Las posibilidades de que las elecciones mexicanas sean intervenidas mediante redes sociales no son del todo descabelladas. Los descubrimientos del fiscal especial de Estados Unidos, Robert Mueller, que identificó con nombres y apellidos a las fuentes rusas que buscaron influir sobre la elección de Donald Trump, confirman que estas operaciones a gran escala son posibles y bastante eficaces. Sin embargo, en el caso de México es muy remota la probabilidad de que Moscú invierta recursos y presupuesto significativos para intentar inclinar la balanza electoral de nuestro país. Los intentos vendrán de otras partes, sobre todo de actores internos, de grupos mexicanos interesados en el eliminar a unos y ensalzar a otros.

En EU ha podido establecerse que una institución radicada en San Petersburgo bajo el nombre de Agencia de Investigaciones en Internet, se dedicó a diseminar información tendenciosa para sembrar la confusión y atacar a los demócratas. Este tipo de actividades pueden realizarse en México, sin mayor ayuda del exterior. Las acciones rusas son tan sólo un ejemplo de lo que puede lograrse.

En el caso mexicano, tenemos un dato serio y, para no variar con la costumbre nacional, un buen número de bromas. El dato serio es el acercamiento que ha tenido el INE con los responsables de Facebook para evitar que esa red social se utilice con fines políticos y sobre todo para contener la difusión de noticias falsas o con un sesgo claramente disruptivo del proceso electoral. Las intenciones del INE pueden ser admirables y estar bien argumentadas. Sin embargo, como ha dicho el presidente Putin (para restar importancia a la intervención de su país) la gente que maneja el internet cuenta con la misma libertad que los artistas para exponer lo que les venga en gana.

Las bromas, está por demás recordarlo, se basan en la personalidad ficticia de Andrésmanuelovich y el submarino ruso que llega al Puerto de Veracruz. Con lo cual, propios y extraños parten del supuesto de que si los rusos quisieran en verdad interferir en las elecciones mexicanas, lo harían a favor del candidato de Morena.

De cara a las votaciones de julio, es claro que los directivos de Facebook no pueden determinar el contenido que sus usuarios suban a las redes. La respuesta más eficaz posible, en todo caso, podría venir de las instituciones electorales mexicanas. La acción de la autoridad electoral mexicana podría orientarse a denunciar aquellos #hashtags y trending topics que mientan sobre lo hecho o lo dicho por algún candidato. Pero su actuación no podría llegar mucho más lejos que eso. Si acaso demandar que dichos mensajes se retiren de las redes (con lo cual es posible que los hagan más virales). Desde luego que los candidatos mismos podrían reclamar ante la autoridad para que emitan un desmentido público. Pero de nueva cuenta, esto puede prestarse a abusos de parte de los candidatos cada vez que aparezca algo que les desagrade. En última instancia, el INE no tiene funciones de policía cibernética para detectar a los autores de campañas negativas y, menos aún, capacidades para perseguirlos o condenarlos. La Fepade tendría mayores facultades en todo caso. Pero serían los partidos o los equipos de campaña los que deberían aportar las pruebas.

Descartando que los rusos vayan a realizar en México un ejercicio semejante al que aplicaron en EU (simplemente por el hecho de que en EU 77% de la población tiene acceso a internet, mientras que en México solamente 33%), la probabilidad más alta de que el manejo de redes influya en la elección provendrá de los propios cuartos de guerra de los partidos políticos nacionales.

Es muy probable que esta elección contenga muchas fake news y guerra sucia. Por ello, veremos a los candidatos a la defensiva y devolviendo los golpes. Poco veremos de sus propuestas, que de por sí son escasas.

Internacionalista

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