El hombre tiene prisa. A pocos días de las elecciones, Donald Trump envía la batería pesada de su gabinete a conocer y analizar al enigmático López Obrador. Las relaciones con el gobierno de Peña Nieto fueron accidentadas, improductivas y tensas. Los tres secretarios y su yerno Jared Kushner, vienen a explorar un cambio de rumbo. Quizá ya han descubierto que la colaboración de México es esencial para la vida cotidiana de Estados Unidos.

Desde los primeros tuits de Trump hasta el apresurado viaje de sus principales secretarios, parece delinearse un cambio de tono y de actitud hacia México. Lo más probable es que haya cambiado su estrategia, producto de la información y los análisis que han hecho de la personalidad y el talante de López Obrador. Corre la versión en Washington de que Trump ve en AMLO a un interlocutor vigoroso y recio, el tipo de líderes con los que parece entenderse mejor.

Si ambos cuidan la retórica y la estridencia, México y Estados Unidos podrían inaugurar una nueva era de entendimiento bilateral. Diversas posturas de López Obrador coinciden con algunas de las expectativas más importantes de Trump sobre México. Por ejemplo: AMLO no ve a la migración como una “válvula de escape” para atenuar los problemas de México. Es el primero en decir que los mexicanos no se van tan animados por perseguir el sueño americano, como por huir de los dramas y las carencias mexicanas. López Obrador pone el acento en promover el desarrollo interno para que nadie tenga que irse a Estados Unidos. Estas tesis deben ser música para los oídos de Trump. Otro ejemplo: Trump señala a México por la crisis de drogadicción que azota a su país, sobre todo los opiáceos. López Obrador ha puesto en el sitio más alto de sus prioridades restablecer la paz y la seguridad del país. Para eso busca que los empresarios colaboren en capacitar y emplear a los jóvenes que no estudian ni trabajan y que, por ende, pueden caer en las garras de la delincuencia. Su equipo analiza la manera de que la producción de marihuana y amapola se oriente a la industria farmacéutica y salga del dominio de los criminales. De nuevo, estos objetivos entran en sintonía con los deseos más caros de Trump. Con la ventaja adicional de que AMLO lo plantea como algo que México necesita, no por agradar al vecino del norte.

Las cosas se complican, eso sí, en temas en que los intereses de ambos países son abiertamente opuestos. Trump pretende que las empresas y los capitales estadounidenses ubicados en México retornen a su país. O que disminuyan las exportaciones mexicanas a EU. Esto atenta contra la generación de empleos que permita inhibir la migración a Estados Unidos. Otra: Trump cuenta con una base política muy importante en la Asociación Nacional del Rifle, mientras que a México le urge un acuerdo para controlar el flujo de armas hacia nuestro país. Ya no hablemos de su obsesión con el muro fronterizo; si Trump elimina ese disparate de su lista de demandas, veremos un cambio real de actitud. La prueba de sus intenciones la conoceremos cuando se acerquen las elecciones intermedias. No sería remoto que por necesidades políticas, anuncie el retiro de su país del TLCAN o que utilice a nuestros migrantes para fortalecer su base electoral.

En este primer round, AMLO tendrá que convencer, pero a la vez aplicar la rara habilidad de que el vecino del norte pueda cantar victoria, como tanto le gusta. A López Obrador le vendrá mejorar practicar el judo que el karate, o como a él le gustaría más, dominar al bateador con buenos cambios de velocidad.

Internacionalista

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