“Mi ilusión era casarme, tener a mi familia, ser feliz y conocer lo que realmente era el amor”, afirma Paty González al recordar cuando conoció a Pedro, el hombre de quien se enamoró y con el que quería compartir el resto de su vida, pero terminó explotándola sexualmente en La Merced.

En septiembre de 2008, cuando tenía 16 años, estaba en un parque haciendo un trabajo de la escuela con sus compañeros de la preparatoria, entonces Pedro, quien dijo tener 26 años, pero en realidad tenía 29, se acercó a platicar con ella y le pidió su número de teléfono, el cual le dio tras mucha insistencia.

Una semana después recibió el primer mensaje: “Hola, guapa, ¿qué haciendo?” y así comenzó el proceso de conquista. Pedro se volvió cada vez más cercano a Paty, quien encontró en él la atención y el apoyo que necesitaba en un momento en el que tenía problemas familiares, luego de que su mamá regresó de Estados Unidos.

“Yo vivía en una familia muy desintegrada, no tuve una mamá, no tuve un papá y en ese momento la única persona que se había hecho cargo de mí, que era mi abuelita, había fallecido. Yo me encontraba en una etapa de rebeldía, de enojo con todo el mundo y para mí fue fácil ver que alguien se interesara en mí”, narra Paty, originaria de Veracruz.

En enero de 2009 ella engañó a su mamá para ir al cumpleaños de Pedro en Puebla, donde él vivía. En la cena llegó una propuesta inesperada: le pidió que se casaran. Para la joven, de tez morena y cabello largo y lacio, la petición fue como un sueño. “Mi más grande anhelo era casarme y tener la familia que nunca había tenido”.

Aunque su madre se opuso al principio, terminó accediendo porque creyó que su hija sería feliz. Con el pretexto de organizar todo para su boda, Pedro convenció a Paty de que se fueran a vivir a la casa de sus padres en Puebla, donde ella estuvo incomunicada durante mes y medio porque no le permitían salir a la calle ni tener su celular. Aunque admite que debió haber visto las alarmas, dice: “Mi enamoramiento en ese momento no me dejaba ver las cosas como eran realmente”.

Pedro la engañó y le hizo creer que vendía ropa. Un día le propuso que trabajara en un table dance para que juntaran dinero para su boda y la luna de miel; ella se negó. Una semana después le comentó que como acompañante podría ganar buen dinero, la entonces menor de edad dice que no tenía claro de qué se trataba el empleo y pensó que sería cuidar niños o adultos mayores.

Como accedió, viajaron a la Ciudad de México, donde su cuñada la enfrentó con la realidad cuando le dijo que iba a dedicarse a tener sexo con hombres. Con voz entrecortada recuerda que la llevó a La Merced y que cuando se acercó el primer hombre y le preguntó cuánto cobraba, ella comenzó a llorar.

En su primer día fue forzada a tener relaciones sexuales con más de 50 hombres, y cuando buscó que Pedro la ayudara él le dio “el tiro de gracia, porque me dijo: ‘No te preocupes mi amor, te vas a acostumbrar’”.

Paty fue explotada sexualmente durante una semana, porque fue rescatada en un operativo. Relata que en ese momento se enteró que había sido víctima de trata de personas. A Pedro lo detuvieron y le dieron una condena de nueve años de cárcel.

La mujer, quien actualmente tiene 26 años, sonríe al decir que terminó la licenciatura en Derecho con el apoyo de la fundación Camino a Casa. Afirma que aunque el proceso no ha sido fácil y ha habido altas y bajas, logró continuar con su vida y ahora busca apoyar a otras mujeres que han sufrido lo mismo que ella.

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