuevos tiempos de sinodalidad de la iglesia”.

El artículo mencionó que la Catedral se convirtió en el centro de su magisterio episcopal, lo que permitió revitalizar la vida eclesial, cultural y social dentro de la Ciudad de México.

En cuanto a la Basílica de Guadalupe, se consideró a este recinto como su “referente espiritual” y donde vivió los momentos más importantes de su ministerio, con dos visitas del papa Juan Pablo II de las que fue anfitrión, en la primera se hizo entrega al continente entero del documento del Sínodo de América, y la segunda y última para la canonización de san Juan Diego, además de que ahí vivió año con año la peregrinación anual arquidiocesana, la magna celebración del 12 de diciembre y las ordenaciones de diáconos y presbíteros.

Rivera Carrera también fundó el Seminario Hispano de Santa María de Guadalupe, con la finalidad de preparar sacerdotes para las diócesis de los Estados Unidos. En medio de las distintas instituciones a su cargo, fortaleció especialmente a la Universidad Pontificia de México a partir de 2003 en que tomó la responsabilidad de gran canciller.

La editorial también recordó un tema que ensombreció el desempeño episcopal del cardenal, luego de que fue acusado de encubrir delitos de algunos clérigos. “Vinculado de manera imprecisa con uno de los casos más deplorables de la iglesia católica contemporánea y de manera dolosa con otra situación que nunca tuvo que ver con él, ni en Tehuacán, ni mucho menos en la Arquidiócesis de México, la calumnia se ha convertido casi en un “modus vivendi” de algunos periodistas y otros cuestionables personajes”.

Sin embargo, se resaltó que la Corte de Justicia de Los Angeles, primero en California, después en la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, declararon improcedente el conjunto de acusaciones contra el prelado, “aunque sus detractores han seguido repitiendo la misma calumnia, como si se tratara de un nuevo hecho debemos destacar la fortaleza y la paz espiritual con que enfrentó este injusto y amargo episodio”.

Se subrayó que Norberto Rivera fue “altamente responsable, con sencillez de trato, cercano y afable con su clero y los laicos, de buen humor y con habilidad y agudeza para buscar soluciones. Firme en sus determinaciones, dispuesto a asumir siempre los riesgos en sus decisiones de gobierno. Entre sus cualidades espirituales, es un hombre de oración y de fe, de disciplina y entrega generosa, poniendo como única preocupación la evangelización en todos sus niveles”.

Por último, la Arquidiócesis de México le desea lo mejor “con nuevos y abundantes frutos en esta etapa eclesial que apenas comienza. La gratitud y la amistad de todos sus colaboradores y de infinidad de fieles le acompañarán siempre”.

vkc

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