El empresario Arcadio Pesqueira, de 33 años, emigró a Arizona por la inseguridad que azota Caborca. En mayo pasado regresó a cobrar las rentas de unos locales comerciales. Iba a bordo de una Gladiador de color negro con placas de Arizona. Tenía un compromiso en Tucson, así que al concluir sus negocios regresó a la frontera por la carretera estatal 43, que atraviesa Altar. El trayecto no debía tomarle más de dos horas.

A partir de entonces, sin embargo, se perdió toda comunicación con él.

Seis meses más tarde no existen rastros del empresario. Según Cecilia Delgado Grijalva, líder del colectivo Buscadoras por la Paz de Sonora, relata que en la zona se han hallado restos calcinados, pero no se sabe aún a quién pertenecen. Varias personas han desaparecido para siempre en esa carretera

La madre del empresario ha ofrecido una recompensa de 50 mil pesos a quien proporcione informes sobre la localización de su hijo. Pero hasta el momento la respuesta ha sido el silencio. La líder del colectivo asegura que ya otras desapariciones han ocurrido en ese tramo. En numerosas ocasiones, misteriosas llamadas anónimas avisan a las madres buscadoras sobre la ubicación de fosas clandestinas en las que se hallan restos humanos.

De hecho, fue de ese modo como Cecilia Delgado encontró los restos de su propio hijo, luego de dos años de búsqueda desesperada. Se lo habían llevado policías estatales desde las puertas mismas de su negocio de venta de cerveza. Una llamada anónima llevó al colectivo hasta las faldas de un cerro. Había ahí 17 fosas.

Los dos últimos cuerpos que emergieron fueron el de su hijo y el de un ayudante. “Antes de que saliera su ropa lo reconocí por la dentadura”, dice la señora Delgado. Pruebas de ADN confirmaron que estaba en lo cierto. En esas fosas han aparecido 25 cuerpos.

“Mi hijo llevaba dos años esperándome ahí, y sin que las autoridades hicieran nada”.

El colectivo lleva el registro de 4,611 desaparecidos en Sonora, de los cuales cerca de 1,500 desaparecieron de 2018 a la fecha. Existen varios casos de personas que se internaron en la carretera 43 y de las que no ha vuelto a saberse. Fue ahí a donde a Pesqueira se le vio por última vez.

El pasado 31 de octubre efectivos de la Sedena fueron emboscados en el tramo carretero que conecta Oquitoa con Altar. En redes sociales circularon las imágenes de un vehículo militar totalmente calcinado. Se habló de varios elementos de la Defensa heridos.

Los soldados iban a atender un enfrentamiento entre dos grupos criminales, el cual se había prolongado por horas.

Se aseguraron varias camionetas, en las que había logos con cráneos: el distintivo de una célula criminal que opera bajo las órdenes de Saúl Francisco Hernández Tenorio, El Fantasma (al que se conoce también como El Ponchis), jefe de un grupo de sicarios al servicio de Los Cazadores: los representantes del Cártel de Sinaloa, en concreto de Los Chapitos, en aquella parte de la frontera.

Para el crimen organizado, Altar es un punto crucial para el paso de drogas y migrantes. Según reportes de inteligencia, El Fantasma, al lado de los hermanos Carlos y Daniel Alejandro Pinedo, conocidos como El Cholo y el Maniaco, controlan la extorsión y el tráfico de metanfetaminas. A estos dos últimos personajes se atribuye la instalación de retenes ilegales tanto en carreteras como en rutas secundarias.

Bajo el control de El Fantasma se hallarían, de acuerdo con los reportes, las poblaciones de Sáric, Tubutama, Santa Ana, Magdalena y Trincheras, entre otros puntos de la zona fronteriza.

En junio de 2021, luego de un potente enfrentamiento armado en Altar, fue detenido Jesús Humberto Limón López, alias Chubeto, líder regional de Los Cazadores.

El poder del grupo criminal recayó en Salvador López Limón, hermano de Chubeto y jefe directo de El Fantasma, quien dirige a la fecha a Los Cazadores, y cuyo centro de operaciones se halla precisamente en Altar.

Ahí, la convivencia con criminales se ha vuelto parte inevitable de la vida diaria. Hace años ya que denuncias de pobladores narran de manera constante la violencia sin freno que oprime esa parte de la región fronteriza. Casi cinco mil desaparecidos y fosas que no dejan de arrojar muertos: El infierno de Altar.

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