En medio del concurrido añejo Cementerio del Saucito, iniciado el 12 de octubre de 1889, se tejen un sin fin de historias y leyendas que generan un marcado interés entre quienes lo visitan al menos una vez al año; y ahí encontramos a Genaro Rocha Morales, un trabajador con casi 30 años laborando en este lugar, quien actualmente es el principal relator de historias de personajes que hoy descansan en el camposanto, o de algunos otros que aunque sus restos ya no se encuentran ahí, pero dejaron sus tumbas como recuerdo de su legado.
Destaca en primera instancia la tumba de Juan del Jarro, cuyo verdadero nombre era Juan de Dios Azíos, oriundo de Matehuala, de quien se dice, era un mendigo que portaba un jarrito con el que pedía limosna que hacía llegar a la gente pobre y predrecir el futuro de aquellos que se lo solicitaban
Entre el recorrido también se puede destacar la capilla de la familia Ipiña, fundadora de los Arcos Ipiña ubicados en el Centro Histórico de la ciudad, quienes eran personas acaudalabas en otras épocas del viejo San Luis Potosí; de Matías Soberón Hernández, quien fue el artífice, según comenta Genaro Rocha, de haber iniciado la construcción del Cementerio del El Saucito por órdenes del entonces gobernador Carlos Diez Gutiérrez.
También se pueden encontrar historias interesantes como la de la tumba del general Silverio Ramírez, quien tenía a su esposa Manuela Aldarate de Ramírez, una mujer muy celosa quien estaba pegada como sombra a su marido, aun cuando éste debía enfrentar batallas de guerra. Se dice que tras fallecer el general, ella debió ser enterrada al morir a un lado de su marido, y que quienes acuden a pedirle algún favor al general, también deben ofrecerle algo a la esposa, o su petición no será concedida.
En noviembre del 2006, un joven periodista potosino acudió al cementerio para realizar su trabajo acerca de la actividad previa al Día de Muertos, sin saber que su camarógrafo, había registrado en una de las tumbas, una imagen de la Virgen que derramaba lágrimas de sangre.
El caso de la niña Paulette, una pequeña que pedía a sus papás la llevaran a hospitales pues sentía que tenía el don de curar a los enfermos; tras su muerte aún le llevan ofrendas de juguete y peticiones de salud, así como de jóvenes que le piden los ayude en sus exámenes escolares.
Muchas más historias se pueden encontrar en la visita al Cementerio del Saucito, así como tumbas muy añejas que dan cuenta de la cantidad de años que el camposanto lleva operando, y que antes de su apertura ya ofrecía servicios de inhumación a la población, sobre todo cuando en alguno de los siete barrios de la ciudad ya contaban con pequeños cementerios, pero que optaron para traer sus restos a este lugar. Asimismo, Genaro comenta que hay una tumba tiene más de tres siglos en este cementerio, la cual data del año de 1792 y pertenece a Francisco de Paula Cabrera.
En sus recorridos, Genaro invita a la gente a vivir la experiencia de permanecer durante las noches, al menos durante algún momento en este legendario cementerio para escuchar éstas y muchas otras historias leyendas.
sergio.marin@clabsa.com.mx
dllo