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Cuando el talento y la creatividad no se sujetan a reglas estrictas, sino que dan lugar a desarrollar las ideas de mil maneras, es posible encontrar trabajos que encierran arte, tradición, cultura y formas multicolor que atrapan la atención de quienes tienen la oportunidad de encontrarse con estas expresiones, como el caso de la cartonería potosina; una de las más reconocidas a nivel nacional y que hoy en día busca alentar entre las nuevas generaciones el conocimiento de esta técnica para perpetuar su legado a través de las costumbres en varios de los rincones del estado y del país.
Anidado en las añejas calles del barrio de San Miguelito, sobre el número 360 de Fernando Rosas, se encuentra el taller llamado “Cartonería Emergente”, que hace 10 años creó Felipe Arredondo, un joven que estudió antropología, pero que afortunadamente -como él lo señala- tuvo un acercamiento con las artes plásticas hasta llegar a desarrollar la cartonería, a través de la cual ha tenido la oportunidad de crear verdaderas piezas artísticas, gracias a la nobleza que le otorga el material con el cual trabaja.
Instituido como Colectivo “Proyecto Artístico Diablos”, Felipe se apoya también en el trabajo que su amiga Carla Villegas también aporta para desarrollar el arte visual en cada una de estas piezas y es así como nacen alebrijes, toritos y máscaras en pequeño, mediano y gran formato, que son solicitadas a lo largo del año para ambientar las tradiciones durante la Semana Santa o las festividades por el Día de Muertos, especialmente en municipios de la Huasteca Potosina y la propia capital potosina.
Carla y Felipe explican que el proceso involucra crear un boceto en dibujo para establecer con claridad la idea a desarrollar, posteriormente crear la estructura de cada pieza con alambre, o bien, con carrizo para después empezar con el moldeado y empapelado; hasta concluir con la aplicación de la pintura y el detallado que requiere cada una de estas piezas, algunas de las cuales dependiendo de su formato y complejidad, pueden trabajarse en semanas y hasta tres o seis meses si se trata de elaborar un alebrije.
“Nos van pidiendo uno especial para el Día de Muertos en la Huasteca, donde requieren formatos grandes (...) a lo mejor la inversión económica no es mucha, pero el tiempo que le dedicas a cada pieza sí es bastante. Hay máscaras que pueden tardar desde tres días a un mes, y a veces hasta el clima influye (…) lo bonito es que es un trabajo por temporada porque de enero a marzo empiezas a trabajar Judas o las máscaras para el carnaval, meses después vamos con piezas para los festejos de los fieles difuntos y hay un lapso en el que no hay mucho de esta actividad, pero nos enfocamos a los alebrijes (…) y hasta juguetes puedes trabajar”, señala Felipe.
“Ya hemos participado en algunas exposiciones y hemos estado trabajando en ciudades como Zacatecas, Guadalajara. Hemos llevado (nuestro trabajo) a CDMX e impartido algunos talleres en Cuernavaca y en Aguascalientes; a nivel local en el Centro de las Artes como resultado de algunos talleres que hemos tenido la oportunidad de llevar a cabo”, refiere Carla.
El costo de una máscara puede variar de 400 pesos hasta dos mil o tres mil pesos, y un alebrije en gran formato, que en ocasiones han solicitado las instancias gubernamentales, puede costar hasta 60 mil pesos, debido a su laborioso proceso, sin embargo, las piezas que Felipe y Carla elaboran son una muestra de calidad como resultado de un proceso artesanal que bien vale la pena apreciar.
También consideran satisfactorio que los niños se acerquen al taller para despertar en ellos la curiosidad y el interés por desarrollar esta actividad, conocer la técnica y considerar ser sucesores de este arte que además es único para San Luis Potosí, pues su proceso y la forma de generar las expresiones de cada pieza son reconocidas en otros lugares, de ahí que la cartonería tiene un reconocimiento y un lugar en la prolífica cultura popular de México.
sergio.marin@clabsa.com.mx