El plasma es uno de los cuatro componentes básicos de la sangre. Está formado por agua (90%), proteínas, sales minerales, inmunoglobulinas (sustancias encargadas de proteger contra infecciones), albúmina, proteína transportadora de elementos como medicamentos, hormonas o vitaminas y de mantener el líquido dentro de los vasos sanguíneos (los pequeños desnutridos tienen globoso el abdomen por falta de proteínas) así como factores de coagulación, cuya función es evitar hemorragias. Los tres componentes restantes son glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas.

El plasma se utiliza en casos de quemaduras, de accidentes graves, de hemorragias en pacientes que deberán ser sometidos a procedimientos quirúrgicos con déficit de factores de coagulación y en enfermedades hematológicas. En infinidad de situaciones el plasma ayuda a salvar vidas. En cualquier hospital, aunque sea pequeño, hay bancos de sangre encargados de extraer y transfundir plasma. La explicación anterior sirve como antesala para reflexionar entre su uso ético y la donación por motivos económicos, en ocasiones por razones de supervivencia. La donación puede ser voluntaria —no remunerada—, pagada o como reemplazo para familiares o amigos.

Salud y enfermedades son grandes negocios. Ignoro el monto económico mundial de ambos factores. No compiten ni con el narcotráfico ni con la industria militar, pero como es sabido, las industrias farmacéuticas generan más dinero que algunos países pobres. Primo de las farmacéuticas es la “donación” de plasma —encuentro las comillas demasiado suaves, ¿cuál es la palabra correcta?: ¿robar?, ¿supervivencia?—.

Algunos datos “no exactos” para alimentar la discusión; las cifras cambian dependiendo de la fuente y el tiempo. Estados Unidos provee dos terceras partes del plasma en el mundo, sin duda, la mayoría, comprado a personas necesitadas; 2.7% del total de las exportaciones de EU son productos sanguíneos; la industria del plasma en EU recibe un millón de donadores al año y 17 millones de procedimientos.

En la mayoría de las naciones “donar sangre” y recibir dinero está prohibido. En EU está permitido “donar” plasma dos veces por semana, o 104 veces al año; por cada “donación” se paga entre $35 y $65 dólares; en Inglaterra se puede donar una vez cada dos semanas y en Alemania 60 veces al año.

Hay otra serie de avatares éticos fundamentales. No huelga escribirlo miles de veces: EU es el país líder en el rubro de la doble moral ¿Quiénes donan en EU? Por supuesto, los pobres. Aunque no existen estudios de la población “donadora” no tengo la menor duda: son latinos, negros y otras comunidades asediadas quienes más venden partes de sus cuerpos. Gracias a esa praxis, los europeos viven a partir de la sangre de latinos pobres afincados en EU. De hecho, en la dolorosa y sangrienta frontera entre México y EU, a “pocos” kilómetros”, abundan clínicas destinadas a extraer plasma.

Aunque aparentemente la donación es segura, no existe una certeza absoluta de la ausencia de infecciones tipo VIH, hepatitis B o C. Veraz, en cambio, es “casi seguridad” de la donación voluntaria. De ahí la insistencia de etiquetar el plasma con la siguiente leyenda: “plasma comprado”. Además, los donadores pagados pueden disminuir el número de donadores altruistas.

Por último, tres avatares éticos, complejos, cuyas respuestas merecen amplias reflexiones: ¿Es válido “donar” para mantener a la familia?; nuestros vecinos norteños deberían tener, apelando a su moral, contar con estudios demográficos de quiénes son los donadores; por último, quienes venden su plasma son estigmatizados. Panoramas complejos, respuestas complejas.

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