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Para Gilberto Jasso Padrón, antropólogo por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el interés por la música surgió desde temprana edad, él es músico y entre las clases y talleres que tomó se encontró con la laudería, es decir, con la elaboración de instrumentos de madera. Durante la carrera investigó otros temas, pero la música lo seguía llamando hasta que en uno de sus viajes de campo por la Huasteca Potosina llegó a la comunidad de Texquitote, Matlapa, a ese lugar se lo conoce como la mata de los instrumentos musicales.
Ahí fue donde Gilberto Jasso Padrón comenzó a leer investigaciones sobre esa comunidad, la música, además de adentrarse en la comunidad. Fue entonces que dio con la temática que más le apasiona. Tras finalizar una investigación de casi tres años, coincidió con Rita Mora, antropóloga que se dedica a indagar sobre el patrimonio musical de la Huasteca, y se propusieron hacer un documental sobre los lauderos de la comunidad de Texquitote.
“entre los dos empezamos hacer el proyecto, ganamos una beca y Gilberto me pasó toda su investigación y yo me fui a la comunidad. Estuve ahí viviendo un tiempo y fuimos con tres lauderos a que cada uno nos hiciera una jarana y así poder documentar las diferentes técnicas de construcción de instrumentos que cada uno tiene, porque a pesar de que son muy rústicas, cada uno le da un sello característico y es por eso que en Texquitote cada instrumento es único” comentó Rita Mora, quien ya ha producido un documental sobre el patrimonio cultural en Xilitla y se especializa en antropología visual.
La música de la región huasteca, el huapango y el son de costumbre
En Texquitote se fabrican la quinta huapanguera, la jarana, la guitarra sexta, el arpa, el rabel, el cartonal. Gilberto mencionó que la producción más importante en la comunidad es la triada de la jarana, la quinta y el violín para el huapango. Para el son de costumbre el arpa, el rabel y el cartonal.
Rita y Gilberto explicaron las “músicas” o música en la región, una de ellas se dedica a lo humano y la otra a lo divino. El huapango se concibe como la música de la fiesta, de lo humano y la música del costumbre, porque el costumbre es un sistema de rituales, es decir, se usa para lo sagrado, dedicada a lo divino.
Para la música ritual se utiliza el arpa, el cartonal y el rabel, varia el costumbre en los nahuas se le conoce como la danza de los cascabeles. Entre los tenek porque también utilizan rabel, arpa y cartonal y se le llama de distinta manera a la música. Los habitantes de las comunidades la emplean para la petición de lluvias, para el agradecimiento a la cosecha, para el cambio de autoridad, etc.
Laudería como forma de vida
En Texquitote existen entre 20 a 25 personas que se dedican a la laudería. Ellos son el sustento de sus familias y representan un ingreso económico importante para la comunidad. La investigación de Jasso Padrón reúne la evidencia etnográfica para señalar que hay una ruptura de la transmisión del conocimiento de generación en generación. La edad promedio de los lauderos es de 54 a 60 años de edad, el más joven tiene 24 años.
Aunque en Texquitote la laudería está viva y se continúa trabajando, el frenar la producción representaría un problema, no sólo para las familias que subsisten de este oficio, si no para la región en sí porque es el principal centro de manufactura de los instrumentos de la Huasteca Potosina, lo que también podría vulnerar este bien cultural, según se demuestra en la investigación de Gilberto Jasso Padrón.
“…en algún momento se va a retomar la construcción, porque es importante, existe demanda de músicos de huapango para los instrumentos, entonces creemos que por esta demanda este bien cultural continúa, pero hay una brecha generacional muy evidente”, mencionó el antropólogo.
La realización del documental
Rita y Gilberto unieron sus pasiones, la antropología visual y la música, para redactar un proyecto que concursaron en la convocatoria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) de San Luis Potosí de la Secretaría de Cultura. Su propuesta para la elaboración de un documental sobre la lauderia fue seleccionada y les otorgaron una beca.
Rita Mora narró que la producción del audiovisual duró exactamente un año, los primeros tres meses, después fue la estancia de campo y finalmente la edición. En la realización de “La voz de la madera” también participaron habitantes de la comunidad.
“Hay un parte en la Antropología Visual que se llama Antropología Compartida, donde tú involucras a la gente de la comunidad en el proceso de producción en este caso, a mí dos jóvenes y dos niños me estuvieron apoyando a grabar o con luz, esto es para involucrarlos y que sea más cercano el proyecto para la comunidad”, enfatizó Mora.
gpl