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La Trinitaria.— Edgardo es su nombre, pero le gusta que le llamen Edgardo Perros, pues se dedica a propagar un mensaje de amor y bondad hacia el cuidado de las mascotas. Hace cinco años dejó Bucerías, Nayarit, con el propósito de recorrer el país y fomentar el cuidado de estos animales, que son abandonados o utilizados para peleas callejeras.
Decidió comenzar su caminata por el litoral y las dos fronteras al percatarse de que en Bucerías un joven tenía 60 perros que usaba para peleas callejeras o incluso los quemaba.
La situación cambió hasta que vecinos de la localidad le pidieron que dejara esa práctica ilícita. A raíz de estos hechos, Edgardo Zúñiga comenzó a rescatar perros abandonados, debido a que considera que “nunca es tarde para hacer algo bueno”.
El hombre calcula que a cinco años de haber iniciado su travesía ha recorrido entre 12 mil a 15 mil kilómetros, pues sólo de Tijuana a Matamoros transitó 3 mil 200 kilómetros, ya que en ocasiones se desviaba de la carretera para descansar en algún punto lejano a la ruta.
El miércoles 17 de julio de 2013, salió de su hogar acompañado de seis perros, de los que ahora sólo sobreviven tres que rescató de la Riviera de Nayarit: El Negro, Blanco y Chilletas. Sin embargo, en estos cinco años encontró otros 10, en Coatzacoalcos, Puerto Progreso, Mérida, Emiliano Zapata, Tabasco y Benemérito de las Américas en la Selva Lacandona.
Edgardo recuerda que en un triciclo que le obsequiaron puso algo de ropa, trastos, una casa de campaña, una lona, luces, un banderín, una pila, herramientas y un par de zapatos para iniciar la caminata por la costa del Pacífico hasta Ensenada. Su trayecto lo llevó a San José del Cabo, Cabo San Lucas, Tijuana, Hermosillo y Matamoros, Tamaulipas.
La carga se ha hecho cada vez más pesada, en principio su triciclo pesaba apenas unos 100 kilos, ahora tiene que empujar una carga de entre 200 y 250 kilogramos. Lleva a cuestas agua y alimentos para los perros que lo siguen y obedecen fielmente. El sábado 21 de julio por la noche, a Edgardo le robaron a Yo no fui, un perrito que rescató en Puerto Progreso, Yucatán, hecho que lo deprimió.
Cuca es la perrita que recién encontró, agónica a la orilla de la carretera fronteriza del Sur, en la Selva Lacandona. Padece cáncer de mama y ahora recibe tratamiento con el médico Baraquiel Solís Castillo, en Comitán de Domínguez.
Mientras Cuca se recupera, Edgardo instaló un campamento en el entronque a Lagos de Montebello, en espera de continuar 225 kilómetros hacia Tapachula y otros mil 982 desde la Costa chiapaneca hacia Bucerías, donde ha recibido la solidaridad de las personas que caminan por la frontera de Guatemala.
El hombre que cumplió 49 años el pasado 7 de julio asegura que en su paso por los pueblos de Chiapas ha recibido la solidaridad de cientos de personas que le ofrecen agua, alimento para los canes, medicinas y hasta dinero en efectivo.
“Me desprendí de todo lo material al salir de mi pueblo”, dice y añade que su trayecto por las carreteras del litoral mexicano lo ha hecho descalzo, excepto en las zonas de las pendientes, donde tiene que hacer fuerza para empujar el triciclo con los casi 250 kilos de peso, y hacerlo sin calzado le provoca lesiones en los pies.
En el periplo, Edgardo Zúñiga ha vivido demasiadas historias, pero confiesa que en este recorrido “todo México me ha gustado”, por su amor y solidaridad.
—¿Has sentido la necesidad de abandonar el trayecto?
—Nunca, porque de lo contrario no hubiera hecho el recorrido.
El activista se considera “un hombre feliz y de corazón bueno”, que tiene a “Dios como mi base y admiro a Jesús, a quien todos los días lo menciono”. Asegura que ve a los perros “como ángeles”, en los que ha encontrado “nobleza, cariño, amor, compañía y algo bonito qué hacer”, porque este recorrido es lo mejor que ha hecho en su vida. “La magia no soy yo; son ellos”.
La labor de Edgardo no es “buscar perros bonitos, sino los que han sido abandonados, que están lastimados o heridos”. Afortunadamente en México ya hay una “ley contra el maltrato animal y ahora hay que aplicarla; no hay que ser indiferente; hay que echarle ganas”, explica.
Al activista le falta ascender la Sierra Madre de Chiapas para llegar a la costa de este estado, donde continuará por la vía federal número 200 de regreso a su hogar, con los 12 perros que ahora lo acompañan.