Se anunció que Donald Trump daría un discurso en Miami sobre la situación en Venezuela. Sin embargo, terminó hablando más de Cuba que de la misma Venezuela y más del socialismo en Estados Unidos que de América Latina. Es decir, el propósito esencial de su presentación fue posicionarse para las elecciones del año próximo en el estado clave de Florida. La prioridad es lograr la reelección; las grandes causas de la humanidad son accesorias ante ese objetivo central.

El acto, no obstante sus evidentes tintes electorales, contribuyó a tensar más el escenario que viven hoy en Venezuela y el Caribe. Hubo un mensaje de estrategia y otro de amenaza. En la estrategia resalta el llamado de Trump a las fuerzas armadas bolivarianas a que le den la espalda a Maduro y se acojan al ofrecimiento de amnistía que anunció hace unos días Juan Guaidó. La deserción en masa es un escenario remoto, a menos que la tropa reciba órdenes de disparar sobre la población civil. Dicho escenario podría producirse tan pronto como el sábado próximo cuando se espera que, contra viento y marea, los convoyes con asistencia humanitaria, medicinas y alimentos, crucen la frontera desde Colombia. Si estos vehículos intentan ingresar a la brava en territorio venezolano, el ejército tendrá que ser muy cuidadoso en la manera de repelerlos. Un baño de sangre sería el detonador esperado para lanzar una ofensiva de mayor magnitud contra el régimen de Nicolás Maduro. En ese momento entraría en funcionamiento la amenaza de Trump en el sentido de que “ninguna opción está fuera de la mesa”, es decir, la alternativa de una incursión militar.

El sábado empezará a decidirse el futuro de Venezuela. Si la ayuda humanitaria logra ingresar a suelo venezolano, quedará la impresión de que Maduro ha perdido el control y que la oposición gana paulatinamente terreno. Si, por el contrario, el gobierno de Maduro logra bloquear dicho ingreso, la oposición tendrá que cambiar radicalmente de estrategia, reconocer que el ejército es el factor clave de la ecuación y, cifrar sus esperanzas en la reacción que tenga la comunidad internacional (léase Estados Unidos) para defenestrar a Maduro.

Lo más probable es que ningún contingente logre cruzar la frontera ante la amenaza de un uso mayor de la fuerza. Podrá haber grandes manifestaciones de nuevo en Caracas, pero el equilibrio de poder y el control del aparato castrense seguirán del lado de Maduro. ¿Entonces qué hará Washington?

Para complicar más las cosas y con el ánimo de ganar votos en Florida, Trump dejó entrever que su gobierno podría promover un cambio de régimen no sólo en Venezuela, sino también en Cuba y en Nicaragua. Los cubanos de Miami le aplaudieron a rabiar. No se dieron cuenta o no les importó que meter a Cuba en la ecuación no hará más que desbordar el conflicto, debilitar a la oposición venezolana y generar una reacción regional y quizá mundial en contra de la postura estadounidense. Pero, de nuevo, cualquier desatino se compensa si el Sr. Trump gana en Florida.


Internacionalista

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