El olor a gasolina penetra hasta el estómago y se queda impregnado en la tierra, las manos y la ropa. Mientras el sol cae, una cuadrilla de 12 hombres excava en un campo de cultivo del poblado de Juandhó. Buscan una toma clandestina en un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex).

En tierras hidalguenses, dice Alfonso, operador de Pemex —quien prefiere no dar su verdadero nombre por seguridad— existe el mayor número de tomas ilegales de gasolina.

Tan sólo en 2017, según datos de Pemex, se localizaron mil 64 tomas ilegales de combustible en el estado; para el primer semestre de 2018 se reportaron mil 50. 
A estos trabajadores de Pemex, el rostro quemado por el sol les contrasta con sus cascos blancos de seguridad. Supervisores, ayudantes y soldadores comparten un mismo universo, donde clausurar tomas y reparar fugas de combustible implica no sólo el riesgo de trabajar con material inflamable, sino también ser atacados por grupos de huachicoleros.

“Generalmente nos escolta el Ejército o personal de seguridad de Pemex. Es complicado, hay ocasiones en que han llegado a amenazarnos hasta con pistolas”, dice Alejandro, otro miembro de este “escuadrón antihuachicol”.

De acuerdo con Alfonso, quien dirige a su equipo en un punto del ducto Tula-Salamanca —el mismo que explotó en Tlahuelilpan el pasado 18 de enero—, son unas 18 cuadrillas las que día y noche trabajan para controlar el robo de combustible en esta zona.

Mapa huachicolero. El equipo de Alfonso trabaja bajo la tierra fértil de un cultivo de alfalfa, donde hasta hace unos minutos se ocultaban un par de tomas clandestinas.
Según integrantes del Escuadrón antihuachicol, basta conectar una manguera de presión para hurtar unos mil litros en cinco minutos. Las “ganancias” son mayores si se usa un tubo de pulgada y media o dos.

Para detectar una toma clandestina, ya sea hermética (cerrada) o descontrolada (con fuga), explica Alfonso, Pemex cuenta con un sistema de alerta inmediata, que proporciona las coordenadas exactas. Es como un Google Maps del huachicoleo.

“Hace unos 10 años encontrar una toma de este tipo era un gran hallazgo. Hoy es de lo más común”, cuenta Alfonso.

Mala calidad. Mientras los hombres “antihuachicol” hacen bromas para aligerar el cansancio y se rotan para no desvanecerse por el olor de la gasolina, Alejandro comenta que cada toma se trabaja diferente. Si no hay fugas, el procedimiento es ubicar y cancelar el área. En cambio, si es una eliminación (con combustible saliendo de algún sitio) hay que controlar la fuga primero.

 

“Es más difícil, pero estamos acostumbrados, a veces son grandes chorros de gasolina saliendo e incluso a veces hay incendios”, dice.
La razón por la que estas tomas se rompen es el material de mala calidad. Los huachicoleros usan tuberías y mangueras para agua, así como soldadura corriente y válvulas baratas, lo que termina por fisurar la toma.

Ultrasonido. El siguiente paso es verificar que no existan rastros de combustible en la zona, ahí aparece Rambo, un joven cuyo casco tiene escrito ese mote con plumón. 
Con una especie de soplete, Rambo verifica que la zona de las tomas esté libre de peligro; una chispa en un lugar no apto podría ocasionar una tragedia. Tras la verificación viene una inspección ultrasónica, con un aparato especial que mide el grosor del ducto y de este modo evitar soldar un área sensible. Para realizar este trabajo hay que hacerle una especie de ultrasonido al Tula-Salamanca.

Así, unas manos quitan la tierra del ducto y suavemente colocan agua y glicerina, que servirán para el “ultrasonido”.

La “chismosa”. El proceso final para cancelar una toma de este tipo es casi artesanal: un soldador cubrirá la válvula colocada por los huachicoleros con una “chismosa”, es decir una capucha de acero carbón.

Aunque esta capucha tiene como fin evitar que se sigan explotando los ductos de manera ilegal, quienes se dedican al robo de combustible aún tienen la posibilidad de romperla y seguir cometiendo el ilícito.

“Hay veces en que ponemos hasta tres capuchas del mismo tamaño en una toma, porque le siguen picando”, remata Alejandro mientras sus compañeros terminan de sellar el ducto, ya en la oscuridad, y comentan: “Ojalá los soldados no se hallan ido".

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